Ofrenda luchística: Hijo del Perro Aguayo

“Qué pronto la vida se va llenando de fantasmas.” Paco Ignacio Taibo II.

 

En México es una tradición honrar este día, 2 de noviembre, a los que nos abandonaron dejando una huella imborrable en nuestra vida, nuestros fieles difuntos, una tradición milenaria en la que se han mezclado esencias de todas las culturas que hoy nos definen como nación. Una forma de hacerles, y hacernos, sentir que están vivos, que están entre nosotros, que lo que hicieron en vida no ha muerto y que ha servido como ejemplo, como acción que guía y sirve. Los recuerdos de los que ya no están siguen, y con ellos la vida de los que los recordamos. Es por eso que el mexicano no teme del todo a la muerte, es por eso que no sólo se honra a la muerte, sino que esos recuerdos hacen que lo tomemos con gracia, con humor, que nos burlemos de ella, como nos burlamos de todo en la vida, que la solemnidad con que la muerte se siente sea transformada en gracia y socarra, que esa muerte espantosa en todas las religiones se vuelva la divertida Catrina en nuestro país.

Y es por eso, que con honor, sí, pero también con humor y con harto amor los mexicanos honramos a los que se nos adelantaron. El día de hoy, prendemos una vela muy especial para honrar al máximo rudo que ha tenido la lucha libre nacional durante el presente siglo, Hijo del Perro Aguayo, que como sabemos murió apenas el pasado 21 de marzo de 2015 dejándonos atónitos a todos, pues tras una tragedia como la ocurrida en Tijuana, poco o nada se puede decir, más que recordar lo frágil que es la vida.

 

Nacido para la lucha libre, hijo de uno de los luchadores más brutales de la historia del deporte espectáculo, Pedro Aguayo Ramírez fue criado por sus padres con un tremendo respeto para el legado que representaba, actor secundario en muchos reportajes de los cuales su padre siempre se desvivía por inculcarle no sólo los valores del trabajo honrado, sino también el cariño al deporte que daba para comer y para vivir bien. Pedrito siempre se mostraba con ojos vivaces e ilusionado, lo mismo en su casa que en un ring después de un gran triunfo de ese monstruo llamado Perro Aguayo.

Así, la vida siguió y el niño se convirtió en un puberto y el puberto seguía a su papá en todas las presentaciones que tenía y podía, de la misma forma en que otros jóvenes hacían lo propio con sus padres. Jugando entre ellos a las “luchitas”, entrenando ya, pero aún verdes para las grandes estrellas, aunque con grandes aptitudes. Situación que no pasó desadvertida para el promotor de sus padres, Antonio Peña, quien vio el potencial y la posibilidad de un estupendo relevo generacional con padres e hijos. El comandante en jefe de AAA se empeñó en abrir las puertas a los primeros de esta generación: Juventud Guerrera e Hijo del Perro Aguayo. Aunque sus padres no estuvieran muy de acuerdo en que comenzaran tan jóvenes (Pedro tenía 15).

La carrera del llamado por todos Perrito despegó de inmediato, y su temple se forjó sólido, madurando y creciendo al mismo tiempo (que estas dos cosas no siempre pasan en los hombres de manera conjunta). Creciendo físicamente y madurando luchísticamente, aprendiendo, evolucionando, hasta que supo que ya no podía aprender más y que todo lo que sabía tenía que salir, y que, aunque AAA fue su hogar, su cuna, él tenía que buscar otros horizontes, otras metas, así, en la primera mitad del 2003, cuando SÚPER LUCHAS, la nueva era, veía también la luz, Pedro Aguayo anunciaba al mundo en nuestras páginas su independencia, lo cual lo volvió sensación en el terreno de la independencia. Las luchas que dio en Monterrey contra LA Park hicieron que todos voltearan los ojos hacía el potencial del joven Perro, haciendo que las puertas del Consejo Mundial de Lucha Libre se le abrieran de inmediato y de a poco el joven comenzara a destacar en los carteles de la llamada Seria y Estable.

El Perro comenzó con un concepto que pronto lo encumbraría como el rudo más querido por ser rudo, el rudo descarado y desvergonzado que sin pensar demasiado cometía fauls o se valía de cualquier artimaña no para ganar, eso no era importante, sino para humillar. Hijo del Perro Aguyo, el Perrito, se había convertido de ese luchadorcito de quince años en el rudo que México esperaba, conjuntando a su derredor a una órbita de rufianes y forajidos llegados de todos lados al CMLL, incluso de sus mismas filas, así su eterno compadre, Héctor Garza, la Familia de Tijuana (Damian 666 y Halloween), El Terrible, Blue Demon Jr., comenzaron a ser una de las facciones más temidas y sin lugar a dudas la más querida de la historia de la lucha libre nacional. Con más de 20 miembros durante su duración los Perros se convirtieron el equipo a vencer, aunque, como se mencionó arriba, la victoria no era lo importante para Aguayo, sino humillar, y muy pocas veces el Perrito salió humillado de un ring.

En esos tiempos, nuestra casa, SÚPER LUCHAS, lo nombró el “Luchador del Año” en 2004, nuestro Editor en Jefe, Ernesto Ocampo lo definía así:

El Perro llegó a la Arena México sin mucho apoyo. Siendo técnico, loabucheaban aquellos que lo veían como un intruso de AAA. El Perro, a pesar de aparentar un respaldo a la causa científica, siempre se comportó como rudo, cambiando el ritmo de las luchas al emular el estilo de su padre en aquellos legendarios duelos contra gente como Sangre Chicana y El Faraón. El Hijo del Perro trajo de vuelta las golpizas entre las butacas y el uso de armas, como el cubo de madera que sirve como peldaño hacia la rampa de acceso al ring.

Son memorables dos noches en la México: la del 30 de julio (cuando ganó el Trofeo Leyenda de Plata ante Felino) y la del 13 de agosto(cuando empató con Hijo del Santo). En ambas, ante grandes entradas, el Perro demostró que puede tener al público en la palma de su mano, pues nadie se movía de sus asientos con tal de increpar al joven Aguayo durante cinco o diez minutos después de terminada la función y estando en el ring solamente el can con el micrófono.

El carisma del Perro lo logró. No cualquiera obtiene esa notoriedad.Cada vez son menos quienes le reclaman su origen tripleaero, y cada vez más los que lo reconocen como un gran gladiador. Sus detractores hacen uso de falaces argumentos para descalificarlo, insinuando que no sabe luchar y que muestra pocos recursos, siendo que en realidad es técnicamente mejor que su padre, además de que sus conocimientos son actualizados día a día. La prueba estuvo en el mano a mano con el Hijo del Santo, pues aunque los citados detractores vociferaron que el Perro no mostró nada, en realidad superó a su contrario en ciencia en el ring. El Hijo del Santo es uno de los luchadores que más actualizado se mantiene, pero el Perro lo superó con castigos y llaves de total contundencia.

Con esta campaña con el CMLL, el Hijo del Perro se desconectó un poco de las promociones independientes, aunque ha seguido su pique con LA Park en plazas como Monterrey.

El Hijo del Perro ya no es sólo un junior. Es más que eso. No es una segunda parte, es la versión moderna de una leyenda. Su historia se está forjando. El Perro es joven aún, y en el 2005 puede dar más sorpresas. Por lo pronto, él es el elegido por SÚPER LUCHAS como EL LUCHADOR DEL AÑO 2004.”

Con todo por delante, Hijo del Perro Aguayo decidió, una vez más, que el CMLL le quedado chico, y en 2008 volvió a optar no sólo por la independencia, sino que también por ser el jefe de un concepto, de una idea, de una marca, de un sueño. Así, Promociones Perros del Mal comenzó a hacer funciones contra luchadores independientes, primero, y posteriormente contra luchadores de AAA que no tenía empachos en volver a tentar al Can para que retornara a su casa. Cosa que sucedió el 6 de junio de 2010, cuando junto a Konnan y a Dorian Roldán conformaron La Sociedad, haciendo cera y pabilo de un mal comandado Ejercito AAA.

Una nueva generación de Perros surgió y con ella nuevas ideas, nuevos conceptos. El Perrito siempre lucía innovador, revolucionario. Hasta el trágico 21 de marzo. 

A nombre personal y a nombre de todos los que conformamos la familia SÚPER LUCHAS, guardamos un eterno recuerdo de tu presencia por nuestras vidas. No te olvidaremos, y mientras tengamos la oportunidad y el privilegio de poder seguir hablando de lucha libre, siempre guardarás un lugar muy especial entre los que te vimos luchar. Descansa en Paz, Pedro Aguayo Ramírez, que tu lucha junto a Héctor Garza en la Arena Celestial sea tan buena y tan sanguinaria como la mejor que podamos recordar. ¿Dónde están Perros?