La resaca de la eliminación no termina por cómo ocurrió. Colombia estuvo muy cerca de la semifinal, pero la suerte que acompañó al equipo en los 90 minutos frente a Argentina se agotó en los penaltis. Tampoco lo merecía. El equipo no solo quedó en deuda en la definición sino en el balance general de la Copa. La selección de Pékerman no pudo encontrar su juego en Chile y sus individualidades tampoco pesaron.
Lo obvio es señalar a las figuras. Falcao demostró que la lesión es un tema cerrado en lo físico, pero aún complica su desempeño en el campo. James, por su parte, no tuvo claridad para liderar al equipo desde el manejo de la pelota, estuvo impaciente, se le notó molesto cuando las cosas no le salieron bien. Sin embargo, el funcionamiento colectivo y el nivel futbolístico del equipo en general fueron igualmente determinantes. El desgaste de la temporada les pesó a todos.
Fallaron las sociedades y en el fútbol de Colombia eso es crucial. Pékerman probó con todos los delanteros que llevó a la Copa (Bacca, Teo, Muriel, Jackson, Falcao e incluso Ibarbo) y en 360 minutos el equipo solo anotó un gol, gracias a un zurdazo de Murillo. Buena introducción para resaltar que el trabajo defensivo del equipo fue destacable y las actuaciones de Ospina, memorables. Lo que Colombia perdió en vistosidad lo ganó en temperamento y eso puede gustar menos, pero también es importante. Dejó de ser un equipo que juega lindo, pero es ingenuo en defensa..
Encontrar equilibrio es tan fácil de exigir como complicado de lograr, pero Pékerman tendrá que moverse rápido para acercarse a ese ideal. El Mundial de Rusia 2018 espera.
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