Si el partido lo repasa un resultadista (de esos que abundan cada vez más en el fútbol argentino), seguramente se conformará con lo valioso del resultado, la punta del grupo y la primera victoria en Copa Libertadores durante este 2018. Si, por el contrario, lo analiza un futbolero despojado de toda acción relacionada con la chapa del resultado final, el partido se resume en una sola frase: La Copa se gana con Armani.
El calor agobiante, la humedad insoportable y el viento inexistente del Capwell de Guayaquil fueron, por momentos, más fuertes que la calidad futbolística de un rival que paseó por su casa las pocas virtudes de un presente que no lo tiene en posición de privilegio en la liga local y que apenas ganó un partido de los últimos cinco. River era más en la previa y con poco que hizo en el primer tiempo lo demostró.
El complemento fue un parto. Si bien el conjunto local jugó más suelto, y acaso liberado de toda preocupación, sabiendo que estaba a cuarenta y cinco minutos de despedirse prácticamente de la Copa, le sacó la pelota a River y lo mostró vulnerable. Maidana desconocido, el mediocampo con muy poca lucidez, y un ritmo del local que sin ser preciso fue abrumador, tuvieron a River a punto de empatar un partido contra uno de los rivales más inofensivos de todo el certamen. Por suerte para Gallardo, Pinola ratificó el momento que atraviesa y por el que River apostó cuando todavía era parte del elenco estable de la Selección de Sampaoli y la brillantez del arquero que a esta altura exime de todo calificativo original.
Enzo Pérez (¿El otro de pasaje a Rusia?) volvió a ser quien maneje los tiempos y eso es para celebrar también. Superando su propio desafío en completar de manera consecutiva los noventa minutos tal y como sucediera cuatro días atrás de la triunfo ante Central, tuvo la inteligencia que le devolvió a sus compañeros tranquilidad para manejar el ataque y solvencia para recuperar la pelota. Supliendo las ausencias sin aviso de Pity y Nacho en el juego, entendió que el partido iba a espaldas de los volantes de Emelec que, inentendiblemente, le entregaron espacios como pocos.
Partido para recuperar el estigma copero, para sentirse más cerca de la clasificación a Octavos de Final, para aliviarse al recuperar los puntos perdidos en casa y encarar la próxima semana la recta final que derivará incumplir el primer objetivo. Y partido también para aceptar el desafío de encontrarle más virtudes de las que exhibe a cada instante Franco Armani. Porque cuando parecía empezar a alterarse el color del buzo verde de Barovero, apareció un nuevo tono en el arco de River. Y ya sabemos cómo termina la historia cuando el arquero que custodia el "Arco más Grande del Mundo" demuestra estar a su altura. Como fue en 2016 con Atlético Nacional, que se repita el arquero del Campeón...