24/04/2024

Quini, el largo adiós a aquel goleador secuestrado en Barcelona

Jueves 01 de Marzo del 2018

Quini, el largo adiós a aquel goleador secuestrado en Barcelona

Quini falleció este martes. Fue uno de los grandes delanteros de la historia del fútbol español. Sumó cinco Pichichis, uno más que Messi y dos más que Cristiano. En 1981, tras una goleada del Barça, fue raptado. Lo liberaron 25 días después.

Quini falleció este martes. Fue uno de los grandes delanteros de la historia del fútbol español. Sumó cinco Pichichis, uno más que Messi y dos más que Cristiano. En 1981, tras una goleada del Barça, fue raptado. Lo liberaron 25 días después.

El Camp Nou era una fiesta en aquel primer día de marzo de 1981. Gozaban todos como en muchas de las celebraciones que se viven en tiempo presente, en esta Era Messi de tantas maravillas. El equipo recién había goleado al Alicante. Media docena de goles y mucho fútbol. También crecía la sensación de que la Liga estaba al alcance de la mano. Enrique Castro González, Quini para toda Cataluña y para todo el fútbol, sonreía en el campo de juego. El Brujo de Asturias -como le decían al hombre que había llegado hacía menos de un año desde el Sporting de Gijón- lucía feliz y expectante: a la semana siguiente había que visitar al líder Atlético de Madrid. Si el Barcelona ganaba en el Vicente Calderón llegaba a la punta.

Un rato después de la fiesta, de la ovación, de la goleada, el mundo se le cayó sobre la cabeza a Quini. Era el principio de la pesadilla. Volvía a su casa, entusiasmado. Estaba solo. Lo interceptaron tres jóvenes:

-Subite ya a la camioneta o te matamos.

Quini no tenía alternativas ni respuestas ni palabras. Subió a esa camioneta. Se lo llevaron. Lo entendió rápido: era un secuestro. Al día siguiente y todos los demás días que continuaron, los diarios, los canales de televisión y las radios ofrecieron detalles, versiones, trascendidos, rumores. Nada estaba claro en la superficie. Entre oscuridades, Quini imaginaba goles, según contó alguna vez.

Los secuestradores -se supo luego- no tenían antecedentes penales. Se decían representantes de un grupo autodenominado PRE. Justificaban el delito con un argumento absurdo: "Un equipo separatista no puede llevarse la Liga". Inicialmente pidieron 350 millones de pesetas por la liberación del futbolista. Luego bajaron las pretensiones. En el recorrido, el plantel sintió el golpe. Lo confesó Bernd Schuster: "No jugaré. Además de piernas tengo corazón. Y me duele. Sólo quiero que regrese Quini". El Barcelona pidió suspender el partido frente al Atlético. La Federación se lo impidió.

El calvario duró 25 días. El final también contó la inexperiencia de los secuestradores. Bajaron la cifra del rescate a 100 millones de pesetas. Solicitaron que el dinero fuera depositado en una cuenta en Ginebra, Suiza. Los investigadores hallaron al titular de la cuenta. Se trataba de un electricista de 26 años. El joven confesó ante la primera consulta policial. Quini estaba en un taller mecánico de Zaragoza. Lo liberaron el 25 de marzo.

El Barcelona sufrió las consecuencias de su ausencia. Sumó apenas un punto en tres partidos y perdió espacio en la lucha por el título, que finalmente ganaría la Real Sociedad. En breve quedó clara la influencia de Quini en el equipo. Esa temporada se recuperó del trauma y finalizó como goleador, el Pichichi, con 20 tantos en 30 encuentros. Y se guardó para el final un capítulo de cuento: en el encuentro decisivo de la Copa del Rey tuvo que enfrentar al equipo de su corazón y de su pasado, el Sporting. En Madrid, la ciudad a la que no lo habían dejado viajar los secuestradores, Quini marcó dos goles, el Barcelona se impuso 3-1 y fue campeón.

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Quini es ahora -recién fallecido este martes- una celebridad en el firmamento blaugrana. Y su secuestro ya es parte de los recuerdos y de las mitologías. Cuando se cumplieron tres décadas del episodio traumático, el estupendo programa Crackovia, de la televisión catalana, transformó aquel drama en comedia.

Quini es parte de la atmósfera del gigante catalán. El club -"más que un club", como dicen los culés desde hace casi medio siglo a modo de eslogan- lo ubica en su museo del Camp Nou y le ofrece el trato de una leyenda. Como Messi, como Maradona, como Cruyff. En la web oficial de la institución lo definen con entusiasmo: "Quini es el sinónimo de gol por excelencia. También conocido por 'el Brujo', 'Quinocho' y 'Quinigol', fue uno de los mejores delanteros de Europa de sus tiempos, un verdadero matador del área". Antes de hacer gritar a los catalanes se había erigido como una de las grandes figuras de todos los tiempos en el Sporting de Gijón.

Quini llegó al Barcelona a los 31 años. Era una apuesta de riesgo. Decían los críticos que a esa edad comenzaban los declives, que el Barcelona no se podía permitir un desliz. Lo habían tentado antes, pero el arribo sucedió recién en 1980. Quini siguió siendo Quini. Es decir, una garantía de gol. Deshizo las inquietudes con gritos. Y escuchó ovaciones. Participó de los tiempos de Maradona y de Menotti en el Barcelona. En sus cuatro años en el club no pudo ganar la Liga, pero obtuvo otros cinco títulos (una Recopa de Europa, dos Copas del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa). Y su paso se cuenta con goles: marcó 101 tantos en 178 encuentros. A los tres Pichichis -el premio al máximo anotador del torneo español- que había obtenido en tiempos del Sporting les sumó otros dos, de manera consecutiva.

Escribió Alex Couto Lugo en Kaiser Football: "El juego de Quini se caracterizó siempre por la sencillez de los gestos técnicos. No fue un jugador espectacular por las formas, sino por los registros conseguidos. Representaba al característico delantero de área que dominaba como nadie la posición en espacios reducidos y con una capacidad tremenda para revolverse y preparar el disparo orientado siempre al lugar más complicado para el portero. Dominador del juego aéreo, tenía un potente y acertado remate de cabeza. Su golpeo con el pie era impecable". Lo sabían todos: era un hombre del área. Vivía de eso. Y vivía a gusto.

Su dimensión la cuentan las comparaciones. Incluyendo la Segunda División, en la que fue dos veces goleador, resultó siete veces el máximo anotador de una Liga en España. Inmenso récord. En Primera, con seis Pichichis, sólo lo supera en ese rubro el mítico Telmo Zarra, del Athletic, ese vasco señalado tantas veces como el mejor cabeceador de la historia. Con cinco premios, Quini iguala en el segundo escalón con Alfredo Di Stéfano y Hugo Sánchez. Atrás quedaron: Ferenc Puskas, Lionel Messi, Isidro Lángara y Cristiano Ronaldo.

Por supuesto, también ofreció su oficio de goleador en el seleccionado español. Marcó ocho goles en 35 encuentros y disputó dos Mundiales: el de la Argentina, en 1978, y el de España, en 1982. Poco para un futbolista con sus estadísticas estupendas. Cuentan quienes mucho conocen del fútbol español que si hubiera estado en la Era de La Roja en vez de la Era de La Furia se habría cansado de hacer goles. Y de festejar con los mejores pasadores de la historia del fútbol de España. Como Xavi e Iniesta.

En 2009, cuando el Barcelona juntó a los autores de sus goles 3.000 (Quini), 4.000 (Guillermo Amor) y 5.000 (Messi), sucedió un encuentro de generaciones. El Brujo de Asturias le hablaba entusiasmado a Leo. No le estaba explicando nada. Le contaba su admiración. El crack rosarino lo escuchaba asombrado. Sabía que era la voz de una leyenda. También, la palabra del hombre al que nunca le pudieron secuestrar sus goles. El que este martes ofreció su último suspiro...

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