29/03/2024

Una fiesta del juego de ataque, imposible para el fútbol argentino

Martes 01 de Mayo del 2018

Una fiesta del juego de ataque, imposible para el fútbol argentino

Real Madrid se clasificó a la final tras igualar 2-2 frente al Bayern Munich en un partidazo.  Llega el último centro al área del Real Madrid. En realidad es un estupendo pase largo al que le faltan centímetros para ser perfecto. Joshua Kimmich -que ya jugó un partidazo desde su posición de lateral derecho- no

Real Madrid se clasificó a la final tras igualar 2-2 frente al Bayern Munich en un partidazo.  Llega el último centro al área del Real Madrid. En realidad es un estupendo pase largo al que le faltan centímetros para ser perfecto. Joshua Kimmich -que ya jugó un partidazo desde su posición de lateral derecho- no

Llega el último centro al área del Real Madrid. En realidad es un estupendo pase largo al que le faltan centímetros para ser perfecto. Joshua Kimmich -que ya jugó un partidazo desde su posición de lateral derecho- no llega a conectar la pelota. Es el último de los suspiros de un partido de maravillas, cambiante, capaz de atrapar incluso a los ajenos a este deporte. Se trata del sexto minuto de descuento. El suspenso es el último de los invitados a la fiesta, a esta celebración del fútbol de ataque.

El encuentro termina en un empate 2-2. Es la certeza de la clasificación del Real Madrid a su tercera final consecutiva y de la injusticia para ese Bayern Munich que merecía otro desenlace. El 2-1 de la ida, en el Allianz Arena, terminó pesando en esta serie semifinal.

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Zinedine Zidane, que vive cada partido como si poco sucediera, con una calma que asombra, respira al borde del campo de juego, ofrece una sonrisa breve. Es la cara de la victoria. Las dos figuras de su equipo fueron esos dos tipos que siempre escuchan y leen nombres de reemplazantes en los medios de la capital española: Keylor Navas atajó como un superhéroe y rescató a su equipo ante la búsqueda insaciable del gigante bávaro; Karim Benzema -francés de orgulloso origen argelino, como el entrenador- le agradeció la confianza con los dos goles. Ante un Cristiano Ronaldo de participación escasa, el 9 brindó la contundencia que hacía falta.

Antes de ese final de cuento, hubo un partido encantador. Con cuatro goles, con 24 remates a los arcos, con intensidad, con laterales con llegada como si fueran wines, con mediocampistas capaces de jugar a uno o a dos toques, con precisión en cada pase de 30, 40 o 50 metros, con errores -también- que facilitan la emoción (como el pase de Corentin Tolisso que Sven Ulreich transformó en blooper y gol rival, al inicio del segundo tiempo), con aciertos propios de cracks; con jugadas colectivas que retratan elaboración previa, proyecto de juego, idea desarrollada; con jugadas individuales que ofrecen razones para entender por qué el Real y el Bayern cuentan con dos de los cuatro planteles con mayor valor de mercado. Un escenario que resulta imposible para el fútbol argentino, para nuestra Superliga que vive a los tropiezos, con clubes frecuentemente presos de las urgencias y con presupuestos acotados.

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Corresponde decirlo: el campeón de la Bundesliga jugó en el Santiago Bernabéu como si estuviera en Munich. Sin inhibiciones, convencido. Se puso en ventaja con un gol de un lateral, Kimmich. Demostración de que todos están para atacar.

Pagó con goles del Real Madrid errores impropios de un equipo que tenía todo para abrazar -como en 2013- la Triple Corona. No le sancionaron a favor un penal por una clara mano de Marcelo, sobre el final del primer tiempo. No hubo quejas. Se repuso. Siguió yendo. Lo empató con una aparición de James Rodríguez, aquel mediocampista de Banfield que tras este paso por el fútbol de Alemania se recicló en un todocampista: puede jugar de enganche, de volante externo, de doble cinco. El Bernabéu, su anterior escenario, lo despidió con aplausos. Quizá porque no gritó el gol. Seguro por su fútbol.

Por momentos, el Bayern se lo llevó por delante al rival. Pero no era cualquier rival. "El Madrid nunca muere", grita -desde el lugar de los hechos- el título principal del diario Marca. Esa sensación de equipo inmortal se está haciendo muy notable en la era Zidane: no perdió ningún mano a mano internacional (Champions, Supercopa de Europa, Mundial de Clubes) en las últimas tres temporadas. Impresionante. Ese detalle, también, jerarquiza la colosal actuación del Bayern.

En cualquier caso, en este partido -el que más enfrentamientos registra por competiciones de la UEFA- otra vez se impuso esa mística, esa sensación de que -más allá de todo y de todos, incluso del rival enorme- siempre gana el Madrid. O casi. No es casualidad el grito de sus hinchas: van por La Trece. Se refieren a la Champions. Parece mentira. Pero es la verdad de la Casa Blanca.

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