“Cuando nací, Dios apuntó con el dedo y dijo: ese es”, resume Romario -con su singular estilo- su enorme éxito mundial. Era un privilegiado. Uno auténtico. Hacía goles por doquier. De hecho, cuando el popular ‘Baixinho’ necesitaba uno de esos “descansos” para ir de fiesta a su país, el gol era su principal refugio. No había mucho que reprocharle. Cumplía en la cancha y el descanso se lo ganaba a pulso. Su romance con el gol era tan inmenso que hace exactamente 15 años celebró el millar de anotaciones en su carrera. Y hasta ahora se le recuerda.
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