06/05/2024

Mario Canessa: La doctrina del fútbol y sus conspiradores

Domingo 21 de Julio del 2019

Mario Canessa: La doctrina del fútbol y sus conspiradores

Es mayor el peso, los resultados económicos que no tienen límite, la manipulación de símbolos, la corrupción; así concebido el fútbol, termina siendo una liturgia deportiva que no contempla ni examen de conciencia ni escarmiento y peor propósito de enmienda.

Es mayor el peso, los resultados económicos que no tienen límite, la manipulación de símbolos, la corrupción; así concebido el fútbol, termina siendo una liturgia deportiva que no contempla ni examen de conciencia ni escarmiento y peor propósito de enmienda.

En el fútbol, que es un mundo sin límites, han existido épocas donde este deporte soportó impactos exógenos que dificultaron su avance pero nunca sus fines. Su creciente popularidad incitó para que concurran depredadores hambrientos de gloria y ambiciones –sobre todo políticas– con la finalidad de usufructuar esa pasión indescriptible, útil para sus más oscuros propósitos.

Los ejemplos abundan y los más representativos son sin lugar a dudas los siguientes: Benito Mussolini, quien quiso ganar el Mundial 1934 al generar desde su poder inconmensurable –a tono de su lúgubre pensamiento– de que “el temor no tiene límite” (la paura non ha limiti). Y lo consiguió amedrentando a sus propios jugadores, árbitros. La historia del fútbol titula a ese acontecimiento “El tiempo en que el fascismo manchó la pelota”. Rafael Videla, que se obsesionó por organizar el Mundial 1978 para ocultar el genocidio contra su pueblo, creó una cortina de humo para disimular la política de terror con que gobernaba Argentina; la historia también lo identificó como el tiempo en que la pelota se manchó con sangre.

Pero el uso de la pasión futbolera no solo la manosearon los dictadores, también los demócratas y hay eventos que demuestran cómo se pueden mezclar los valores. Por ejemplo, hace pocos días encontré el mensaje con que los organizadores de la Clericus Cup, un torneo de balompié auspiciado por el Vaticano, donde participaron 16 delegaciones de seminaristas y sacerdotes de 70 países. El anuncio decía que los valores del fútbol hay que promoverlos porque resultan cercanos a la doctrina de Jesús, como juego limpio, perseverancia, honestidad y autosuperación porque estas son las virtudes que pide Jesús en el evangelio y que se encuentran en la esencia del fútbol. La verdad que me pareció inicialmente un mensaje alentador, pero luego reflexioné que no tuvo la dimensión adecuada como para compararlo, desde el ámbito doctrinal. No cabe porque el cristiano posee fines superiores. La doctrina católica concibe los conceptos supremos de la convivencia, mientras que la doctrina del fútbol es terrenal, incompleta y pecaminosa. Lo que el fútbol es capaz de generar a veces parece que no tiene límites.

Hace poco leía la manera de convencer que utilizó el DT Mario Salas a sus jugadores de la selección argentina sub-20. Su fórmula consistía en ejemplarizar “La doctrina del Che” invocando que sus valores, irreverencia, valentía y lealtad debían emularse.

Era lógico pensar que los chicos argentinos conocen quién fue el guerrillero argentino-cubano Ernesto Guevara, pero me pregunto: ¿Saben si toda esa lealtad al régimen castrista lo exime de responder por todos sus excesos? Hay devotos que creen que es justo glorificarlo y son los que entonan la canción de Carlos Puebla, de 1965, “Comandante Che Guevara”, que dice en un fragmento “Tu mano gloriosa y fuerte, sobre la historia dispara”. Con el respeto que merecen sus seguidores, no creo que alcance tanta glorificación como para que su admirador, el DT Salas, busque que el fútbol se inspire en su ejemplo.

Entratándose de la doctrina del fútbol, hay personajes que tratan de explicarla simplificando el concepto con la frase “Fútbol es fútbol”. Y esta opinión, que es sentenciosa e infinita, termina justificando todos los hechos que a nombre del fútbol se hacen, lo que la convierte en inadmisible. Otros alegan que el “fútbol es más que el fútbol” y sobre esta versión, en un artículo publicado en el 2000 en un portal argentino, afirmaban que cuando hay que hablar de fútbol, hoy en día, hay que referirse sobre todo a la parafernalia, al show, a las estrellas y que las referencias al juego se han vuelto absolutamente marginales. Es mayor el peso, los resultados económicos que no tienen límite, la manipulación de símbolos, la corrupción; así concebido el fútbol, termina siendo una liturgia deportiva que no contempla ni examen de conciencia ni escarmiento y peor propósito de enmienda. Y los millones de dólares que produce la actividad terminan siendo la inspiración espiritual del fútbol en estos tiempos. Y la tercera teoría es la que manifiesta que el fútbol ya no es fútbol y lo sustenta en que actualmente este deporte, irreflexiblemente, está inyectando desacuerdos elementales y valores distorsionados que inciden en el crecimiento de las nuevas juventudes en el mundo del fútbol. Sus representantes y los intereses de los clubes están forjando generaciones con otros principios éticos que afectarán el futuro del deporte.

Las reglas que rigen al fútbol se han venido modificando y han generado alteraciones en el negocio del balompié. Por ejemplo, la Ley Bosman, que en 1995 fue creada como protección al futbolista, trastocó los cimientos, alteró el mercado de jugadores y benefició a los clubes poderosos que atacaron a los clubes con menos recursos para arrebatarle a sus estrellas.

Otro caso de conspiradores a sueldo lo ha sufrido el fútbol ecuatoriano y atañe al cargo de técnico de nuestra Selección. Ocurre que siendo un cargo de tanta responsabilidad, que quien lo ejerce tiene en sus manos intereses nacionales, no siempre tiene un marco recíproco. La presencia de los últimos entrenadores ha sido fallida por algunas razones ya conocidas, pero al margen de las consecuencias económicas que ha representado fracasar en no ir a mundiales y las costosas indemnizaciones que representa la separación del cargo, deja muchos temas para analizar como los que detallo.

La alteración del orden jerárquico, los excesos de autoridad que se le otorgan al DT, el encubrimiento de las inconductas de sus dirigidos y la falta de trabajo con relación al dinero que devengan. Estas son importantes razones por las que esos técnicos han abusado de esa licencia otorgada y erosionaron la imagen y las escuálidas arcas de la FEF.

Para el futuro, además de elaborar un contrato que garantice un trabajo eficiente, también es necesario que el DT que tome las riendas de la Selección posea conocimientos vanguardistas y, sobre todo, respeto a los principios que rigen la doctrina del fútbol, para evitar así que vengan figurones llenos de rifirrafes y peloteos disfrazados en dialéctica.

Entratándose de otras amenazas no hay cómo dejar de mencionarlas: la corrupción, la sobrevaloración de los jugadores, de los presupuestos fallidos y los estimulados por el lavado de dinero o las mafias enquistadas en apuestas, el dopaje, la inseguridad en los escenarios, la discriminación, el racismo y algunos más que son parte de la conspiración.

Y es posible que también, con voluntad o sin ella, fracciones del periodismo deportivo formen fila en el evento conspirador. Esta presunción toma cuerpo cuando algunas demostraciones, expresiones y opiniones han sido influenciadas por la interferencia de modismos y estilos importados de otros países, donde los reconocidos sapiens millenials han adquirido un relativo poder en las esferas del fútbol.

Todos estos riesgos se los ha venido identificando con el pasar de los hechos y sus consecuencias, hasta hoy el fútbol ha sido capaz de resistirlos, gracias a ese factor inmunológico que es su gran aceptación popular, pero si las estructuras y quienes las dirigen no lo protegen, se corre el riesgo de que el fútbol pierda su esencia primigenia, que es ofrecer en un espectáculo un partido de fútbol, enmarcado en las reglas de juego, que produzca belleza y el disfrute en una justa dimensión. (O)

 

Es necesario que el DT que tome las riendas de la Selección posea conocimientos vanguardistas y, sobre todo, respeto a los principios que rigen la doctrina del fútbol".

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