12/05/2024

La pelota sí se mancha, por Miguel Morales

Lunes 30 de Noviembre del 2015

La pelota sí se mancha, por Miguel Morales

Año 2000. Ante la ocupación israelí y las disputas territoriales, la Federación de Fútbol de Palestina se vio forzada a crear dos ‘primeras divisiones’: la de Gaza y la de Cisjordania, las dos grandes regiones del país divididas, literalmente, por Israel. Recién en agosto último, y no sin uno que otro conflicto al momento de cruzar las fronteras, los ganadores de ambas ligas pudieron enfrentarse, en duelos de ida y vuelta, para definir al campeón de Palestina. El partido fue un hito que trascend

Año 2000. Ante la ocupación israelí y las disputas territoriales, la Federación de Fútbol de Palestina se vio forzada a crear dos ‘primeras divisiones’: la de Gaza y la de Cisjordania, las dos grandes regiones del país divididas, literalmente, por Israel. Recién en agosto último, y no sin uno que otro conflicto al momento de cruzar las fronteras, los ganadores de ambas ligas pudieron enfrentarse, en duelos de ida y vuelta, para definir al campeón de Palestina. El partido fue un hito que trascend

Año 2000. Ante la ocupación israelí y las disputas territoriales, la Federación de Fútbol de Palestina se vio forzada a crear dos ‘primeras divisiones’: la de Gaza y la de Cisjordania, las dos grandes regiones del país divididas, literalmente, por Israel. Recién en agosto último, y no sin uno que otro conflicto al momento de cruzar las fronteras, los ganadores de ambas ligas pudieron enfrentarse, en duelos de ida y vuelta, para definir al campeón de Palestina. El partido fue un hito que trascendió el deporte: luego del bloqueo definitivo en 2007, ningún gazetí salía de la ciudad hacía siete años, mientras un cisjordano podía conocer todo el mundo, excepto el otro lado de su propio país.


El Al-Ahli (de rojo) fue campeón de Palestina al vencer 2-1 al Al-Ittihad en el partido de vuelta. La ida quedó 0-0. (AP)

Año 2014. Guerrilleros separatistas pro Rusia se apoderan de la ciudad de Donetsk, en 2013. Desde Kiev, el gobierno ucraniano, para expulsarlos, bombardea su propia ciudad. En marzo del siguiente año el club más importante de la región, el Shakhtar, decide abandonar a sus seguidores y se muda a Kiev buscando paz. Justo a tiempo: dos veces, en agosto y octubre, misiles impactan en el Donbass Arena, destruyendo parte del estadio donde jugaban de local. Pero antes, en julio, seis jugadores habían desertado (entre ellos Douglas Costa, la estrella del Bayern) al negarse a regresar a Ucrania tras un amistoso ante Lyon. Luego de varios días se reincorporaron y el equipo ahora juegan en la pequeña y pacífica ciudad de Lviv. “Éramos felices. Éramos los reyes de Donetsk”, le dijo el brasileño Dentinho a El País.


Shakhtar colgó estas fotos en su Twitter tras el primer bombardeo. Afectó la zona occidental: ahí guardaban alimentos para los pobres.

Año 2015. El 24 de noviembre, un piloto ruso muere en la frontera entre Turquía y Siria porque un misil derriba su avión. Los turcos rechazan la responsabilidad pero Vladimir Putin, presidente ruso, no da crédito y ha puesto en marcha un plan de hostigamiento hacia el país indoeuropeo en donde el fútbol no se salva. El último sábado, como informa la BBC, Putin no solo desalentó el turismo en Turquía (en 2014, según El Mundo, 4,5 millones de rusos visitaron el país turco): también exhortó a los rusos que allí viven a regresar y firmó un decreto que va desde restricciones fiscales a las importaciones turcas hasta la contratación de turcos en empresas rusas.

Vitaly Mutko, ministro de deportes de Rusia, al día siguiente le dijo a la agencia R-Sport que “los clubes rusos ya están informados de que en el mercado de pases de invierno (que se abre el 1ro de enero) será imposible que compren jugadores turcos”. Mutko subrayó que los turcos que laboran en Rusia (de acuerdo a Dmitry Peskow, portavoz de Putin, son unas 90 mil personas), futbolistas entre ellos, podrán seguir trabajando con normalidad. Pero está claro que, pese a estas ‘consideraciones’, el mínimo ataque a un turco –físico, político o cultural– es susceptible de ser relacionado con la hostilidad hacia ellos que Rusia desarrolla y fomenta, pretendiendo que otros sigan su ejemplo. Bien, no hubo que esperar mucho para que suceda así. Y ocurrió en un partido de fútbol.

El último domingo, Hakan Calhanoglu fue a sacar un tiro de esquina frente a la tribuna que ocupaba la hinchada visitante, la del Schalke. Inusualmente llueven objetos en Alemania, pero a los pies del ‘10’ turco cayó un gran pedazo de lo que podría ser pan o cerdo. La cámara no lo esclarece y no hay consenso en los medios, pero el racismo es evidente: el volante del Bayer Leverkusen es musulmán; el pan es un alimento bendito en su religión, mientras que comer cerdo está prohibido. Fuese lo que fuese, Calhanoglu lo recogió y lo besó tres veces, bendiciéndolo, antes de echarlo fuera del campo.


Sea pan o sea cerdo, que se lo hayan tirado precisamente a él no parece coincidencia. Resulta más lógico pensar que uno o dos aficionados de mente corta llevaron premeditadamente la comida para arrojársela, sabiendo que él lanza los tiros de esquina en su equipo. Ojalá haya sido solo una desafortunada semana para los futbolistas turcos en Europa y uno una bola de nieve que comienza a crecer. Dentro de este episodio, vergonzoso por donde se le vea, lo bueno es la educada reacción de Calhanoglu, que generó aplausos y adhesión en los medios y las redes sociales, condenando a los hinchas del Schalke. Esta es, finalmente, otra muestra que el deporte no es ajeno a los hechos políticos y sociales. Menos uno tan masivo como el fútbol.

Por Miguel Morales
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En Twitter: @7miguelmorales

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