Hace cuatro años, en la Copa América de Argentina, Perú sellaba su clasificación a cuartos con una derrota por la mínima ante Chile. El elenco blanquirrojo conseguía uno de los dos mejores terceros puestos y se enfrentaba a Colombia en cuartos. Victoria por 2-0, y derrota posterior ante Uruguay en semis. Tras golear a Venezuela, Perú se llevó un simpático tercer puesto que supo a triunfo en una nación tristemente acostumbrada a la derrota. Aquella selección guardaba muchas similitudes con la que ayer obtuvo el pasaje tras empatar con Colombia: era un equipo a priori inferior a casi todos los demás, con dos o tres jugadores consolidados y el resto con más dudas que certezas.
El entrenador de ese equipo era Sergio Markarián, que optó por construir un conjunto ordenado y sólido, que contraatacara con velocidad en los momentos claves. Markarián tuvo el mérito de sacar del olvido a jugadores como Rinaldo Cruzado y Luis Ramírez, consolidando un medio campo con buen toque y dosis generosas de sacrificio. Si bien la idea no era manejar la posesión del balón todo el partido, y sí contragolpear con velocidad, el equipo disfrutaba de tenerlo cuando podía, algo que parece estar impreso en la genética del futbolista peruano. A Markarián le gustaba alternar el control de la pelota con el contraataque, y en el 2011 la fórmula le resultó.
El Perú de Gareca, que ha llegado sólo hace tres meses al cargo, pareciera tener claro que mientras más tiempo se disponga del control del balón, será más fácil controlar los partidos. Los encuentros ante Brasil y Colombia fueron parecidos: asumida la diferencia de calidad entre los dos planteles, el Perú otorgaba la iniciativa a sus rivales pero no para contragolpear con vehemencia, si no para recuperar el balón, controlarlo, y desesperar a los de amarillo. Si bien Brasil pegó en el final y volteó el partido, Colombia no pudo hacerlo y Perú terminó celebrando.
Comenzamos entonces a ver los primeros retazos de la idea de Gareca: circular el balón con criterio, defender con atención, abrir las bandas en la medida de lo posible. Para este efecto, las actuaciones de Christian Cueva y Joel Sánchez han sido claves. El nuevo entrenador los ha sacado de la sombra, les ha hecho sacudirse la parsimonia con que se juega el torneo local, con lo que aportan habilidad, velocidad y sacrificio, algo que el Perú pide a gritos. Bolivia pinta como el rival más accesible y, de suceder lo esperado, la blanquirroja estará en semifinales por segundo año consecutivo: un mérito importante, aunque secundario si se tiene en cuenta que la gran meta es clasificar a un mundial después de más de treinta años.
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