23/04/2024

Jorge Barraza: El abrazo del alma en el Mundial 1978, en Argentina

Domingo 05 de Abril del 2020

Jorge Barraza: El abrazo del alma en el Mundial 1978, en Argentina

Víctor Dell’Aquila celebró con Ubaldo Fillol y Alberto Tarantini. La imagen salió en El Gráfico.

Víctor Dell’Aquila celebró con Ubaldo Fillol y Alberto Tarantini. La imagen salió en El Gráfico.

Buenos Aires -

Por una vez, las mangas de su buzo parecen cobrar vida y querer sustituir a los miembros ausentes. Para que él también pueda ser partícipe del abrazo. Hace cuatro, cinco segundos que el árbitro italiano Sergio Gonella acaba de dar los tres silbatazos de telón para el Mundial 1978, Argentina es campeón. El país más futbolero del planeta, por fin, alza la Copa del Mundo tras vencer a Holanda 3-1. El arquero Ubaldo Fillol se funde en un abrazo con el defensa Alberto Tarantini. Víctor Dell’Aquila, un hincha de 23 años al que le faltan los brazos, se suma a la algarabía de todo un país.

Su privilegio es estar dentro del campo de juego, al lado de los ídolos; su desdicha es no tener con qué estrecharlos. Pero las mangas de su pulóver parecen cobrar vida y abrazarse con Fillol y Tarantini. El momento quedó perennizado en blanco y negro y es una de las joyas editoriales de la revista El Gráfico, de Buenos Aires.

Más que eso, está considerada la foto más célebre de la historia de los mundiales y ha sido impresa en cientos de publicaciones de todo el mundo. La tomó don Ricardo Alfieri padre, legendario fotógrafo de la revista, autor de muchas de las famosas portadas.

Al volver a la editorial, Alfieri pasó por la redacción y depositó sobre el negatoscopio (un escritorio que es al mismo tiempo una pantalla iluminada desde abajo para divisar radiografías o negativos de fotos) el material ya revelado que traía de la cancha de River. El primero que la individualizó pasó el aviso: “Miren esta foto”.

El hincha Víctor Dell’Aquila, sin brazos, entra en la historia el 25 de junio de 1978. Llora con Alberto Tarantini y el arquero Ubaldo Fillol.

Lo bautizó Ardizzone

Varios dejaron sus máquinas de escribir, se levantaron y, al verla, comprobaron que sin duda estaban ante una pieza excepcional. No era un abrazo físico sino un abrazo espiritual. El talentoso periodista Osvaldo Ardizzone la bautizó con su sensibilidad de artista: “Pero este es el abrazo del alma”, dijo con su gangosa voz de nicotina. Así le quedó: “El abrazo del alma”. Que tiene una historia muy particular. La cuenta el propio Dell’Aquila.

“Siempre iba a la cancha por el Instituto de Discapacitados. Nos ubicaban al borde del campo de juego, pero esa vez no nos dejaron entrar. Era la final del mundo... Entonces me conseguí un lugar en la platea ubicada detrás de un arco. Los militares querían dar una imagen de orden total, ya se había anunciado que habría un operativo de seguridad muy severo, por el cual nadie, absolutamente nadie podría ingresar al campo. Era terminante, pero yo soñaba con entrar y dar la vuelta olímpica con los muchachos”.

¿Cómo hiciste…? “Me dije que tenía que calcular bien todo y no podía fallar. Cuando estaba por terminar el partido, vi que el árbitro levantaba la mano y sonaba el silbato. Pensé que era el final y salté la valla hacia el campo desde unos dos metros de altura. Me di un porrazo contra el suelo, porque no tengo cómo amortiguar la caída. Pero el juego no había terminado…”.

Con las mangas

“El juez simplemente informaba que daba un minuto adicional. Justo me vieron dos policías con un perro, se acercaron para sacarme y me acordé lo que me había dicho un comisario amigo: ‘Cuando te quieran sacar, te metés dentro del campo de juego, la FIFA tiene prohibido que la policía pise el césped mientras haya jugadores’. Y bueno, en ese minuto hice tiempo como pude, agachándome para que no me vieran, escondiéndome entre los fotógrafos, hasta que se produjo el final y entonces sí, me largué adentro. Fui a buscarlo a Tarantini, que era de Boca Juniors, lo conocía bien porque yo iba todos los domingos a La Bombonera, soy hincha y en Boca me dejaban entrar sin problema. Pero justo que estaba llegando a él, vino Fillol y lo abrazó. Entonces me frené de golpe para no chocarlos y las mangas de mi buzo se fueron hacia delante. En ese preciso instante, Alfieri me tomó la foto. Parece que me estoy abrazando a ellos con las mangas”.

Como él, don Ricardo Alfieri también corría hacia el campo de juego buscando una vez más la foto diferente. En este caso, una que reflejara el sentimiento exultante que despertaba la conquista. Poco después, el propio Alfieri le obsequió la foto y con una dedicatoria: “Con todo cariño le dedico a Víctor mi mejor foto del Mundial 78. Ricardo Alfieri”. La tiene enmarcada en su casa, que parece un museo boquense, exultante de fotos, trofeos y camisetas auriazules.

Invitado por la AFA

Víctor pasó a la posteridad con esa toma. Le han hecho infinidad de entrevistas por ello. Hasta fue invitado por la AFA a la fiesta de conmemoración de los 25 años de la conquista. La conocida conductora Susana Giménez lo llevó a su programa de TV y lo reunió con Tarantini y Fillol. Fue un emotivo reencuentro. Posteriormente, en el 2014, antes del Mundial de Brasil, protagonizó junto con el arquero y el defensor un celebrado comercial de Coca Cola rememorando aquel instante mágico. El hombre inmortalizado por una foto tiene hoy 67 años y vive lo que él denomina “una vida normal”.

En el 2013 se juntaron con Dell’Aquila Tarantini (i) y Fillol (d). El hincha tiene la foto en casa.

¿A qué llamás normal? “Tengo una familia, mujer y dos hijos de 34 y 22 años, trabajo, conduzco mi auto… Juego al fútbol todos los domingos. Eso me ayudó a escapar del problema”. ¿En qué trabajás? “Levanto quiniela. Recuerdo todos los números de memoria”. Sonreímos. Lo dijo Dell’Aquila con un desparpajo fenomenal, con la naturalidad de quien está al margen de todo.

Víctor asombró a la teleaudiencia jugando al pool con notable destreza; toma el taco con la boca y le pega seco, preciso; practica el ping pong con habilidad de asombro, ceba mate y tantas cosas más. Sin embargo, impacta su velocidad mental, su picardía, tiene la ligereza que da la calle, la astucia de los que se hicieron a sí mismos en medio de las adversidades. Y no se siente menoscabado ni acomplejado por su discapacidad. Su mejor terapia es justamente la pelota.

“¿Qué me pasó? Yo era muy travieso, tenía 12 años y me subía a una de esas columnas gigantes que sostienen los transformadores de energía eléctrica. Era de unos 20 o 30 metros de altura, desde donde veía todo mi barrio, San Francisco Solano. Hasta Lanús veía. Era peligroso, pero subía y bajaba como si tal cosa. Un día, cuando quise bajar, resbalé y me di cuenta de que me mataba; para no caer al vacío, me agarré de lo primero que encontré a mano, un cable de alta tensión. Recibí una descarga y un brazo me quedó pegado al cable. Como pude, estiré el otro brazo para tratar de despegarlo y me lo fulminó también. Hasta ahí recuerdo, luego me desmayé y desperté en el hospital”.

Hubo que amputar

La corriente le carbonizó las extremidades superiores. Para salvarlo, hubo que amputar. “Antes de cortarme los brazos los médicos le pidieron autorización a mi mamá; ella no quería, pero le explicaron que, de lo contrario, iba a morir engangrenado. Y al final lo aceptó. Hasta hoy se lo agradezco porque igual pude vivir una vida feliz. Pero en ese momento le pregunté al médico: ¿para qué me deja vivir?, y él me respondió: ‘Vos le tenés que devolver la vida a tu vieja’ y esa fue mi mejor ayuda psicológica”.

Víctor no solo gambeteó a la muerte, “El abrazo del alma” lo pasó a la eternidad. (D)

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