El 22 de diciembre de 1983, hace 40 años, se vivía un hecho inédito en la Doble Visera: Independiente le ganaba 2 a 0 a Racing, y además de consagrarse campeón, celebraba el descenso de su máximo rival. Alegría inigualable de un lado, tristeza interminable del otro.
El partido se jugó por la última fecha del Metropolitano. Luego de muchas idas y vueltas, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) había decidido implementar el sistema de promedios para decretar los descensos a la Primera B. Y sólo se tomaron los puntos del Metropolitano de 1982, donde la Academia terminó en el puesto 16°, con 28 puntos, muy lejos del campeón Estudiantes (54).
Esa pobre cosecha lo obligaba a hacer una buena campaña al año siguiente, pero lejos de pelear arriba Racing quedó en el puesto 17, con 30 puntos. Una fecha antes de enfrentar al Rojo, el equipo que dirigía Juan José Pizzutti, el mismo que había logrado como DT sacarlo campeón de la Libertadores y del mundo en 1967, había perdido de local 4 a 3 contra Racing de Córdoba y así selló su destino.
Fue la primera vez, y la única, que la Academia descendió: sufrió dos años en el ascenso hasta que en 1985, tras un sufrido certamen, logró el regreso. Gustavo Adolfo Costas, hoy nuevamente en el banco como DT de Racing, era parte de ese equipo que perdió la categoría: fue uno de los juveniles más destacados, que cumplió una gran actuación en ese torneo, pero al que una lesión lo dejó afuera en el tramo final.
El Rojo era todo lo contrario: había quedado, en el Metropolitano de 1982, segundo de Estudiantes por apenas dos puntos. Y tenía un equipazo que en 1984, además de conquistar la Libertadores, la séptima, iba a vencer en la Intercontinental a Liverpool con el recordado gol de Percudani.
Ese equipo del Pato Pastoriza campeón del ‘83 tenía en sus filas a un mediocampo de lujo: Giusti, Marangoni, Burruchaga y Bochini… ¿qué más puede decirse?
A diferencia de Racing, que recién pudo lograr la primera victoria del torneo en la sexta fecha (2 a 1 a Temperley), Independiente recién perdió el invicto en la fecha 11, ante Newell’s. En ese torneo sólo cayó en cuatro ocasiones, sumando 16 victorias y 16 empates.
El Rey de Copas fue por lejos el que menos perdió dentro de un largo campeonato de 36 fechas. Por el contrario, su archirrival cayó en 17 oportunidades, y le costó mucho sumar de a dos puntos, ya que sólo se impuso en 11 ocasiones.
Independiente formó en esa tarde inolvidable de jueves con: Moriconi; Zimmermann, Villaverde, Trossero, Clausen; Giusti, Marangoni, Burruchaga; Bochini; Sánchez y Percudani.
Racing lo hizo con: Carlos Rodríguez; Solari, Campos Aquino, Castelló, Velloso; Caldeiro, Urán, De Andrade; Matuszyczk, Lozano y Larrachado.
El partido mostró a Independiente como un claro dominador. El local tenía la ventaja de depender de sí mismo: llegó a la fecha final con 46 puntos. Si ganaba se consagraba campeón, y dejaba sin chances a los escoltas San Lorenzo (terminó con 47 puntos, tras vencer a Platense) y Ferro (46, que igualó con Huracán).
El partido se abrió, cuando no, con una asistencia de Bochini a los 43 minutos hacia Giusti, quien ingresó al área por la derecha y sacó un fuerte remate para el 1 a 0 parcial. A partir de ese momento el Rojo se tranquilizó. Y a los cinco del complemento aseguró el marcador con un buen remate desde afuera del área de Enzo Trossero.
Racing fue un digno rival: dio la cara en un momento complicado, el más difícil de su historia, con cerca de 400 hinchas que acompañaron en las tribunas a un equipo integrado por juveniles: los titulares decidieron no jugar. Pagó caro los malos manejos institucionales y no le alcanzó con un plantel escaso en jerarquía. En los últimos torneos la Academia había coqueteado con el descenso, como en 1977, cuando se salvó en la última fecha, o cuando en 1982 quedó al borde del abismo. Ese año la pesadilla se hizo realidad.
“El día del descenso fue terrible. Nos tiraban piedras, corrimos hacia el túnel…. La sensación cuando llegué al vestuario fue de angustia, de impotencia. Nunca vi un vestuario así. Parecía el funeral de un ser querido. Al otro día volví a la cancha y las plateas estaban rotas, y vi hasta carnets rotos”, contó más tarde el arquero Miguel Angel Wirtz.
Del otro lado, los hinchas de Independiente estaban contenidos por la Policía para que no saltaran al campo de juego para celebrar. Cosa que ocurrió apenas el árbitro Carlos Espósito dio el pitazo final. El Rojo volvía a ganar un título local luego de cinco años (el último había sido el Nacional de 1978) y sobraban motivos para celebrar. Claro, fue un festejo por partida doble.