El Atlético de Madrid no puede entenderse actualmente sin Diego Simeone. Como tampoco sin Luis Aragonés, que junto al actual entrenador serán seguramente las dos figuras más importantes de la historia del club. Aunque el argentino lleva camino de tener una trascendencia mayor que nadie hasta la fecha.
El pasado miércoles lograba en Lyon su sexto título en 6 años, de manera que desde que llegara a la escuadra colchonera no ha dejado de ganar, aunque haya estado varias temporadas sin hacerlo. Desde luego, lo que no se le puede reprochar a su equipo es que nunca ha dejado de competir.
Esto es precisamente lo que marca la nueva identidad del combinado del Manzanares, que desde hace un lustro es uno de los clubes más temidos del planeta fútbol y más incómodos ante los que jugar. Una escuadra capaz de plantar cara cada año a Real Madrid y FC Barcelona y de quitarles una Liga de las últimas 15 que se habían repartido.
Y todo ello pese a su inferioridad económica con respecto a sus dos ilustres competidores, que además tienen la capacidad para arrebatarles a algunos jugadores. Pero el club madrileño siempre se sobrepone, como hiciera este curso tras su temprana eliminación en Champions League. Porque han ido cambiando los jugadores, pero mientras el espíritu del Cholo sigue activo, el Atlético de Madrid da guerra.
Ya no es un club secundario y con complejos: es una máquina de ganar, de penalizar como nadie los fallos del rival y de apenas cometerlos, como demostrara ante el Olympique de Marsella. Un club por el que muchos de sus jugadores se empapan de esta filosofía que destila su entrenador, y también grandes referentes del equipo como ya son Diego Godín, Juanfran, Filipe Luis o Koke, los 4 supervivientes de la Europa League de Bucarest 2012.