16/04/2024

Jorge Barraza: El hincha de fútbol y la Edad de Piedra

Jueves 23 de Abril del 2020

Jorge Barraza: El hincha de fútbol y la Edad de Piedra

Todas las épocas tienen maravillas y mamarrachos. No obstante, en fútbol esa tendencia a adorar (y adornar) el pasado (...)

Todas las épocas tienen maravillas y mamarrachos. No obstante, en fútbol esa tendencia a adorar (y adornar) el pasado (...)

Buenos Aires -

Pelé fue mi primer ídolo global del fútbol. Han pasado muchos, muchos años, pero Edson Arantes sigue estando en lo alto de mi altar personal. Su libro autografiado dora un estante. Con él hasta suena lógica la frase de Perogrullo: “Pelé es Pelé”. Con ello queda todo dicho. Fue fenomenal, un portento físico y técnico, goleador fabuloso, jugador de equipo, guerrero, noble, ganador, valiente. Todo. Luego vino Diego Maradona con su épica, una épica que el fútbol no había visto nunca, e hizo temblar su reinado. Aun con sus problemas extrafutbolísticos, para cientos de millones, lo superó. Por habilidad, por rebeldía, por atrevimiento. Son intocables.

“¡No me toquen el cuarenta…!”, gritaba Juvenal en plena redacción, gran compañero de El Gráfico. Más que eso, un hermano mayor. Adoraba esos tiempos de La Máquina de River, con Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Sin embargo, Juvenal tenía una virtud: saber adaptarse a los tiempos, tener la amplitud de valorar el presente y no enfrascarse solo en sus recuerdos. Fue envejeciendo y disfrutando de Enrique Omar Sívori, de Ermindo Onega, de Norberto Alonso, de Ricardo Bochini, del Burrito Ortega… Había admirado a Carrizo, pero enaltecía a Fillol. Amaba el cuarenta sin renegar del ochenta. Por eso, hasta el último día, mantuvo intacta su capacidad de análisis. No era obtuso.

El fútbol se quedó congelado el 8 de marzo; en estos 46 días de inactividad, casi sin noticias, con cuarentena, hemos leído muchos libros, visto hartas películas y, como tantos, comenzamos a rever partidos antiguos. Es un provechoso ejercicio. Vimos dos compactos (bastante largos): Chile 2, Colombia 0 (semifinal Copa América 1979) y Chile 6, Ecuador 2 (Eliminatoria 1985). Comprobamos lo que habíamos visto ya en 1973: ¡Qué jugadorazo era Caszely...! ¡Qué bravo...! Como los grandes-grandes, cada bola que agarraba iba con todo para adelante. Una pesadilla para el rival. Era gambeteador, goleador, inteligente, técnico y guapo, pero lo más importante, encaraba en todas las jugadas. A los defensas les convienen los que tocan siempre para atrás, los que carecen de uno contra uno, porque no molestan y los dejan acomodar. Así como Caszely era Bochini. Peligrosísimo para el adversario. Y guay que en 1985 andaba por los 35 años. Caszely está arriba de todo en la historia de Chile, con Elías Figueroa, Salas, Zamorano, Vidal…

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Hace unos días, alguien nos recomendó ver de nuevo la final de 1970, Brasil 4, Italia 1. “Te vas a desilusionar, pero es bueno que la veas para evaluar el presente y, sobre todo, para tener un mejor panorama de la evolución del fútbol y de su perspectiva histórica”, me advirtió.

Tenía razón. Fue bueno, sobre todo, para valorar el maravilloso fútbol del presente. Y escribimos desde el más frío rigor analítico lo que vimos en esa final de México 1970. Era otro fútbol; nos había deslumbrado en su momento, ahora está completamente superado. No se trata de demeritar el ayer, pero no existe una mínima partícula de duda: lo de hoy es de otro nivel.

No obstante, hay que cuidarse al opinar porque uno se enfrenta a la ira de los cruzados de la antigüedad, te arrancan los ojos. ¡Cómo se atreve…! Nos recuerda la mafiosa advertencia del napolitano dueño del Cinema Paradiso: “Nunca te metas con uno de Nápoles…”. Si te metes con el pasado, estarás en problemas... ¡Aquello era extraordinario…! Que sí, que sí… para su época lo era. El hincha de fútbol vive aferrado a la Edad de Piedra. El mejor fútbol era el de 1940, delanteros había en los años 50, los verdaderos arqueros eran los de la década del 60, no Jan Oblak, no Marc-André Ter Stegen, aquellos… Todo así.

El fútbol se quedó congelado el 8 de marzo; en 46 días de inactividad, casi sin noticias, con cuarentena, hemos leído libros, visto hartas películas y comenzamos a rever partidos antiguos.

¿Por qué es una herejía decir que el fútbol actual es mejor que el de hace 50, 60 o 70 años...? ¿El honor de quién estamos mancillando...? “No se puede hacer comparaciones”. ¿Por qué no…? Cuando se afirma que Alfredo Di Stéfano fue el mejor de su tiempo es porque se lo comparó con el resto y se determinó eso. Si la mayoría opina que George Best fue el mejor futbolista británico de la historia, es por haberlo cotejado con los demás, anteriores y posteriores a él. Y sí, casi seguramente lo fue.

Además, ¿dónde reside el problema de cambiar de opinión cincuenta años después…? En 1970, ese de Brasil-Italia nos pareció un fútbol extraordinario. Hoy lo vemos y nos preguntamos cómo nos pudo haber gustado tanto eso. Es porque el juego actual se ha transformado tanto que hace parecer pobre todo aquello o apenas discreto.

Harry Preston, periodista inglés considerado un experto del juego, vertió en el semanario inglés All Sports, en 1923, esta opinión, reproducida por el FIFA News de octubre de 1990: “El deporte va por senderos erróneos. Sin dudar en absoluto, digo abiertamente que el grande y arrogante fútbol ya no es tan bueno como era antes. Lo malo es su monotonía. En la actualidad cuenta con muchos menos jugadores sobresalientes. Naturalmente, siempre hay grandes figuras, pero cuando se consideran los equipos en conjunto, entonces el espectador tiene la impresión de la medianía. El fútbol association no es hoy un juego que requiere habilidad, sino que ha degenerado, en lugar de recreo para fans, en un asunto sumamente peligroso. La explicación es que la demanda de buenos jugadores sobrepasa la oferta. La causa principal de esa escasez reside en que se presta poca atención al desarrollo de la ‘materia prima’. Prescindiendo de pequeñas excepciones, en ningún lado se piensa en enseñar a los jugadores cómo deben controlar el balón”.

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Cuando Preston lo dijo, decenas de asociaciones y miles de clubes de todo el mundo ni siquiera habían sido fundados. Pasaron 97 años de su oscuro vaticinio, pero tiene una asombrosa similitud con actuales declaraciones de exfutbolistas o personas vinculadas al fútbol.

Lo de Preston no es condenable, se trata de una humana debilidad: la de sentir y creer que todo tiempo pasado fue mejor. Que, por supuesto, no es así, va en contra de la evolución que se da en todos los órdenes de la vida. Todas las épocas tienen maravillas y mamarrachos. No obstante, en fútbol esa tendencia a adorar (y adornar) el pasado se acrecienta como en ninguna otra actividad: siempre, lo mejor fue lo de antes. En cambio, a ningún personaje de Hollywood se le ocurriría decir que Errol Flynn era más actor que DiCaprio. Este es muy superior y no existe discusión posible.

También hay otro error usual en el que se cae: “Este fútbol tal vez es más veloz y atlético, pero aquel era más preciosista”. Sin duda, el actual es mucho más rápido y vivaz, y además se ven jugadas colosales que antes no se veían. Pese a tener más tiempo y espacio, no hacían las maravillas que solemos ver ahora, sobre todo de volantes y delanteros.

Sucede que el presente no tiene tan buena prensa como el pasado. Se habla mucho de él, sí, pero no bien. La memoria engaña mucho, y la nostalgia es una bella embustera, nos hace ver feo lo actual, que es buenísimo, y buenísimo lo anterior, que no era tanto.(O)

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