19/04/2024

El abuelo cuenta-cuentos... adiós a el Gran Balcázar

Lunes 27 de Abril del 2020

El abuelo cuenta-cuentos... adiós a el Gran Balcázar

El miembro de las Chivas del Campeonísimo dejó de existir a la edad de los 88 años.

El miembro de las Chivas del Campeonísimo dejó de existir a la edad de los 88 años.

GUADALAJARA -- Este ha sido uno de los peores domingos de mi vida...

Otro domingo trágico que recuerdo fue el domingo 2 de octubre de 1994, cuando murió mi hermano Mario. Mi padre había muerto en martes y mi madre en miércoles.

Tomás Balcázar González murió en domingo, justo el día del futbol, el día que hoy la pandemia impide jugar futbol con aficionados.

Una extraña sensación recorre mi cuerpo: las cuatro muertes relatadas me dejan un vacío en el estómago. ¿Por qué si no son iguales? Para algunos quizá no lo sean. Pero sí lo son. Todos son mi familia. Para Natura tal vez no, pero para mí sí. Unos eran de sangre, Tomás por mi decisión. En otra vida, quizá Tomás fue Huerta o yo fui Balcázar.

Ha sido uno de los peores domingos de mi vida...

Despertar y enterarte que “había muerto Tomás” fue un golpe seco en la cabeza. Me vi al espejo. No había herida en la cabeza; el alma parecía lacerada. Y no había sangre: eran lágrimas. Sabía que lo quería, pero su partida me duele como la de mi hermano que tanto quise, como la de mi padre, como la más reciente de mi madre.

La última vez que estuve en su casa de Guadalajara, le dije a su hija Tana: “Nadie, ni de tu familia ni de los amigos que lo queremos, estamos preparados para ver morir a Tomás”. Le sorprendió mi comentario, me miró fijo y lloramos ambos. “No, me respondió. No estamos preparados”.

Este domingo se está yendo; ya consumió muchas horas. Se acerca el lunes. En medio de la pandemia mi enojo crece: ni don Nacho Trelles, ni ahora Tomás merecían morir en este tiempo, porque no tendrán el homenaje que el futbol está obligado a darles. Son leyendas. Y los tiempos del mundo actual no están para homenajes. Son tiempos de salvar vidas. Ni siquiera podemos ir a consolar a sus hijos, a los nietos, a Luchita… Pinchi destino.

Quiero recordar tanto de Tomás, del Gran Balcázar, del Viejo, de Tommy, del que tenía el apodo preciso según nuestro estado de ánimo. Son tantas cosas, tantas charlas, tanta vida juntos.

"Ni don Nacho Trelles, ni ahora Tomás merecían morir en este tiempo, porque no tendrán el homenaje que el futbol está obligado a darles" Héctor Huerta

Este ha sido uno de los peores domingos de mi vida...

Lo sabía hospitalizado, incluso sabía el diagnóstico médico, el hospital donde se encontraba, la gravedad de su mal… y también tenía claro que el confinamiento no me permitía desplazarme a Guadalajara para verlo, como nos vimos tanto tiempo en su casa, en la mía, en los viajes que hicimos juntos, en los lugares donde siempre nos encontrábamos, en la granja frente al aeropuerto, en alguna entrevista…

Ya han pasado muchas horas de este domingo negro. Y no decido escribir. He escrito tanto en la vida, es mi oficio, que me resulta simple abrir la pantalla y comenzar a redactar párrafos. Pero hoy es diferente. También el que ha escrito profesionalmente durante 42 años se acobarda. No sé por dónde empezar. Reniego de mí mismo: un periodista siempre sabe por dónde empezar. Apenas descubro que hay noticias que aturden la lucidez y hacer ver estúpido al que acumula tanto oficio. Yo, habituado durante tantas décadas a la noticia, no asimilo. “No estamos preparados para ver morir a Tomás”, recordé aquella plática con su hija Tana. ¿Por qué no me atrevo a redactar? Debe ser mi propia cobardía. Lo sé por mi hermano, mi padre y mi madre que cuando muere alguien que quieres tanto, el teclado se llena de lágrimas. Y no es metáfora.

Este ha sido uno de los peores domingos de mi vida...

Con el Gran Balcázar, el apodo que más nos gustaba a Luchita y a mí, aprendí de la vida. Su casa era tu casa cuando entrabas. Quería a tus hijos como si fueran los suyos. Era mal hablado para expresar su cariño. Una vez aceptado en su casa, como amigo, te abría las puertas de par en par. Y te hacían un Balcázar, así fueras Huerta, Pérez o Gómez.

La primera vez que me invitó a comer en su casa le pregunté dónde era: “Ahí en Prado de los Olivos, a dos cuadras de las nalgas de Cuauhtémoc, ahí preguntas por mí, cualquier cabrón te va a decir dónde vivo”.

La descripción era mejor que un GPS. Y así fui a verlo durante diez, veinte, treinta, cuarenta años.

Quienes tuvieron la misma dicha saben que siempre eran recibidos como yo: “¿'Quihubo', cabrón? ¿Por qué no habías venido? ¿Qué pinchi mala cara viste?”. Sonrisas y luego un abrazo que te dejaba casi sin aire porque el Tomás que yo conocí hace 40 años era un tipo muy fuerte. Y después de su amigable recepción, venía un abrazo más suave pero lleno de ternura de Luchita, su esposa, su compañera de vida, su inseparable mujer, el muégano que iba a todas partes con él. La miel de su amor los pegó para siempre, como muéganos, hasta que la muerte los separó.

Con Tomás enseñamos a brincar olas a su hijo menor Toño en las playas de Mismaloya; con Tomás viví el peor miedo en un avión cuando no pudimos aterrizar en Guadalajara después de transmitir juntos un partido de la Selección Mexicana en el estadio Azteca y paramos en Puerto Vallarta ya casi sin combustible; con Tomás vivimos el camerino de Chivas muchos años; con Tomás celebramos cumpleaños, aniversarios, hicimos cientos de programas de radio, lo entrevisté muchas, muchas veces…

Este ha sido uno de los peores domingos de mi vida...

Pero antes de este día trágico, la familia tuvo su momento más feliz. ¿Alguna vez les platiqué la historia del abuelo cuenta cuentos?

Trabajador toda su vida, Tomás pudo comprar un terreno frente al aeropuerto de Guadalajara que conocíamos como “La Granja”. Cuando menos una vez al mes, íbamos a comer ahí, si las actividades de ambos lo permitían. La naturaleza y el trabajo de varios crearon una canchita de futbol, con porterías pequeñas, donde comenzó a patear la pelota Javier Hernández Balcázar, su hoy ilustre nieto.

La noche previa al partido México vs. Francia en Polokwane, Sudáfrica, Tomás Balcázar habló para ESPN sobre su sueño de que al día siguiente su nieto lo igualara anotándole, como él lo hizo en Suiza 1954, un gol a la selección de Francia. “Entonces ya le voy a permitir que me hable de tú”, dijo.

Esa noche mandé una nota a México, desde Johannesburgo, titulada: El abuelo cuenta cuentos.

Decía: “Este abuelo no contaba cuentos de terror para ablandar las travesuras del niño. Ni mencionaba lobos o monstruos que no le permitieran dormir por las noches. Ni contaba cuentos en una silla mecedora, hasta cansar al nieto. Este abuelo contaba sólo un cuento sobre una canchita de futbol, a donde acudían todos los domingos para convivir en familia. Era un terreno de la familia Balcázar Anaya frente al aeropuerto de Guadalajara. Este abuelo cuenta-cuentos siempre le hablaba de futbol al hijo de Silvia Balcázar y Javier El Chícharo Hernández. Y su único cuento se remontaba hasta Suiza 1954.

""¿De veras anotaste un gol en un Mundial?". Y el abuelo, orondo, hinchándose de orgullo, respondía: "Sí, mi niño, le anoté un gol a Francia", relataba el Gran Balcázar a su nieto, Javier Hernández." Héctor Huerta

“¿De veras anotaste un gol en un Mundial?”. Y el abuelo, orondo, hinchándose de orgullo, respondía: “Sí, mi niño, le anoté un gol a Francia. Con ese gol empatamos. Pero luego el árbitro nos marcó un penal injusto y el gran Raymond Kopa lo cobró muy bien y nos ganaron casi en el último minuto”. Asombrado, con los ojos saltones y la boca abierta, Javiercito Hernández preguntaba otra vez: “¿Pero de veras anotaste un gol en un Mundial?”. Y el abuelo reafirmaba: “Claro, m'hijo”.

El “Chicharito”, todavía incrédulo, acudió ante un testigo que no podía engañarlo: “Oye, abuela”, le decía a Luchita de Balcázar (Luz María Anaya). “¿Es cierto que mi abuelo anotó un gol en un Mundial?”. Y la abuela orgullosa le reafirmaba: “Así es mi niño. Su abuelo le anotó a Francia”.

Por eso la cita en Polokwane tenía tanta importancia familiar. Su nieto no sería titular contra Francia. Tendría que venir desde la banca para anotar… como finalmente sucedió. Y Tomás, con 79 años encima, estaba en la tribuna para atestiguar el momento. Era un pacto abuelo-nieto. Aquel cuento de la infancia se tendría que convertir en realidad.

Al día siguiente en Johannesburgo, Tomás nos dijo en la habitación de su hotel, mientras le invitaba un tequila a Rafael Puente: “Cuando Javiercito burló al portero y tiró al marco vacío, no sabía si gritar, llorar o rezar… Fue el día más feliz de mi vida… Ahora sí ya el cabrón me puede hablar de tú”.

Su abuela no pudo viajar a ese mundial. Un gran contingente Balcázar-Hernández había hecho el viaje. Alguien tenía que quedarse en casa. La localicé por teléfono desde Sudáfrica hasta Guadalajara:

“Yo lloré, lloré y lloré. No me podía controlar. En cuanto mi niño metió el gol se me salieron las lágrimas. Son lágrimas de alegría. Estoy tan feliz… Y mi viejo está igual de feliz. Hablé con él y también lloró mucho. Él anda por allá en Sudáfrica, estuvo en el estadio. ¿Te acuerdas cuando Tomás le platicaba a mi niño que le había metido un gol a Francia en un Mundial? ¿Te acuerdas de su cara de asombro? Y pensar que ahora él también le metió un gol a Francia, como su abuelo”. Luchita y yo volvimos a la escena sentimental de siempre. Ambos fuimos traicionados por el llanto.

Este ha sido uno de los peores domingos de mi vida.

Se nos fue El Gran Balcázar. Te voy a extrañar, Viejo…

Ver noticia en ESPN: Fútbol Mexicano

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