25/04/2024

¿Qué esconde Andrés Lillini en Pumas?

Viernes 11 de Septiembre del 2020

¿Qué esconde Andrés Lillini en Pumas?

“Trabajo”, en términos de futbol es una ambigüedad que deja más incertidumbres que certezas. Es como si a uno le contaran el final de un libro, privándole de la fascinación del resto de las páginas. Así pasa con Pumas.

“Trabajo”, en términos de futbol es una ambigüedad que deja más incertidumbres que certezas. Es como si a uno le contaran el final de un libro, privándole de la fascinación del resto de las páginas. Así pasa con Pumas.

LOS ÁNGELES -- Pumas es un misterio, un inquietante misterio, un seductor misterio. Y ese misterio en torno al líder invicto, crece perturbadoramente tras el blindaje obligado por la pandemia.

El técnico (Míchel González) le tira la chamba al club; éste no cae en estrambóticas ni dispendiosas contrataciones, y está ahí, codeándose entre clubes que son un libro abierto porque han quedado expuestos desde la etapa pre-pandemia.

Es decir: América es reflejo de un experto en armar un auto competitivo con lo que halla en el huesero; Cruz Azul manifiesta la solidaridad interna, resiliente, de un grupo blindado con, sin y a pesar de cuerpo técnico y directiva, y León resuelve sus partidos bajo la tónica de un plantel aguerrido, bajo el orden de Nacho Ambriz, al que sólo le falta la bayoneta implacable.

Es decir, Águilas, La Máquina y La Fiera tienen una plataforma sólida. Secreto de continuidad. Pero, ¿qué ocurre en la guarida del Puma? Facilista sería enlistar nombres o recitar alineaciones. Identificar el misterio no significa descifrarlo.

Como reportero, generalmente, no basta la respuesta comodina, aceptada y acertada de jugadores, técnico y directivos: “Es producto del trabajo”. Uno se queda hambriento de conocer la fórmula. Porque, evidentemente, los otros 17 clubes también trabajan, aunque sólo me quedan dudas -y muy pocas- sobre si Mohamed lo hace al tope de su capacidad con sus Rayados.

“Trabajo”, en términos de futbol es una ambigüedad que deja más incertidumbres que certezas. Es como si a uno le contaran el final de un libro, privándole de la fascinación del resto de las páginas. Así pasa con Pumas.

¿Qué hace bien Andrés Lillini que no hacía bien Míchel González? ¿Cómo imbuye en el futbolista la calidad y capacidad de respuesta en entrenamientos y partido? ¿Cómo rescata al ninguneado Juan Iturbe y cómo elige indultar a Alan Mozo? ¿Por qué le sentaron bien a estos nuevos Pumas las salidas de Malcorra y Barrera? ¿Cómo amainaron el técnico y Chucho Ramírez la doble tormenta en el vestidor, al renunciar casi de manera simultánea Míchel y hacer efectiva la reducción de salarios, y comprometer al equipo?

Posiblemente Lillini saldría de nuevo a la tribuna de los quejumbrosos: “¡Nadie pregunta de futbol!, ¡es increíble!”. Pero el futbol en cancha es la repercusión absoluta del control -o descontrol-, de una serie de circunstancias e imponderables, que ni él mismo puede manejar, como no podrían hacerlo ni Klopp ni Guardiola ni todos los demás.

Pero, incluso, dentro del proceso mismo de los juegos, dentro del trámite cambiante en los 90 minutos, Lillini ha mostrado agudeza. Amante del 4-3-3, ha ido en este torneo desde su sólido 4-4-2, hasta un suicida 3-4-3, o un dominante 5-3-2, con todas las variantes que cada formación permite.

¿No sería ilustrativo, acaso, un desglose como alguna vez, puntualmente, lo han hecho Tata Martino, o Juan Carlos Osorio cuando no elegía divagar, o Víctor Manuel Vucetich cuando se le tira el anzuelo o Ricardo Ferretti cuando no sale con su “me da güeva”?

Porque, hablar de futbol en las conferencias de prensa, en la actualidad, se ha vuelto una cacería de momentos, y ante la incapacidad de hacer tres o más preguntas, se corta el ritmo de la intención por querer saber para que el público pueda saber, claro si es que le interesa saber.

Escolapio de sufrimientos en canchas de Argentina, Rusia, Chile, y en México, antes en Morelia, Lillini es un autodidacta de los retos. No ha elegido padrino, no se ha manifestado como legionario oportunista de una corriente o de una moda, pero, seguramente, después de haber abdicado muy joven a sus ilusiones de futbolista, debe haberse amamantado silenciosamente con sus eventuales servicios a varios técnicos, entre los que, asómbrese, coincidió con Ricardo La Volpe en la siniestra irrupción que éste tuvo con los xeneizes. A ver si no sale El Bigotón con su peregrina aseveración de “a Lillini yo lo hice en Boca”.

Habida cuenta que los espacios se han cerrado a los medios, la intimidad y seguridad que estos pandémicos momentos exigen, al final uno se atreve a hablar de Pumas con precaria información, debido a la tacaña imagen que se tiene desde la televisión, que apenas muestra retazos de lo que ocurre en la cancha, y es imposible identificar con absoluta certeza todos los recorridos.

Hay sin embargo recursos para indagar. Se graban los partidos y se ven las repeticiones. La primera vez se sigue la jugada, y la segunda, se siguen detalles en torno a la jugada. Es a veces tedioso, pero el control remoto ayuda a hacer ediciones.

Se vienen dos partidos para Pumas, que pondrán a prueba a Lillini y a su proyecto: Atlético San Luis y León. El primero, porque lo dirige Memo Vázquez, ex campeón con Pumas, y a quien si sus timoratos jugadores le obedecen puntualmente en la cancha, poco probable, se pueden sacar conclusiones muy exactas del orden de Pumas en la cancha y sus variantes. Además, no contará con los lesionados Iturbe y Fabio Álvarez.

Después vendrá León y ante la movilidad de sus jugadores y el colmillo crecido de Nacho Ambriz, con la misma mecánica de ver la repetición y hacer uso de la pausa y de adelantar imágenes, pueden sacarse conclusiones, no definitivas, de esas preguntas que aparentemente Lillini quiere que le hagan.

Con el trabajo en fuerzas básicas, es deseable que Pumas encuentre sus raíces y vuelva a ellas. Lillini ostenta haber descubierto a jugadores como Éver Banega, Nicolás Gaitán y Aleksandr Golovin, y en la guarida ha iniciado el proceso de regeneración de una cantera que alguna vez destruyeron entre Hugo Sánchez y Ricardo Ferretti.

Algunos ociosos se atreven a aseverar que Lillini es el nuevo Renato Cesarini, esa incubadora legendaria, formando futbolistas en Argentina y dejando una escuela, ya deteriorada después, con los Pumas de la UNAM. La referencia es descortés hacia el ítaloargentino, quien encaminó miles de almas ansiosas al éxito en canchas de futbol.

Habrá que esperar que Pumas cumpla esta nueva promesa, que comienza al darle aires de purga a Ares de Parga, porque es un equipo con una bellísima historia desde los tiempos en los que llegó a ser la base de selecciones mexicanas, y donde llegaron extranjeros jamás igualados, como Cabinho, Muñante o Spencer Coelho.

Sin embargo, si para cumplir esa promesa, el misterio, ese secretismo, es imprescindible, que sigan así, porque no hay mejor discurso que los hechos mismos.

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