Setiembre 2010. Desde el jardín fértil del campo de entrenamiento del AS Roma, Claudio Ranieri dice no tener problemas para conversar en español. Hemos llegado desde Perú para un torneo de menores y Ranieri aún no imaginaba que seis años después iba a convertirse en un señor de los milagros como técnico del Leicester. Reposado, observador y conciso, Ranieri recordó su tiempo dirigiendo a Chemo del Solar en el Valencia. Y fue en esa estrecha relación que se abrió una corriente de opinión que lo sugirió para la selección peruana y que duró muy poco. Para el “general romano” menos mal que fue así.
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Era el verano del 2015 y Chemo, desde una tribuna radial, quiso devolverle el guiño mediático a Ranieri y lo propuso para la blanquirroja antes que se confirmara la llegada de Ricardo Gareca. No era tan descabellado, Ranieri habla un perfecto castellano, dirigió a Del Solar (así que buen informante tenía y tiene), y es un especialista en establecer el éxito en los equipos chicos. “En los entrenamientos no sabes lo que era. Era el rey del contragolpe. Jugaba todos agrupados en su campo y jugaba largo con dos puntas muy rápidos”, decía Del Solar. Meses después, Ranieri construyó inmortalidad en el Leicester hasta ser despedido en una de las decisiones más inexplicables del último tiempo en el fútbol internacional. Quizá eso será lo más cerca que el italiano estará del fútbol peruano. Si hubiera venido aquí solo se habría encontrado con dirigentes muy parecidos a esos tailandeses que lo acaban de dejar sin trabajo.
Vichai Srivaddhanaprabha es el dueño tailandés del Leicester. Así se llama, así de impronunciable. Corte y pegue, busque en Google. Dicen que fue urgencia por los malos resultados o premura por un camerino que se estaba rompiendo por dentro. Lo que sea, hubo condena casi mundial por este inesperado acto de despedida al último campeón de la Premier League sin sentimiento de culpa. Si retrocediéramos el tiempo un par de años e imaginamos a Ranieri conversando con Del Solar sobre cómo es el fútbol peruano, seguro se habría desanimado por esa inestabilidad que hoy sufre después de haber logrado lo imposible en Inglaterra.
Han pasado solo cinco fechas desde el inicio del Torneo de Verano en el Perú y ya fueron despedidos tres técnicos: Nahuel Martínez en Alianza Atlético, Jorge Aravena en Comerciantes Unidos y Duilio Cisneros en Real Garcilaso. Los dos primeros por la impaciencia de los malos resultados en el arranque y el tercero porque quiso defender a su comando técnico ante la prepotencia dirigencial después de una goleada ante UTC. Ese asombro internacional por la salida de Ranieri no retumba tanto aquí donde es costumbre la inestabilidad de los entrenadores. En medio de la crisis después de 35 años sin Mundial, más que analizar las causas estructurales de un sistema futbolístico insostenible desde lo deportivo y económico, lo que más hacemos por aquí es buscar culpables. Y los culpables, vaya novedad, casi siempre son los técnicos.
Desde las tribunas con los hinchas, desde el discurso del periodismo, esperamos un resultado negativo para pedir de inmediato en las redes sociales “que ese técnico se vaya”. No hay reflexión sobre formación de jugadores, sobre solidez institucional de un club, etc. Que si la Sub 20 o la Sub 17 juegan mal es culpa de los técnicos, que si nos eliminan de Rusia en marzo tendrá que irse Gareca. Así somos y así seguiremos tropezando en la frustración. Por eso, ahora que el Míster Claudio Ranieri está en reposo díganle que no responda llamadas del Perú. Chemo, no lo busques. El fútbol peruano está lleno de hombres como el tailandés Srivaddhanaprabha. Aquí Ranieri podría durar menos de lo que demora pronunciar el apellido de su verdugo.