El desafío es domar toneladas de agua que se desplazan salvajemente buscando tumbarte y revolcarte sin piedad hacia lo más profundo del mar.
Pero el mayor reto para un grupo de mujeres surfistas no estuvo sobre la tabla, sino en la lucha que tuvieron durante años para poder cumplir con uno de sus sueños, escalar el Monte Everest del surf, los Mavericks, en California, Estados Unidos.
► Gabriel Villarán tras lesión: “Un error y el mar no te perdona”
Este santuario del surf, venerado por sus gigantescas olas, reúne desde 1999 a los mejores surfistas de olas grandes del mundo en una competencia que hasta este año fue exclusiva para hombres.
Las mujeres, simplemente, tenía prohibido participar. Esta es la historia de ellas contada por la periodista de la BBC, Joanna Jolly.
La primera vez
Cuando Bianca Valenti surfeó su primera ola de seis metros, la ferocidad del agua rompiendo la succionó hacia el fondo marino. La sacudió y volteó una y otra vez hasta que todo se volvió negro y comenzó a convulsionar por la falta de oxígeno.
Aturdida, la joven de entonces 18 años, logró nadar a duras penas hasta la orilla en Ocean Beach, cerca del parque Golden State en San Francisco, donde se prometió que iba a aprender a conquistar las que en ese momento consideró olas gigantes.
Valenti, ahora de 31 años, creció en el sur de California, donde se enamoró del surf a los 7 años y se convirtió en una campeona precoz, compitiendo contra niños y niñas y viajando para participar en torneos alrededor del mundo.
► Big Wave Grom Attack: se realizará segundo torneo de ola grande
Pero los picos o point breaks -donde toma forma la ola que puede ser surfeada- en el sur de California son pequeños y el agua cálida.
En el norte es completamente distinto, y allí es donde se encuentra Mavericks, cuna de una de las olas más feroces y temibles del planeta.
Durante años fue considerado como un lugar demasiado peligroso para surfear y fue recién en los años 60 cuando se dio con la manera de poder domar sus imponentes olas.
El pensamiento tentó a muchos, pero sólo uno se atrevió: Jeff Clark.
El joven adolescente comenzó a correr las olas de Mavericks a mediados de los años 70 y le tomó unos 15 años convencer al resto de la comunidad de surfistas unirse a él en las gélidas aguas del Pacífico.
► Historias de surf: la larga ola entre Hawái y Miraflores
La peculiaridad de este lugar está es que la ola se forma por una inusual formación geológica sumamente profunda que hace que las olas que se producen durante las tormenta de invierno tengan crestas a una altura que supera la de edificios de cuatro pisos.
En el lugar que rompen hay un laberinto debajo del agua de rocas escarpadas y, por si fuera poco, el point break está situado en un coto favorito del tiburón blanco, área conocida como el Triángulo Rojo.
"Es tan aterrador al principio", reconoció Valenti. "Tu miras esas inmensas olas viniendo hacia ti y lo único que quieres hacer es alejarte de ellas".
"Sientes que vuelas"
Las olas de Mavericks se popularizaron en los años 90, pero los peligros que conllevaba quedaron en evidencia en 1994 con la muerte de Mark Foo, campeón de surf de Hawái, quien se ahogó al quedar atrapado entre las rocas.
► Surf: Gabriel Villarán se rompió la pierna en Hawái [VIDEO]
"Sabíamos que Mavericks era peligroso y sabíamos que nos podía llevar", contó Clark en una entrevista con la BBC en 2015.
"Foo dijo que 'tienes que estar dispuesto a pagar el precio más alto por alcanzar el éxtasis total'", recordó, pensamiento que sirvió de inspiración para que Clark creara "Titanes de Mavericks", una competencia exclusivamente de invitación para los mejores surfistas de olas grandes del mundo.
Su primer evento, en 1999, fue promocionado como "Los hombres que corren montañas", una frase en la que era evidente que para los organizadores era inconcebible la idea de que una mujer pudiera ser capaz de dominar las olas de Mavericks.
Pero sólo hubo que esperar una semana para que se probara lo contrario. Fue Sarah Gerhardt. "Tiene que ser de la manera como se siente un planeador", describió Gerhardt su sensación de descender desde la cresta de la ola.
"Estás apenas en contacto con la Tierra y sientes que vuelas. Es una experiencia liberadora", agregó. Otras mujeres se fueron sumando a Gerhardt con el paso de los años, siendo Bianca Valenti una de ellas.
"Tienes que lidiar con agua en movimiento del tamaño de un campo de fútbol", es su manera de percibir el inmenso reto que significa surfear una ola en Mavericks.
"Una parte es estudiar y aprender y dedicarle tiempo. La otra es seguir tus instintos sobre dónde llegará la siguiente ola, su comportamiento y cómo se mueve".
Atravesar las fuertes olas y luchar contra la corriente requiere de una gran fortaleza física, algo que se aleja de la imagen que generalmente se asocia a las mujeres surfistas. Valenti aumentó su masa muscular y se entrenó para contener las respiración por más de cuatro minutos, ocho veces más de los que puede la mayoría de la gente.
"Puedes estar allá abajo durante mucho tiempo", comentó. "Una vez que bajas a más de 10 metros la presión cambia. Te puede llevar sólo unos segundos bajar hasta allí, pero tu diafragma se comprime y sientes una urgencia de respirar".
Eso forma parte del respeto de los surfistas al mar, como un sentido espiritual de su relación con las olas: concentración, aceptación del miedo y apreciación de la experiencia.
"He estado muy asustada, pero nunca hasta el punto de sufrir pánico", reconoció Valenti. "Lo que pasa cuando te caes es que sientes el gran poder del Universo, te recuerda lo pequeña que eres, es una lección de humildad".
"Para mí, las caídas son positivas", aseguró.
"No es bonito"
Si bien las mujeres no tenían la potencia de los surfistas masculinos, la habilidad de gente como Savannah Shaughnessy, Paige Alms, Keala Kennelly, Jamilah Star, Andrea Moller, Emily Erickson, Polly Poline y Bianca Valenti mostraba que la diferencia se estaba reduciendo.
Ellas se sentían capaces de desafiar las mismas olas que los hombres, pero sentían que la falta de eventos para ellas en el mundo de las grandes olas se debía por un problema de discriminación y sexismo.
No sólo eran mujeres, sino que además no eran las delgadas, jóvenes y rubias de bikini por las que las principales compañías de surf se desviven en patrocinar.
Para hacer frente a las heladas temperaturas del agua en invierno, las surfistas de olas grandes deben utilizar traje de neopreno que cubren por completo sus musculosos cuerpos.
En el documental It Ain´t Pretty (No es bonito), de la directora Dayla Soul, Valenti y sus compañeras reconocen que quieren ser tomadas en cuenta como atletas y no como modelos de vitrinas para vender ropa.
"Hay gente como yo que está mucho más allá del punto de estar enojada... Es muy frustrante, te entristece y te crea problemas con la imagen de tu cuerpo", lamentó Valenti.
Poco a poco se comenzaron a abrir puertas y en 2014 se llevó a cabo el primer evento del tour de Olas Grandes de mujeres en las costas de Nelscott Reef, en Oregon, que ganó Valenti.
Pero Mavericks permaneció cerrado para las mujeres, por lo menos de manera oficial.
Paralelamente a los esfuerzos de Valenti, surgió la iniciativa de una mujer miembro de la comisión de puertos del gobierno local.
Para Sabrina Brennan no había razón de por qué las mujeres surfistas, que se veían en el agua, no tenían espacio en los carteles que celebran a los "Hombres que corrían montañas".
En 2015, encontró la oportunidad que estaba buscando cuando Titanes de Mavericks tramitaban la renovación de los permisos que necesitaba para seguir en funcionamiento.
Fue durante el período en el que la Comisión Costera del estado de California revisaba el permiso de cinco años otorgado por la oficina en la que trabajaba Brennan.
La funcionaria interpuso un recurso contra el permiso arguyendo que le denegaría el acceso a las mujeres a la costa, el cual fue aceptado por la comisión estatal que demandó a los organizadores del evento a incluir a las mujeres en su estructura.
Pero Clark interpretó la orden a su manera.
"Tenemos mujeres jueces, tenemos mujeres en las patrulla de agua y en los equipos de rescate", señaló durante una entrevista a CBS en febrero de 2016.
Para él las mujeres no eran lo suficientemente buenas para formar parte de la competencia.
"No se trata de una cuestión de género, es una cosa de rendimiento", aseguró. "Las mujeres simplemente todavía no están listas".
Lo que no entendió es que ellas no estaban pidiendo competir contra los hombres, sino simplemente la oportunidad de participar en el evento que identificaba a Mavericks.
El penúltimo paso
La batalla legal siguió y en noviembre de 2016 la comisión costera de California aprobó de manera unánime una propuesta en favor de la igualdad de las mujer en el surf.
La compañía de Clark aceptó la decisión y anunció que incluiría una categoría para mujeres, limitada a seis surfistas (en lugar de los 24 cupos para hombres) y con un premio de US$30.000 (mucho menos que los US$120.000 en la versión masculina).
Ni siquiera hubo tiempo para protestar. En febrero de este año Titanes de Mavericks se declaró en bancarrota.
Pese a ello, las surfistas de olas grandes están convencidas que la marea ya cambió a su favor y que cualquiera que quiera organizar un evento en la legendaria playa de la costa californiana las tendrá que incluir.
Mientras tanto lucen sus habilidades en el tour de olas grandes de mujeres creado en 2016 por la World Surf League, el organismo más importante de surf en el mundo.
Para Valenti eso es muestra que finalmente el deporte al que se ha dedicado toda su vida está comenzando a recibir el reconocimiento y el apoyo que se merece.
"Lo que me hace regresar es que nunca es lo mismo", contó. "Tú estás allí afuera en el medio del océano y con una sensación como cuando estás en una montaña rusa, ese tic-tic-tic, y caes".
"Hay un millón de cosas en las que piensas: en la seguridad, otra gente, las rocas, los tiburones, pero, de repente, cuando la ola se acerca, se hace un silencio total y sólo piensa en una cosa, en tratar de lograr la ola".