El gran capitán de la Selección que se proclamó campeona del mundo en 2005, Mateo Garralda, tiene un nuevo reto, y no es pequeño, el de contribuir al crecimiento de este deporte en Puerto Rico. Garralda quiere aportar su experiencia a un plantel sin jugadores profesionales que se ha visto encuadrado en el grupo más complicado de los Juegos Panamericanos de Toronto (Canadá) junto con Chile, Argentina y Cuba.
Su función es "dar un sentido estricto, más organizado" al sistema impuesto por el equipo técnico, especialmente perfeccionar el aspecto defensivo, explicó el exjugador y entrenador español en entrevista en Toronto. Intentar cambiar el sistema de juego ya previsto sería una locura, por lo que se limita a "introducir matices" para que lo que los entrenadores estuvieron trabajando durante meses sea "mucho más productivo".
Pero antes de sentarse a ver la pizarra primero tuvo que explicar qué hacía en una pista de la isla caribeña un jugador que ha ganado seis copas de Europa, dos bronces olímpicos, tres platas en Europeos y ocho ligas españolas. "Había gente que no me conocía, pero en el momento en el que entraron en internet, en Wikipedia, y vieron quién era me preguntaron: '¿Qué haces aquí?'", comentó. "Los puertorriqueños me miran la acreditación y la equipación de Puerto Rico y me miran diciendo 'Tú no eres de aquí'".
Y la extrañeza es justificada, pues todo surgió de un día para otro. A primeros de junio pasado llegó a Puerto Rico a disfrutar con su mujer -puertorriqueña a la que conoció en los Juegos Olímpicos de Atenas- de unas vacaciones en la isla, pero la jugadora boricua Ciris García, que había jugado en España, le pidió si podía echar una mano en sus entrenamientos.
Con la venía del seleccionador, Garralda aparcó un poco las vacaciones en playas paradisíacas como las que veía en anuncios de televisión cuando era joven para dedicar un tiempo a su pasión. Este gesto llegó a oídos del presidente de la Federación Puertorriqueña de Balonmano, Néstor Milete, que le pidió que ayudase con la selección absoluta masculina, así que el campeón del mundo comenzó a trabajar con ellos y tras tres semanas, "una cosa llevó a la otra", y ahora se encuentra en Toronto. "Me apasiona lo que hago. Por eso estoy aquí y me he perdido las vacaciones", dijo entusiasmado.
Garralda se plantea esta nueva experiencia con una idea muy clara de lo que supone el cargo de entrenador: el técnico es un "servidor" del jugador, al que tiene que "motivarle, enseñarle y tiene que estar al 100 % para ellos". Y por fortuna, los jugadores están respondiendo, a pesar de no ser profesionales y de que algunos tienen trabajos "realmente muy duros".
"Ha habido días en los que algún jugador te dice que ha estado toda la noche trabajando después del entrenamiento del día anterior y están rotos", destacó. "Es gente muy comprometida con lo que está haciendo, que da todo lo que tiene y además tiene ganas de aprender más". Por eso, Garralda confía en sus posibilidades: "Hoy por hoy las puertas están abiertas para que los cuatro equipos del grupo estemos luchando por las medallas".
Si consiguieran un metal, sería el mayor hito del balonmano boricua, después de que fueran campeones en los pasados Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2014 al ganar en la final a República Dominicana, que se había llevado las tres anteriores ediciones.
A este oro hay que sumar la plata que consiguió la selección femenina, en una muestra de la mejoría mostrada por este deporte en la isla en los últimos años, después de más de una década sin subirse al podio de los Centroamericanos, tras la plata de San Salvador 2002.
Sobre el futuro, Garralda no se cierra puertas y se ve viviendo en la conocida como "isla del encanto", pues desde "pequeñito" le gustó la sensación de estar fuera de casa y conocer culturas nuevas y tener "experiencias totalmente diferentes". "Para el europeo el caribe es el paraíso" y los puertorriqueños tienen la "mentalidad estadounidense y la salsa y el sabor caribeño total; es una buena mezcla", sentenció.