La ausencia de centrocampistas ofensivos de calidad en el mercado europeo obliga a abrirse a otros mercados por si falla Verratti.
EDITORIAL
La operación para fichar a Marco Verratti es demasiado frágil como para jugarlo todo a una carta así que el Barcelona ya ha encontrado una posible alternativa en José Paulo Bezerra, Paulinho en el mundo del fútbol. Se trata de un mediapunta brasileño a punto de cumplir 29 años que juega en China desde que fracasó en el Tottenham Hotspur de André Villas Boas entre 2013 y 2015. Sin embargo, en el Guangzhou Evergrande ha recuperado su mejor versión y, de la mano de Felipe Scolari, ha regresado a la selección brasileña que, con Tite en el banquillo, ha recuperado el juego preciosista, algo que el Barcelona pretende aprovechar.
De hecho, los que le conocen señalan que aunque no se trate de un jugador que destaque por su técnica, tiene una capacidad ofensiva notable y un don para aquello que se conoce como 'el factor sorpresa', la capacidad de aparecer de la nada para rematar una acción de ataque. Además, ha pasado por ligas tan exóticas como la lituana y la polaca, donde creció antes de regresar a Brasil y convertirse en uno de los pilares del Corinthians que ganó el histórico doblete en 2012. De allí dio el salto al Tottenham pero Villas Boas, su valedor, no duró demasiado y luego Mauricio Pochettino le utilizaría -poco- como extremo, una posición desconocida para él y que acabó con su confianza.
No la recuperó hasta que Scolari le señaló como su gran prioridad cuando asumió las riendas del Guangzhou chino. Hasta ha regresado a la selección brasileña. Sin embargo, no está nada claro que un jugador acostumbrado a jugar con plena libertad de movimientos en China encaje en un Barcelona en el que nunca ejercerá como finalizador como a él le gusta, pues esta tarea es coto privado de la MSN y cabe no olvidar que si algo requiere la incorporación de Verratti o cualquier superclase que llegue para ser titular, tal y como pretende el club, pasa por apostar fuerte y poner mucho dinero sobre la mesa. Conformarse con segundos platos nunca le trajo una buena digestión a un Barcelona que dice una cosa y hace todo lo contrario.