El último encierro de los Sanfermines, protagonizado por la mítica ganadería de Miura, acabó hoy con once heridos, el más grave un estadunidense, en la carrera más corta de las fiestas, dos minutos y diez segundos.
Durante todo el trayecto, los astados permitieron, con su tradicional nobleza, bonitas carreras por el centro de Pamplona hasta la curva del callejón de la plaza de toros, donde seis mozos se vieron atrapados entre el vallado y las astas de los animales.
Según informó un portavoz del Complejo Hospitalario de Navarra (CHN), el herido "que más preocupa" es el estadunidense A.G., de 30 años, sorprendido por los Miura en el callejón y a quien se le está examinando para concretar si alguna de las heridas es de asta de toro.
El hombre sufre un traumatismo craneoencefálico con herida importante en la cabeza con arrancamiento de parte del cuero cabelludo, así como un golpe de cuerno en la espalda.
En ese mismo lugar fueron heridos un español de 32 años, A.A.R. por contusiones leves y un italiano, A.C., de 28 años, que presenta un traumatismo en el hombro derecho.
Entre los heridos del encierro figuran también el francés F.L., de 27 años, con un traumatismo craneoencefálico de pronóstico reservado; y el estadounidense J.J., de 36 años, con traumatismo toracolumbar.
Además el español J.L., de 48 años resultó herido de pronóstico reservado con traumatismo craneoencefálico y lumbar; así como el francés M.M., de 55 años, con contusión en tórax y hombro, aunque su pronóstico es leve.
Otros dos españoles fueron trasladados al hospital con traumatismos.
La velocidad de los Miura hizo que se empotrasen literalmente contra el vallado en un momento del recorrido, a la altura de Telefónica, momento de tensión y peligro, aunque los animales ignoraron a los corredores.
La torada, la de mayor volumen de las fiestas, con ejemplares entre los 580 y los 660 kilos de peso, recorrió unida y veloz todo el trayecto, desde los corrales de Santo Domingo hasta la plaza de toros, sin prestar atención a los corredores, como es habitual en esta ganadería.
Los bravos llevaban tal velocidad, que los mansos que los acompañaban se quedaron rezagados a mitad del encierro.
La carrera de los Miuras fue vertiginosa, mirando de frente, como si no hubiera corredores, que sin embargo sufrieron repetidas caídas por no poder seguir su ritmo e intentar colocarse ante las astas.
En la última curva, antes de llegar al callejón de la plaza, la torada se fue contra el vallado derecho, atrapó a un grupo de mozos y fue donde se produjeron los heridos.
Uno de ellos paró sobre el lomo de un toro tras ser volteado, mientras otros fueron pisados, y uno sufrió un importante varetazo (golpe del toro con el asta) en la espalda y levantamiento de parte del cuero cabelludo.
Pese a la tensión, los de Mirua no atendieron a nadie y continuaron su camino, lo que evitó un peligro mayor.
Los toros accedieron al coso cuando había transcurrido 1 minuto y 59 segundo desde su salida de los corales, un tiempo que se prolongó once segundos más hasta que llegaron los mansos y juntos fueron a chiqueros.
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