En una libreta pequeña -tan pequeña que cabe en el bolsillo de su camisa-, él garabatea una fórmula. El lápiz con el que anota también es muy pequeño y no le facilita la rutina en la que escribe. Alza la mirada hacia el circuito de pista azul, donde dos hombres simulan el arranque de una carrera. Escribe y alza la mirada. Y vuelve a repetir, hasta que se detiene e intenta descifrar lo que queda en las hojas. “En la enciclopedia dicen que Galileo la definió como la distancia recorrida por un objeto en relación a la unidad de tiempo. Yo la defino como la alegría de nuestro pueblo y como nuestra posibilidad de dar una buena cara al mundo”, apunta el profesor Glen Mills al aire, con esa soberbia pícara que transpira y con esa espontaneidad que tanto le agradecen desde la pista.
Como si estuviera leyendo su libreta en voz alta, vuelve a su discurso. “Está en la mente. Ahí está, pero no lo quieres ver”. Lo último va dirigido al corredor Yohan Blake, quien parece ausente del entrenamiento así como lo está de la mira de la prensa que lo colocó como el sucesor de Usain Bolt sin encontrar en la promesa una realidad. Pero eso no le importa a Mills. Vuelve a sacar la libreta, la mira y la regresa a la altura de su pecho. Le indica a Blake que la jornada terminó y a su asistente, Patrick Dawson que sin actitud no hay mucho más que hacer en su pista, porque sí, está es su pista.
Aquí, a 40 minutos del Aeropuerto Internacional Norman de Kensington (Jamaica), Glen encontró el terreno para construir su club de la velocidad, el Racers Track en el que entrena a los jóvenes que ven en el atletismo una salida a la pobreza y que esperan que en esta inmensa pista azul, en la que Mills garabatea (y donde corrieron Ray Stewart, Kemar Bailey –Cole, Kim Collins, Warren Weir, el deprimido Blake y su alumno más avanzado, el tal Usain Bolt), se encuentre la medalla que buscan.
"Para ganar, hay que aprender a perder", comenta, casi susurrando su gran secreto. “Todos aquí saben que el récord mundial de Usain (100 metros en 9,58 segundos) va a caer y todos se preparan para tirarlo. Pero no se trata sólo de piernas. No. Mi filosofía es que la mente es el principal órgano para correr rápido. Si no funciona, sólo verás a un hombre ser veloz, pero en completo caos”.
EN SUS MARCAS
La idea de Mills es muy clara: la perfección es la única metodología para llegar al gran objetivo: la máxima velocidad. Aunque en realidad, su meta profesional es dejar atrás a Estados Unidos en los siguientes tres juegos olímpicos y poner el himno de Jamaica en las bocinas olímpicas tantas veces como sea necesario para que se quede en la historia y en el imaginario deportivo.
Desde que era adolescente, siendo asistente del entrenador Henry McDonald Messam, en la Camperdown High School, Glen ha perseguido la velocidad como gran obsesión. No la pudo alcanzar como corredor y dejó pronto la pista por las gradas. Ahí decidió que su pasión por la velocidad debía enfocarse en transmitir lo que cada día anotaba en su libreta y ahí abrió la puerta para convertirse primero en coach de los seleccionados amateur de Jamaica hasta llegar a ser entrenador de la selección olímpica de Jamaica de 1987 a 2009 (periodo en el que se capacitó en México en el Comité Olímpico Mexicano, en Avenida del Conscripto) con la que consiguió 71 medallas en el Mundial de Atletismo y 33 en Juegos Olímpicos.
“Su atención en los detalles y la manera en la que entiende cada fase de una carrera, así como la técnica que requiere es su legado. Es espontáneo, pero muy disciplinado y alguien que siempre trabaja tu mente junto con tu cuerpo”, comenta su primer gran alumno, el jamaiquino Raymond Stewart (medallista de plata en relevos y finalista en los 100m. en Los Ángeles 1984 y Seúl 1988).
“Es alguien que premia el balance. Alguien que sabe cual es el siguiente paso que cada uno de sus atletas debe dar. Mantiene un registro único de los avances psicológicos de cada uno de sus alumnos. Ahí está uno de sus grandes secretos, ya que Mills se preocupa por el crecimiento individual más que en vernos como máquinas de velocidad”, complementa Usain Bolt, el alumno que lo puso ante los ojos del mundo y hoy su gran socio y aliado en el Racers Track Club, con el que buscan consolidar a Jamaica como una potencia de la velocidad.
“Siempre podremos ganar más medallas, pero la obligación es mantener a Jamaica como una de las tres potencias mundiales. A partir de ahí podemos pensar en nuestro crecimiento y sumar nuevas disciplinas en nuestro trabajo, como el decatlón, pero primero hay que reforzar la educación para tener una mente preparada para las presiones de ser el mejor”, sentencia Mills mientras abandona la pista azul. Ese circuito que busca transformar en un pequeño ejemplo de cómo llevar a un país a ser potencia y a convertirse en una referencia de una de las disciplinas deportivas más espectaculares y en uno de los retos más grandes del hombre moderno: la mentada velocidad.
¿LISTOS?... FUERA
El reloj marcaba las 22:30 horas en Pekín y el calendario señalaba como sábado ese 16 de agosto de 2008. Luego de un par de horas de ruido constante en las gradas del Estadio Nacional de Pekín (rebautizado como Nido de Pájaro), los cerca de 91 mil espectadores permanecían por primera vez en silencio ante el balazo que anunciaría la salida de las finales de los 100 metros de los Juegos Olímpicos de China.
Todos los ojos estaban en el hombre del carril 4. Hacía un par de horas, había cronometrado 9,85 segundos asegurando su lugar en la final donde uno de los favoritos era Richard Thompson de Trinidad. Pero ese día, no habría competencia. Ese día, tanto Mills como su alumno Bolt demostraron que habían entendido un paso más de la velocidad y en 9 segundos con 69 centésimas lo dejaron claro. Usain había roto el récord mundial (un año después lo dejó en 9,58 segundos) y había puesto los ojos del mundo en Jamaica y el pueblo se lo agradecería para siempre.
“Glen se tomó en 2005 el tiempo de observarme de cerca durante dos años. Tras tener sus apuntes claros, modificó mi técnica de arranque y mis malos hábitos al no identificar lo que mi cuerpo pedía en cada fase. Tras su intervención, me sentí distinto y llegué a China con las piernas listas para marcar una época, pero sobre todo con la cabeza, tal como lo buscaba Mills, en el lugar correcto”, señaló Bolt hace unas semanas en torno a su entrenador al ser honrados, junto con Mills, como ejemplos de Jamaica en el mundo. “La gente cree que Glen es todo simpatía y paciencia, pero se toma todo muy en serio en la pista. Muy en serio…”, finalizó Usain dejando en claro que su maestro mezcla su espontaneidad con esa obsesión por perfeccionar la interpretación de la fórmula de Galileo, misma que ocupa gran parte de todas las libretas que se lleva al pecho, como la última que llenó en el Racers Track Club.
“¿Sabes? Muchas veces he querido aceptar a atletas de otros países que me piden un espacio. Les he abierto las puertas, pero no comprenden el físico del jamaiquino y las condiciones en las que entrena, así que pronto nos abandonan; por eso me enfoco en crear una visión de Jamaica como una potencia constante. A veces, el gobierno no comparte la visión y no nos apoya y llega el sector privado y lo hace, pero en general buscamos recursos hasta debajo de las piedras”, comenta Mills antes de entrar en el vestidor.
Ahí, Blake está terminando de cambiarse frente a varios jóvenes que lo ven con admiración y respeto. Mills les sonríe y cuando el corredor sale del camerino, los arenga: “Venga chicos, que el récord no es de Blake, es de Usain y es el que deben dejar atrás”.
Los chicos sonríen y uno le comenta: “Ya nadie puede ser más veloz, profesor”. Glen saca su libreta y alza la mirada. Apunta. Y vuelve a levantar la mirada: “Sí, sí se puede”.