Fue una noche australiana para levantar el ánimo de la afición madridista, inquieta porque con lo que hay (y parece que habrá poco más) no vio alzar ningún título la pasada campaña. El partido ante el City dejó cuatro goles, a un Cristiano con más energía y con mejor humor, al Modric que se fue un invierno y dejó otro, mucho más despacible, en el equipo, y la seguridad de que no hay mejor mediapunta en el equipo que Isco. Fue irse Bale, que se ha pedido el sitio, y dispararse el malagueño, que está hecho para jugar ahí, en territorio donde pesa más el bueno ojo y medir los tiempos que el pisotón en el acelerador.
Al Madrid le sobrevino antes la imaginación que la organización. Amaneció en el partido con el equipo de gala, a la espera de encontrarle un sitio a James, que difícilmente será el de Isco visto lo visto, y con el 4-2-3-1 (casi un 4-4-2 en muchos momentos) que estará en la colección de otoño-invierno. De nuevo con Bale como mediapunta, al sur de Benzema, Isco en la derecha y Cristiano despegando desde la izquierda. Y durante veinte minutos su fútbol apenas dijo nada y se vio en algún apuro. Keylor se llevó por delante a Yayá Touré en una salida sin orientación, aunque se librase del penalti, y David Silva no precisó con su izquierda en un disparo franco.
En esas andaba el partido cuando Bale sacó un centro en la suerte contraria, desde la derecha y con la derecha, al que Benzema corriendo en dirección apuesta a la portería aplicó una volea soberbia junto al palo. Y sobre aquel muletazo y sobre otro de Kroos, que superó con un pase de pitón a rabo a toda la zaga del City para que Cristiano presumiese de control y remate, construyó el Madrid un partido completo y versátil. A favor de obra estuvieron dos novatos centrales, Denayer, de 20 años, y Humphryes, de solo 16, que fueron corderos frente a un ataque de lobos.
Con la aguja enhebrada, Modric y Kroos fueron reeducando a un equipo ya conjuntado, por falta de fichajes, y que sacó del encuentro al City. La faena tuvo mérito porque este Tour del Madrid ha empezado con los Alpes, pero con el croata sano el equipo gana en vuelo, templanza e imaginación. Se acabó pronto. A la media hora se le vio estirando para aliviar sus músculos. No volvió tras el descanso. También, a ratos, salió a la superficie el mejor Cristiano, menos malhumorado y más efervescente. Fue a más en el partido, con una marcha más que ante el Roma y empeñado en recuperar la suerte del contragolpe que en tiempos de Ancelotti vivió largos periodos de abstinencia. El portugués le regaló un gol mal anulado a Isco y perdió otro, tras desmarque relámpago, por adornarse en una bicicleta.
En cualquier caso, esa primera hora marcó las jerarquías. A Ramos le cerrará el Madrid la salida hasta donde le lleguen las fuerzas o el dinero y su titularidad indiscutible es un mensaje, Kroos está por delante de Casemiro (Illarramendi y Lucas Silva andan muy lejos) y Benzema está fuera de concurso. Jesé ha tenido que migrar al norte. Benítez se apresura a hacer de él un nueve, síntoma inequívoco de que no llegará otro. También se aprecian menos alegrías en los laterales, medida preventiva para que no se desencuaderne el equipo.
El City, atormentado por el resultado, se tragó también un gol a balón parado, de Pepe, y ya no regresó al partido, pese a ese trabajo de costa a costa de Yayá Touré, a las elegantes maniobras de Silva y a la energía de Sterling, una liebre que exigió de verdad a los centrales del Madrid.
Benítez le dio a Isco más minutos que al resto y como enganche lució aún mas. Le regaló el cuarto gol a Cheryshev, que está a mitad de camino entre salir del anonimato o del equipo. Su sitio es el de Bale y ahí tendrá que acabar si Benítez no se presta al politiqueo.