A raíz de todo el escándalo ocurrido por los balones desinflados en la final de la AFC, y sin conocer aún la sanción que le pondrá la NFL al Qb de los NE Patriots, Tom Brady, el “Deflategate” sigue dando mucho que hablar.
Y es que todo lo que gira entorno a Brady, Roger Goodell y el “Deflategate” acapara la atención de millones de aficionados a la NFL, por su transcendencia en el futuro inmediato de los Patriots, sobre todo en lo referente a la posible sanción a Tom Brady.
Además de estar a la espera de la decisión final sobre esta cuestión, el mundo del football gira su atención hacia los cambios que se van a acometer en el reglamento de control de los balones, a partir de este año 2015.
Todo hace indicar que la presión de los balones, que recordemos debe estar entre 12.5 y 13.5, será registrada antes de los partidos. Además después se podrán hacer revisiones aleatorias en el descanso y al finalizar los partidos.
Los nuevos cambios no afectarán a la preparación semanal que realizan los equipos con respecto a los balones. Es decir, los equipos seguirán entregando los balones elegidos por su Qb los días previos al partido, con la presión y el tacto preferido por su mariscal.
Fundamentalmente todo sigue igual, el único cambio que se atisba es un mayor control por parte de los árbitros. Dos de ellos, serán designados como encargados de controlar los balones de cada equipo antes del inicio del partido.
Los balones serán numerados y su preparación, incluido el inflado antes del partido, será registrado. Desde ese momento, el coordinador de balones será el encargado de controlar todos los ovoides, así como de poder hacer un control en el descanso y en el final del partido, del estado de los balones, si decidiese hacerlo.
Esperemos que no vuelva a suceder una situación tan controvertida, por el bien de este deporte; ya que hacer de una nimiedad un motivo sanción, así como de catalogar a un Qb de élite como Brady, de tramposo,por una mínima diferencia en la presión del balón, enturbia y ensombrece un deporte maravilloso en el que no todo es tan simple, como para echar la culpa de una derrota al inflado de una "pelotita".