La selección peruana es una telenovela larga, truculenta, en la mayoría de episodios triste, pero de final incierto. Los televidentes nos aferramos a esa incertidumbre, capítulo a capítulo, con la duda de si todo lo que vimos fue tragedia o comedia. La única diferencia es que la segunda tiene final feliz. Y que no queda claro quién se beneficia del ráting.
La selección peruana es una señora vieja que le dice a sus nietos que de joven era más rica y bella de lo que en verdad fue, que se codeaba con la aristocracia brasileña y coqueteaba con la alta burguesía austríaca, pero esa mentira familiar basta para que ellos sueñen con palacios y gloria montados en burros peruanos del Perú (perdonen la tristeza). No se la puede culpar.
La selección peruana es una forma de optimismo con renovación automática.
La selección peruana es el vacío que hay entre Cubillas y Paolo. Ese período, digamos, en el que nos tocaba confiar en Coqui Hirano, Abel Lobatón o Germán Carty, lo que no habla mal de ellos, sino de nosotros.
La selección peruana es los tres años y medio de cárcel que se comió César Ccahuantico.
La selección peruana es una deuda que nunca se terminar de pagar. Digamos, la suma de las acreencias de Universitario de Deportes y Alianza Lima. Y también el juicio con Gremco. Y los contratos suscritos por la Iglesia Cristiana Mundial El Aposento.
La selección peruana es todos los perros que década tras décadas interrumpen los partidos de Sport Huancayo, Alianza Atlético de Sullana y Comerciantes Unidos.
La selección peruana es la noticia con ‘clickbait’ en la que el hecho periodístico no es un gol o una asistencia, sino la exclamación de sorpresa de un narrador extranjero por la huacha innecesaria o el sombrerito hacia atrás que un crédito local hizo en una liga de tercer nivel.
La selección peruana es un compendio televisivo en blanco y negro con el grano reventado. Los partidos completos no se pasan nunca.
La selección peruana es una suerte que, cuando llega, nadie cree merecer.
La selección peruana es la conversión milagrosa de una multitud de analfabetos funcionales en doctores con especialización en medicina deportiva capacitados para interpretar un test químico en 140 caracteres.
La selección peruana son las largas horas que pasaron entre la noticia filtrada y la comunicación oficial.
La selección peruana es el “y ahora qué carajo hago” de todas las madres que contemplan, noche a noche, cómo sus hijos duermen felices cobijados por la imagen de Paolo en la pared.
La selección peruana es la ilusión de que el golpe no mate, sino fortalezca.
La selección peruana es la contraprueba de doping. La contraprueba. La prueba no.
La selección peruana es el cinismo que esconde la tristeza que motivan estas líneas.