Un enjundioso artículo de mi amigo y colega Sergio Levinsky –periodista argentino que vive en España y escribe para El Mundo– me ha hecho conocer que en su país se celebró el pasado 7 de noviembre el Día del Periodista Deportivo, conmemoración creada hace 60 años. Sé también que existe el Día Internacional del Periodista Deportivo, creado el 2 de junio de 1924, con ocasión de los Juegos Olímpicos de París, para recordar la fundación, ese día y año, de la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva (AIPS).
Coincido con Sergio (aquí su página) en que prefiero que me llamen periodista, adjetivo al que pueden agregar ‘especializado en deportes y en historia del deporte’. Durante mi tiempo en El Diario La Prensa, de Nueva York, fui parte de la sección Deportes y fui enviado a cubrir dos mundiales, una Copa América, y también la Serie Mundial de Béisbol de Grandes Ligas, pero también fui editor para América Latina, editor de Negocios, editor de Fin de Semana y reportero en las Naciones Unidas. Aclaro esto no por vanidad, sino por la minusvalía moral e intelectual en que ha caído el periodismo deportivo nacional en los últimos años, salvo algunos muy respetables colegas que han llevado y llevan un profesionalismo decente y ejemplar.
Escribe Levinsky, autor de varios libros: “Creo que en el mundo entero, pero especialmente en la Argentina, el periodismo deportivo está atravesando una grave crisis. Si bien en el 2018 se cumplirán 40 años de la muerte de Dante Panzeri, hace ya muchísimos años que murió conceptualmente. Panzeri representaba valores que hoy no abundan y que pocos colegas reúnen: aquel, el suyo, era un periodismo fiscal, si se quiere hosco, del ceño fruncido, de los golpes sobre la mesa, del respeto casi reverencial de los protagonistas hacia quienes (ellos lo sabían) trataban por todos los medios de buscar la verdad. No es que tenían ‘la verdad’, sino que buscaban afanosamente encontrarla por todos los caminos posibles”.
Sostiene en otra parte de su columna que en Argentina hay muchos maestros como Panzeri, Horacio Pagani y otros, “pero estábamos lejos de llegar a lo que desde los años 90, con la llegada de la TV por cable, se expandiría como show televisivo. Con esto se produjo un primer cambio, el de pasar de un periodismo fiscal a otro que quiere ser parte del show, que ya no mira los hechos desde afuera sino que pretende ser tan protagonista como los jugadores, los DT. Con los mismos peinados, tatuajes, vestimentas, risas y hasta declaraciones. Hemos llegado a una situación tal que muchos de los que cubren la actividad diaria no se diferencian demasiado, en conocimiento y manejo del lenguaje, de los propios protagonistas y hasta se ha llegado al punto de que algunos protagonistas deben corregir a los ‘periodistas’, como Gerard Piqué (el defensa catalán) en la liga española”.
Me resulta difícil olvidar a uno de los más vociferantes sujetos de micrófono y pantalla cuando, clasificado Ecuador a la Copa del Mundo, gritaba eufórico: “Esto es obra de nosotros, los periodistas, somos protagonistas como cualquiera de los jugadores. Tienen que reconocernos este logro”. Este tipo es uno de los que se ufanan de su desprecio por la historia y proclaman con orgullo que en su vida no han leído ningún libro. “El país necesita ejecutivos, hombres de negocios no poetas”, dijo también en sus tantas frases dignas de figurar en la Historia de la estupidez humana, de Paul Tabori.
Solo basta oír un programa de radio (hay unos pocos que son muy ilustrativos y esperamos que alcancen el nivel que tuvieron los de Mauro Velásquez Villacís) para identificarse con Levinsky “(el de hoy) es un periodismo que opina fácil e investiga poco. Que no maneja background, que no tiene datos, pero mucho peor aún, considera que la historia solo comenzó cuando nació. No hay archivo, ni interés por el pasado. Fulano de tal, autor de cinco goles en el torneo, es ‘el mejor de la historia’. Ya no de su equipo, o de este torneo, o de este año sino ‘de la historia’. Están más preocupados en las conferencias de prensa por decir ‘estamos en vivo para tal canal’ que por alguna pregunta que valga la pena. Hace años que el ‘periodismo deportivo’ consiste en que gente con algún estudio que no tiene ningún interés ni sabe qué preguntar corre por los pasillos a quienes solo quieren jugar al fútbol y que no tienen ningún interés en responder. La nada misma. Nos hemos acostumbrado a los ‘cronistas de campo de juego’ que nos cuentan que el DT está contento cuando su equipo metió un gol y triste cuando lo recibió”.
En Guayaquil, en las llamadas ruedas de prensa existe apenas un monólogo. Un presidente de club, que presume de poderoso, no digiere ninguna crítica. Cree ser émulo de Eliot Ness, a quien Robert Stack interpretaba en la vieja serie televisiva Los Intocables. Toda observación lo irrita y con diario en mano señala lo que le conviene; no los elogios al club, sino los exámenes a sus desaciertos. Toda una réplica de las odiadas sabatinas, pero ahora en lunes, es decir, ‘lunáticas’.
En la última de ellas me retó a ser valiente y a denunciar a los que han llevado a la quiebra a Barcelona. ¡Patético! Me atribuyó ser “amigo” de los anteriores dirigentes, lo cual es para mí una noticia. Alguna vez oí decir a Carlos Vera que en el periodismo no hay amigos, sino protagonistas. Tuve, y tengo, la valentía de denunciar muchas veces la conducción de la FEF y el tiempo me dio la razón. No acepté halagos y tentaciones, ni me intimidaron las amenazas. Quien debe señalar a los responsables del desastre financiero de Barcelona es el presidente del club que, según sus palabras, ordenó una auditoría y denunció el manejo fraudulento de las cuentas en la Fiscalía, pero no señaló responsables ni volvió más por esa dependencia.
Tomo una cita del gran escritor argentino Tomás Eloy Martínez para que las lea el actor de las ‘sabatinas-lunáticas’: “El periodista no es policía, ni censor ni fiscal. El periodista es ante todo un testigo: acucioso, tenaz, incorruptible, apasionado por la verdad, pero solo un testigo. Su poder moral reside, justamente, en que se sitúa a distancia de los hechos mostrándolos, revelándolos, denunciándolos, sin aceptar ser parte de los hechos. Responder a ese desafío entraña una enorme responsabilidad. Ningún periodista podría de veras cumplir con esa misión si cada vez, ante la pantalla en blanco de su computadora, no se repitiera ‘lo que escribo es lo que soy, y si no soy fiel a mí mismo, no puedo ser fiel a los que me leen’. Solo de esa fidelidad nace la verdad. Y de la verdad nacen los riesgos de esta profesión”.
¿Entenderá el susodicho lo que dice el venerable Tomás Eloy Martínez?
Finalmente, ¿a quién habrá querido Barcelona homenajear con el busto inaugurado hace pocos días? La placa dice que es a Jorge Bolaños, pero la imagen muestra a alguien que no es el inolvidable Pibe de Oro. ¿Qué personaje tomó como modelo el escultor? Propongo que los auténticos barcelonistas donen un premio a quien identifique a dicho personaje. Yo voto por Tyrone Power, la difunta estrella de cine de Hollywood.
Un presidente de club, que presume de poderoso, no digiere ninguna crítica. Sus ruedas de prensa son toda una réplica de las odiadas sabatinas, pero ahora en lunes, es decir, ‘lunáticas’.
(O)