La Supercopa de Alemania no es, o no lo parece por lo menos, el torneo de Pep Guardiola. Tres veces lo intentó y tres falló. Un año más, el Bayern de Múnich, que acudía al trofeo como el campeón de la pasada Bundesliga, se quedó con las ganas de alzar la copa; el Wolfsburgo, campeón de la pasada edición de la Copa de Alemania, fue el elegido.
Para Guardiola la sensación no es nueva; de hecho debe de estar acostumbrado, pues es la tercera Supercopa seguida que se le escapa al técnico español al mando del Bayern. En 2013, recién llegado al banquillo del Allianz Arena y al frente del equipo que, meses antes, había alcanzado el triplete de la mano de Heynckes, el Borussia de Klopp le superó 4-2.
Un año después, de nuevo el Borussia contragolpeador de Klopp como rival; y de nuevo, la derrota: 2-0 y segundo tiro errado para el preparador catalán. Este año parecía la ocasión perfecta, ante un equipo con menos caché como el Wolfsburgo, pero de nuevo la maldición: en el 88', el danés Bendtner igualaba el marcador que había abierto Robben. Y en la tanda de penaltis, el fallo de Xabi Alonso (o acierto del portero) certificó un nuevo fiasco.