1996. Era la cuarta final de la Copa Libertadores a la que llegaba River Plate (una cada diez años, el algoritmo del ‘6’: 1966, 1976, 1986, 1996). Era el River de “El Mono” Burgos, Celso Ayala, Matías Almeyda, Ariel Ortega, Hernán Crespo, Enzo Francescoli, el único sobreviviente de la conquista una década exacta atrás. El rival, el mismo que en 1986: el América de Cali de Óscar Córdoba, Jorge Bermúdez (ambos se vestirían con la camiseta de Boca al año siguiente), Wilmer Cabrera, Frankie Oviedo y Anthony De Ávila. Fútbol y destino.
El partido de ida en el Estadio Pascual Guerrero de Cali se saldó con victoria de 1-0 para los Diablos Rojos colombianos, con tanto de Anthony De Ávila: un misil por la punta de la izquierda del área, acosado por la línea de banda, que dejó perplejo a Burgos. El 1-0 parecía muy poca renta para la vuelta. Y más en un Monumental que ardería.
Y ardió. El recibimiento que brindó la afición del Monumental a River cuando el equipo saltó al campo fue infernal. Un bosque al rojo vivo. El humo tardó varios minutos en disiparse. El campo tapizado de un mar de papelitos blancos y rojos. Al minuto 6, “El Burrito” Ortega escapó por la derecha y su centro fue remachado en el área chica por Hernán Crespo a pesar del cierre de Óscar Córdoba. Sería la noche de Crespo. El delantero volvió a aparecer al minuto 14 del segundo tiempo, cuando se levantó en el área para rematar un envío de Escudero. Córdoba había salido de excursión a la banda derecha y dejó desamparados a Bermúdez y Dinas. El Monumental estalló. Y volvió a arder.
Enzo Francescoli alzó la copa frente a un estadio incandescente y un cielo ahumado. Fue la última vez que River fue campeón de América. ¿Seguirá siendo la última?