Al cierre del 2017 el fútbol ecuatoriano nos deja varios mensajes que, si no los desclasificamos, corremos la suerte de ser transigentes con todo lo sucedido. Es indiscutible que la eliminación al Mundial de Rusia 2018 fue la contrariedad más sentida por los aficionados.
Después de lo ilusionados y confiados que estábamos por los primeros pasos en la competencia, luego esa participación inicial llena de júbilo, terminó en un evento descontrolado y amargo, con resaca incluida. Poco a poco nos fuimos enterando, con las declaraciones y hechos de los actores, del nivel de confusión con que convivió internamente nuestra Selección.
Si conjuntamos los dichos y acciones de los protagonistas directos, que conocimos meses antes del cierre de la competencia eliminatoria, sacaremos conclusiones del porqué Ecuador no mereció estar en el Mundial.
Palabras y más palabras terminaron siendo perlas cultivadas: 1) Que con Luchito estábamos mejor. 2) No merecemos estar en la Copa del Mundo porque la dirigencia no sabe nada de fútbol. 3) Chiriboga sabía tratar a los jugadores. 4) Que me fui de farra porque el partido con Argentina no tenía importancia. 5) Queríamos más patacones y solo nos ponían dos naranjas en cada vaso de jugo que tomábamos. 7) Ahora la administración transparenta el fútbol y no tapa los actos de indisciplina de los seleccionados.
¿Qué tal? Para muestra, un botón y entonces nos preguntamos ¿Es factible que con este clima y mal ambiente interno se pudieran ganar partidos y clasificar?, la contestación es simple: No. Todo lo anterior configura la crónica de un fracaso anunciado. El desplome de la Selección se dio por factores que se los quiso mantener ocultos y que se conocieron cuando las estructuras colapsaban.
Otro capítulo que desaliñó al balompié nacional fueron las cuentas en rojo de la FEF por la falta de pago de millones de dólares por parte de los canales incautados, adjudicatarios hasta este año de los derechos de televisión. Esa situación llevó a la Ecuafútbol a anunciar que no se transmitirían los partidos finales del campeonato. A la par el gremio arbitral amenazó con no pitar, sino se le reconocían los emolumentos pendientes. Y como cereza al postre cerramos el año con la desagradable noticia de que en la serie A del campeonato ecuatoriano participaron jugadores colombianos haciéndose pasar por ecuatorianos, y que otros dos futbolistas más actualizaron el lamentable capítulo de los Niños con Bigotes, configurándose otro episodio vergonzante de nuestro fútbol.
Otro titular que merece atención tiene que ver con la baja asistencia promedio de público a los estadios donde se juega el campeonato y entre las razones más significativas de la ausencia de público encuentro varias circunstancias, como la violencia que existe dentro de los escenarios y la inseguridad fuera de ellos. También la costumbre de asistir cuando el equipo predilecto está en los primeros lugares de la tabla.
Además, incluyo los horarios de los partidos, muchos de ellos programados en horas de gran afectación de los rayos solares; también, por supuesto, la comodidad del pague por ver los compromisos en grupos, en lugares públicos o en el hogar. Y por último, la situación económica y valores para asistir a una programación. Todas ellas suficientes razones para ausentarse de los estadios de fútbol.
Algo lamentable en el año que está por cerrar ocurrió cuando José Luis Chiriboga Merino, empresario de jugadores e hijo del expresidente de la FEF (Luis Chiriboga Acosta), dio su versión ante la Fiscalía de Estados Unidos y ofreció todos los detalles de los sobornos que la empresa Full Play le entregó a su padre, en el famoso caso Fifagate. El drama familiar de los Chiriboga se sintetiza en dos frases que las explicó el hijo José Luis: “Fue mi padre quien me lo pidió, no podía decir que no”. Y la última parte, donde el padre le contesta a su vástago: “Lo siento hijo, destruí tu vida”.
Pero si todo eso fue el lado obscuro, también es justo y necesario recordarles que sucedieron eventos que sirvieron para atenuar esos casos. Por ejemplo, conocer que la revista inglesa Four Four Two ofreció un listado de los mejores jugadores del mundo al término del 2017 y encontrar que en este selecto grupo consta, en el puesto 92, nuestro crédito Antonio Valencia. Así justifican su presencia en la élite, entratándose de una clasificación mundial.
También hay que poner en el análisis al campeonato nacional, que terminó siendo emocionante, con nivel en la competencia, cuando se agregaron varios equipos a los puestos principales de la tabla, como Delfín de Manta, con su histórica final y clasificación a la Copa Libertadores; lo de Independiente (otra vez a la Copa); la credencial que por primera vez obtuvo el Macará, que debutará en certámenes internacionales; y las participaciones aceptables de El Nacional y del Deportivo Cuenca. Y todo concluyó con el gran ganador que fue Emelec campeón del 2017, lo que permitió convalidar la fuerza del balompié de Guayaquil en los últimos años.
También fue representativa la participación de Barcelona, al llegar a las semifinales de la Copa Libertadores del 2017 y, como corolario, el gran aporte que hizo Emelec a la sociedad deportiva del país, al entregarnos un maravilloso estadio George Capwell, obra que demuestra el avance de la institucionalización del equipo eléctrico.
Y al bajar el telón del 2017, habiéndose consumido todos los actos –como si fuese una obra de teatro–, nuestro fútbol puso sobre el escenario a sus actores secundarios y también a los principales para que se sometan al veredicto del respetable. Y al caer el telón, a lo lejos escuchamos aplausos, también abucheos y pocos elogios de la crítica especializada. Solo nos toca creer que el 2018 nos traiga un panorama más alentador. (O)
Fue representativa la participación de Barcelona al llegar a las semifinales de la Copa y el gran aporte que hizo Emelec a la sociedad al entregarnos un estadio Capwell maravilloso.