En el primer día del año ya se pueden distinguir tres grandes retos para los próximos 365 días.
1. Rusia 2018. Derrotada la enfermedad de la mundialitis, Perú deberá demostrar competitividad para que el anhelo no se convierta en pesadilla. El grupo es complejo, la logística inédita y las ilusiones grandes. Gareca deberá emplearse al máximo para que el equipo muestre cohesión, resiliencia, respuesta y roce. Lo que pasa después no es menos importante; acabado el Mundial, el técnico y la federación deberán ponerse de acuerdo en establecer cuál es el siguiente paso y si esa nueva etapa la harán juntos. El 2018 será un año de exposición para el fútbol peruano, como ya muestra en la ola de exportación de futbolistas a México, pero también de transición de cara a un nuevo proceso que debería apostar por la continuidad.
2. Dakar 2018. El regreso del torneo automovilístico a nuestras tierras plantea una gran discusión que se puede aterrizar en dos preguntas: a. ¿El Estado Peruano tiene la capacidad de organizar un megaevento deportivo sin que ello signifique destruir su patrimonio cultural? b. ¿El Dakar es un evento ecológicamente sostenible y económicamente rentable? Los ires y venires que ha tenido la posición peruana al respecto en el último lustro dejan muchas dudas, pero aún no son concluyentes. Lo que sí es evidente es el riesgo de destrucción de vestigios, que debe ser evitado a toda costa. A fines de enero, cuando pasen las caravanas y se disipen los gases emitidos por los tubos de escape, será momento de evaluar los beneficios o daños de la decisión tomada por el Mincetur, que ha roto una lanza por tener una foto en este rally. Ellos pagarán o serán recompensados por su apuesta política.
3. Juegos Panamericanos 2019. En el 2018 no habrá tiempo para dudas ni dilaciones de cara a la organización de los Juegos. Estos últimos días hubo algunas noticias alentadoras, como el plazo de entrega del gran complejo deportivo de la Videna y las adjudicaciones del estadio de San Marcos, la Villa Deportiva Regional del Callao y el polideportivo de Villa El Salvador, obras para las que han mostrado interés decenas de constructoras. Preocupa mucho más la planificación de las obras urbanísticas y viales necesarias para que la ciudad no colapse, así como las consecuencias que el ruido político relacionado a las empresas de construcción pueda tener a nivel gubernamental. A ello, síntomas preocupantes como la saturación del aeropuerto Jorge Chávez alertan sobre la urgencia de concluir el segundo terminal, cuya necesidad excede, ciertamente, la exigencia de los Juegos. Los Panamericanos, no se debe olvidar, convocarán a 10.000 deportistas de élite de más de 40 países en la capital peruana. Un papelón sería nefasto para nuestra imagen mundial, de la misma forma que cumplir con los estándares olímpicos no solo redundará positivamente en términos de márketing internacional, sino que dejará una infraestructura necesaria para nuestro tan rezagado desarrollo deportivo.