Te acercas a la ventanilla, pagas un boleto por 90 minutos de fútbol, pero te dan 54. El resto son demoras, lesiones simuladas, camilleros, reclamos, discusiones y arqueros que se comen el tiempo en los saques, todo ante la permisividad de los árbitros.
Eso es lo que se desprende de una excelente investigación de la empresa AZ Sportech difundida por Camilo Manrique, de El Tiempo de Bogotá. Su artículo dice que, con exactitud, “en Colombia los partidos de fútbol tienen un tiempo neto, en promedio, de 54 minutos y 53 segundos”. Y pueden estar contentos: en Argentina y Chile no pasan de 47 minutos. O sea que, virtualmente, un tiempo va a parar al canasto. Y en Copa Libertadores la media es de 52 minutos. Poquísimo.
Ahora bien, ¿quién tiene la culpa de esto, los jugadores…? Desde luego, los jugadores son unos bribones que, si los dejan, hacen cualquier cosa con tal de sacar ventaja. Para contenerlos está la ley. Y la ley es la herramienta de los árbitros, quienes no la cumplen o no la observan con el rigor que corresponde. Ellos son los principales violadores de las Reglas al no aplicarlas como se les indica. Y para lo cual están en el campo. Tienen el reglamento y la autoridad suprema, no los usan.
Convengamos de antemano que los jueces tienen una tarea dura, compleja y no reconocida: lidiar con 22 individuos que buscan engañarlo. Es insalubre. Además, cada año le van agregando responsabilidades: a sus muchas obligaciones, le suman recomendaciones, ahora se sumó el VAR, aunque la tecnología llega para ayudarlos. “Un árbitro tiene que tomar 250 decisiones por partido, no es fácil”, nos dijo con toda razón Wilmar Roldán, el magnífico colegiado colombiano, que tiene buen ojo, pero sobre todo sentido común, por eso acierta muchísimo más que sus colegas (y no está para hacerle los mandados a los dirigentes…). En el primer punto está el quid de la cuestión: si la FIFA escogiera los árbitros mediante un test de criterio, se evitarían decenas de problemas e incidentes cada semana. No alcanza con saber el reglamento y estar entrenado.
Ahora bien: si el juez tiene demasiada carga, ¿por qué no lo ayuda el cuarto árbitro controlando el tema de las demoras? ¿O está sólo para levantar el cartel con los números de los cambios?
El apuro con que se juega varía, claramente, cuando un equipo pierde y cuando gana. Lo que tarda en hacer un saque lateral, un saque de arco o un tiro libre. Es absolutamente vergonzoso comprobar, reloj en mano, que cuando un equipo está arriba en el marcador su arquero tarda hasta 35 segundos para hacer un saque de arco y sus laterales hasta 15 para una reposición de banda. Sin contar las demoras en los cambios, cuando un sujeto retarda su salida y hay casi que empujarlo para que salga. Otro punto: la regla habla de que, al tomar el balón en sus manos, el golero tiene entre 5 y 6 segundos para ponerlo en juego. Ningún arquero del planeta respeta esto, se toman hasta 15 segundos para hacerlo y los jueces lo saben y lo toleran.
Pero no hay fastidio mayor que cuando debe ejecutarse un tiro libre, sobre todo en contra de un equipo que está ganando o que busca el empate y lo está consiguiendo. Se demora una eternidad, no con el consentimiento, sí con la estulticia del árbitro.
El juez parlamenta con la barrera, forcejea tirándola hacia atrás para marcar la distancia con el aerosol, discutiendo con los jugadores. “Vaya para atrás”, “Póngase bien”, “Cuidado con las manos”, “Levántese las medias”, “Abróchese el cinturón…” Si se ve impedido de realizar su cometido porque los jugadores no le obedecen, el réferi tiene un arma poderosa: las tarjetas. Tarjetea y punto. No lo hacen, prefieren discutir. Ahora bien, hemos escuchado hasta el hartazgo un comentario de cientos de periodistas: “Este referí abusa de las tarjetas”. Es una de las tantas frases vacías de contenido en las que incurre el periodismo. No hay un número de tarjetas para sacar por partido. Si los jugadores se portan muy mal, el árbitro puede mostrar muchas, las que sean necesarias. El tema es si un futbolista está bien o mal amonestado, no el número. Si el neutral ya sacó 10 amarillas y un jugador realiza una entrada criminal, ¿qué debería hacer el juez? ¿No actuar porque llegó a su límite de tarjetas…?
Esto es similar a cuando dicen “Fulano no cobra por cualquier cosa, es un árbitro que deja seguir, agiliza el juego”. Ningún acápite del reglamento le pide al árbitro que agilice nada. Se lo insta a sancionar con imparcialidad y rigor. Si es falta, es falta. Y se pita. Además, dicen agilizar omitiendo faltas y luego pierden dos minutos en la ejecución de un tiro libre. Lo mismo que en el VAR: se cuestiona su implementación porque paraliza el juego, pero el VAR -está cronometrado- no tarda más de un minuto, a veces ni eso, sin embargo hay arqueros que estiran el saque de arco hasta 35 segundos. ¿Y los jueces, qué…? Nada. Lo amonestan cuando faltan cinco minutos. Ya no sirve como correctivo. Luego descuentan tres minutos, que es ínfimo para lo que se ha perdido de jugar.
Una gruesa porción del público, decimos, está en contra del VAR “porque desnaturaliza el juego”. El VAR, que ayer fue oficialmente aceptado por el International Board, ha demostrado gran eficacia y tarda menos de lo que se suponía; pero además está para reparar injusticias. Cada tiro libre equivale, en tiempo, a dos VAR. De eso no se queja nadie.
Otra tontería periodística y arbitral: cuando un equipo va ganando 6 a 0 el juez no adiciona tiempo. Y el narrador dice: “Hizo muy bien, ¿para qué alargar este martirio…?”. Es antirreglamentario. En los tres, cuatro o cinco minutos de adición podría haber un gol. Y un equipo puede descender o ascender por un gol de diferencia.
El domingo pasado vimos la final de la Copa de la Liga Inglesa (Arsenal 0 - Manchester City 3). El réferi, al mejor estilo inglés, no cambió ni veinte palabras con los jugadores en 95 minutos. Suena su silbato, marca y se aleja del lugar. Al revés de los sudamericanos, no debate sus fallos con los jugadores ni los explica. Pita y hasta luego. Y ya los futbolistas están habituados. Tampoco nadie los rodea ni los aprieta bochornosamente como en Sudamérica. Para eso son la máxima autoridad dentro de un campo de juego. Ni el presidente de la FIFA manda más que ellos en el rectángulo. ¿Porque no usar semejante prerrogativa…?
Afortunadamente, Marco van Basten, hoy director general de desarrollo técnico de la FIFA, está obsesionado con aumentar el tiempo neto de juego. Es uno de los tres pilares de su plan de cambios profundos. Y tal vez el que más le preocupa. Por eso ha sugerido que, si no se pueden reducir las pérdidas de tiempo con los cambios reglamentarios e instrucciones a los jueces, se podría jugar con tiempo neto, o sea con reloj y mesa de control. Todo el mundo quiere introducir modificaciones en las Reglas, pero estas son casi perfectas. El problema es su correcta aplicación. Y eso depende de los árbitros.