Un debate futbolero interesante comenzó en Twitter el sábado por la noche. Después de la faena de Diego Lainez frente al Monterrey - en la que hizo cosas que rara vez se ven en un jugador mexicano, y mucho menos uno de 17 años de edad - algunos colegas compartieron su deseo de ver a Lainez en la lista final de convocados a la Copa del Mundo.
Pepe del Bosque dijo que Lainez debía ir a Rusia. “Nada de ‘procesos’”, dijo Del Bosque. “El chico es buenísimo. Pura verticalidad con sentido”. El indispensable Martín Del Palacio añadió un hilo con argumentos contundentes para respaldar la importancia de contar con Lainez en Rusia. “Quizá Lainez no llegue a ser el jugador que muchos pensamos que será”, escribió Del Palacio, ”pero ahora mismo tiene un potencial increíble. Hay que maximizarlo”.
¿Debe Osorio convocar a Lainez? Me parece que sí.
La primera razón tiene que ver con el desarrollo del talento mexicano. Si la selección mexicana fuera una empresa, la importancia de darle experiencia del más alto nivel a los miembros más talentosos de la organización sería evidente. Primero lo primero: Lainez no va a ser lo que fue Pelé en 1958. Es rarísimo que un chamaco de 17 años se adueñe del escenario mundial en una Copa del Mundo. Pero hacemos mal en siquiera sugerirlo.
La idea de llevar a Lainez, por mucho el talento creativo más notable que ha salido de las canteras mexicanas en los últimos años, es una inversión. Estar en la selección en un Mundial le permitiría ganar experiencia que después sería invaluable, incluso si no juega un solo minuto.
El gran Ronaldo (el brasileño, no al que le gusta quitarse la camisa y juega en el Madrid) fue al Mundial de Estados Unidos a la misma edad que hoy tiene Lainez y, aunque no participó, aprendió lo que se siente ser parte de un equipo campeón de Copa del Mundo. El resto es historia. En suma: Lainez no iría a Rusia como titular porque aún no lo merece y no tiene ni siquiera la talla física, pero iría para aprender y abrir los ojos para el futuro. No es poca cosa.
Por supuesto, hay otro argumento más divertido y, quizá, más importante: Lainez es un jugadorazo que, como señaló Martín Del Palacio hace unos días, podría ser factor sorpresa. Todo equipo necesita de alguien que, en momentos complejos, haga algo diferente.
En efecto, Bora lo entendió con el “Abuelo” Cruz en el ’86, Lapuente en el ’98 con Arellano y Lavolpe con Guardado en el 2006. El ejemplo de Guardado es particularmente interesante: tenía 19 años cuando saltó a la cancha contra Argentina en Leipzig. Tuve la fortuna (o la desgracia, al final) de estar en el estadio aquel día. Me acuerdo claramente del talento de Guardado para jugar, pero sobre todo recuerdo haberlo visto pegar de gritos, exigir esfuerzo, pedir la pelota. Por varios periodos fue el mejor de la cancha y el mayor mandón, Riquelme, Crespo y demás incluidos. Guardado tenía, incluso, menos torneos en primera división en el Atlas de los que hoy tiene Lainez con América (donde no ha jugado más porque Miguel Herrera puede ser, a veces, un terco infinito).
Lainez tiene esa misma osadía que tenía Guardado y puede, en una de esas, alterar la dinámica de un partido. Es ese tipo de jugador: un tipo que juega distinto, que va a un ritmo diferente, que se atreve a intentar cosas que otros solo imaginan. Es, en muchos sentidos, una mezcla de Arellano, Cuauhtémoc y Guardado: velocidad, creatividad y técnica. No tenemos muchos de esos.
Diego Lainez, pues, debe ir a Rusia. Juan Carlos Osorio dice respetar el arrojo y la personalidad. No solo eso: su sistema de juego, arriesgado hasta el exceso, necesita de gente que sepa con la pelota en los pies. Si México apuesta a la picardía y la velocidad arriba, ¿por qué no poner en la cancha al chico maravilla? Que le enseñe al mundo lo que sabe hacer. En una de esas nos llevamos una sorpresa para la historia.