Para los que vivimos los viejos tiempos del Capwell y más para los que tuvieron la fortuna de disfrutar el fútbol del desaparecido estadio Guayaquil ha sido una gran noticia leer en EL UNIVERSO que en el torneo de la segunda división de la Asociación de Fútbol del Guayas están participando varios de los clubes que hicieron la historia brillante de nuestro balompié.
Dicen las notas de nuestro Diario que en ese certamen disputan supremacías, entre otros equipos, Panamá, Norteamérica, Patria, Everest, 9 de Octubre y Estudiantes del Guayas, cada uno con sus páginas inolvidables de un pasado irrepetible. Pero la emoción de escuchar sus nombres no cede porque el pasado tiene la miel de la nostalgia y el manjar de los recuerdos.
Si hasta provoca entonar aquel tango de Manuel Romero y Francisco Canaro que popularizara el mítico Carlos Gardel en 1926: “¿Te acordás, hermano? ¡Qué tiempos aquellos! /Eran otros hombres más hombres los nuestros/ No se conocían coca ni morfina/ los muchachos de antes no usaban gomina”.
La última vez que oímos del Panamá fue en los años en que lo presidía Julio Molina Flores, quien llevó al club a la serie B con Vicente Lecaro, primero, y luego con Patuco Villavicencio, a la A. En cinco años más celebrará el centenario y es imprescindible que para ese aniversario señero llegue vivo y ascendiendo para volver a ubicarse entre los grandes. Y grande fue su historia desde 1923, en que lo fundaron en la casa del cónsul de Panamá, Ramón Vallarino, situada frente al parque Montalvo; de allí su nombre.
Los panamitos llegaron a ser el mejor equipo ecuatoriano de las décadas de los años 30 y 40. Por sus filas pasaron jugadores históricos como Alfonso Suárez, el más grande de todos, elegido el mejor interior derecho del Sudamericano de 1941 en Chile, junto al inmenso José Manuel Moreno, de Argentina. Con la divisa a rayas jugaron Luis Hungría y Porfirio Suárez, a quienes, durante una gira por Colombia, en 1934, la prensa de ese país los llamó La Muralla China; Ramón Unamuno, Ernesto Cuchucho Cevallos, los Mellizos José Luis y Luis Antonio Mendoza, Fonfredes Bohórquez, Eloy Ronquillo y otros grandes. Su Escuela de Cadetes, fundada en 1939, dio al país la mejor camada de futbolistas de toda la historia. De allí salieron Enrique Romo, Jorge y Enrique Cantos, José Pelusa Vargas, Galo Solís, Fausto Montalván, Manuel Valle, Nelson Lara y otros que llevaron al modesto Barcelona a convertirse en el ídolo nacional que es hoy. Del Panamá llegaron a Emelec Carlos Pineda y Manuel Ordeñana, básicos en los triunfos del equipo de Fernando Paternoster en la década de los años 60.
Saber que Patria no ha muerto será una gran noticia para Angelito Ceccardi, gran jugador argentino que pasó por sus filas en 1952 y que hoy vive en Mendoza. Oficialmente fue fundado en el tabladillo del Club Metropolitano en 1908. Fue un gran animador de todos los campeonatos cuando tenía como capitán a Agustín Febres-Cordero Tyler en los años 10 y 20 del siglo pasado. Por sus filas pasó, en 1927, uno de los grandes zagueros centrales de todas las épocas, el fiero pero técnico Efraín Llona Jouvín, apodado la Pantera Blanca. En 1945 formó un equipazo en el que destacaba el goleador Jorge Aragón Miranda y llegó a ser campeón.
Sus grandes años fueron ya en el profesionalismo en 1958 y 1959. En el cincuentenario armó un gran plantel con el que fue campeón invicto. Su figura fue el jovencito Enrique Raymondi, un rayo en la cancha, bien aprovechado por un maestro, el centro delantero argentino Carlos Gambina, y las grandes actuaciones de Mario Saeteros y Colón Merizalde, un número 10 repleto de talento del quien dependía el funcionamiento de la oncena. Dueño del balón, creador pura inteligencia fue apodado la Hormiga Arriera. Su línea media, formada por el gaucho Oswaldo Sierra y el crack nacional Jaime Galarza, fue una de las mejores que se recuerden. En 1959 repitió el título con Fausto Montalván en el timón y las felices apariciones de José y Bolívar Merizalde.
Norteamérica será recordado siempre como uno de los grandes. Lo fundaron en el Astillero en 1916 los trabajadores de la Fábrica Nacional de Calzado y se cambió luego a la avenida Olmedo. Fue campeón en 1921 con Raymundo y Guillermo Muñeco Icaza, Samuel Petita Torres y el gran artillero Pedro Zambo Merizalde. Del viejo Norte se recordarán siempre sus títulos del amateurismo de 1947 y 1949 cuando jugaban José Caimán Muñoz, Bolívar Andrade, Víctor Venado Arteaga, Enrique Maestro Raymondi, Carlos Peralta y Víctor Lindor. Imposible olvidar aquel cuadrazo que fue campeón en 1952 con Alfredo Bonnard, Orlando Zambrano, Luis Patón Alvarado, Héctor Perro Macías, Gerónimo Gando, Rigoberto Reyes, Arteaga, Daniel Pata de Chivo Pinto, Marcial Astudillo, Roberto y Felipe Leyton y Raúl Pío de la Torre. Ya campeón de Asoguayas logró una de las más resonantes victorias al vencer, en diciembre de 1952, al Racing de Avellaneda.
Everest tiene un gran lugar en las evocaciones. Apareció en el fútbol en 1951 con la llegada del profesionalismo. En un descuido de Dantón Marriott se llevó otra generación de estupendos jugadores del Panamá: Bonnard, Enrique Flores, Kléber Villao, Galo Pombar, Federico Valdivieso, Hugo el Salvaje Hidalgo, Carlos y Víctor Garzón, Marcos Spencer, Gerardo Layedra, Homero Cruz, Isidro Matute y muchos más. Incorporó en el arco al orense Hugo Mejía y en la delantera al ambateño Aníbal Marañón. Alero zurdo fue Eduardo Bomba Atómica Guzmán. Sus mejores años fueron 1960, cuando logró el campeonato de la Asociación de Fútbol; y 1962, cuando conquistó el campeonato nacional con Mejía, Hugo Pardo, Jorge Spencer, Flavio Nall, Carlos Flores, Pepe Johnson, Ramón Vera, Pedro Gando, Galo Pinto, Néstor Azón, Horacio Tanque Romero, Carlos Titán Altamirano y Pepe Aquiño.
Nunca falté a los partidos de la serie de ascenso que se jugaban los domingos desde las 14:00. No hubo equipo mejor que Estudiantes del Guayas, sobre el que pesó una maldición: nunca pudo llegar a la primera categoría. Tenía un juego atildado, fino, elegante. Siempre fue escogido por Emelec para jugar los partidos de práctica y fue un clon del equipo eléctrico.
Destacaba en el conjunto listado blanco y negro su trío central: Pedro Intriago, un número 8 que fue pretendido por equipos de primera; Felipe Gallina Carbo, apodado así porque había jugado en equipos peruanos; y Alberto Mexicano Mera, cuyo sobrenombre le fue puesto por sus bigotes de charro.
Estudiantes pudo hacer realidad su sueño en 1961 cuando jugó la final con Norteamérica, el equipo que comandaba Fortunato Cholo Chalén en su aparición en la serie privilegiada. Ganaba el cuadro estudiantil cuando su barra invadió la cancha faltando 3 minutos para celebrar su triunfo que lo ponía entre los grandes. El árbitro declaró concluido el duelo, pero en la mesa de sesiones los nortinos lograron que se jugaran los minutos adicionales al día siguiente. Norte subía con la igualdad. En la cancha del Modelo, faltando un minuto, el nortino Olmedo anotó el gol del empate y Estudiantes se quedó una vez más en el ascenso. (O)
Panamá, Norteamérica, Patria, Everest, 9 de Octubre y Estudiantes del Guayas juegan en el torneo de segunda. Escribieron, cada uno, páginas inolvidables de un pasado irrepetible.