Ocho seleccionados mexicanos en la lista definitiva para asistir a la principal cita del fútbol en Rusia decidieron por su propia cuenta y riesgo, en su día libre, organizar una fiesta que dure por lo menos 24 horas. Esto para celebrar la despedida a pocos días de la iniciación del Mundial. Para ello no invitaron a sus esposas o novias, sino que prefirieron contratar al evento a ‘damas de compañía’.
En un número suficiente como para que la fiesta sea inolvidable, 30 chicas sería una cantidad interesante. Y así lo hicieron. Si la idea era portarse un poquito mal, el número de horas y de chicas era el preciso y así fue. Las hermosas mujeres de amor tarifado fueron contratadas con el requisito indispensables de ser liberadas, discretas y hacer sentir al cliente que en esa relación el dinero era lo de menos. Debían poseer la fórmula precisa, de acuerdo con una encuesta realizada al pulso social de los mexicanos, aquellas que vuelven locos a los hombres: las brunettes: “cabello castaño y cuerpazo, pero en este caso que algunas añadan un plus: los ojos de color o claros”.
Todas llegaron puntuales al exclusivo barrio Lomas de Chapultepec, la zona más cara de Ciudad de México, y no podía ser menos si los organizadores del evento eran célebres, populares y con mucho dinero para gastar. Lo que no esperaban los dueños del ‘reventón’ es que los videos y las fotitos indiscretas iban a modificar el estado de confidencial y reserva de la reunión y hasta que los titulares de los diarios comenzaron a escandalizar a la sociedad azteca. ¡La verdadera despedida del Tri se las dieron en una orgía de 24 horas 30 scorts vip y sus actores eran nada menos que ocho jugadores titulares de la selección. Fue a pocas horas de salir para Dinamarca! (primera escala antes de viajar a Rusia). Y pensar que unas horas antes el presidente de México, Enrique Peña Nieto, en un acto solemne en el Palacio de Los Pinos, en nombre de toda la nación les entregaba simbólicamente la bandera mexicana para que la defiendan con todas sus fuerzas y recuerden que el esfuerzo y el sacrificio de ellos era por todo el pueblo que espera mucho de su equipo.
Pero descubiertos los ocho famosos armaron la defensa de sus intereses e inmediatamente pusieron a discutir a la sociedad futbolera si los parranderos merecían continuar en la selección o deberían proseguir en la ruta a participar en el Mundial.
El diario deportivo mexicano Récord, en su sección digital, consultó a 7.979 personas sobre esta situación y el resultado fue el siguiente: 26% mencionaron que era una cuestión de la vida privada de los futbolistas, el 25% creía que estaba bien porque es su día libre, 21% que hicieron mal y el 28% que no le importaba. Cuando conocí ese resultado tomando en cuenta que es un medio importante el que hizo la encuesta y que la muestra tenía una cantidad importante de opiniones, me sorprendí. Creía que la noticia debía contrariar a la confianza y que debía existir una drástica sanción.
La antilogía surtía efecto, afectando al sentido común. Más espacio tuvo el hecho de que no se note, usando el disimulo como arma para priorizar la necesidad de que esos ocho titulares de la selección son indispensables e irremplazables. Así, la escala de valores de la sociedad se altera ante la indiferencia de quienes están obligados a preservarlos.
Prevalidos de esas licencias, los involucrados en ese acto bochornoso, en lugar de pedir disculpas públicas, se dieron modos para contestar a sus detractores con mensajes como: “El envidioso inventa el rumor, el chismoso lo difunde y el idiota se lo cree”. Agréguele que muchos aficionados, siendo solidarios y condoliéndose de la situación de sus ídolos, organizaron marchas para que la esposa del seleccionado Héctor Herrera, uno de los libidinosos de la piscina, lo perdonara.
Ante ese escenario, nos toca recurrir a los libros para revisar qué mismo son los valores morales y nos encontramos que “se los conoce como conjunto de normas y costumbres que son transmitidas por la sociedad al individuo y que representan la forma buena o correcta de actuar”. Y si la misma sociedad se encarga de alterar ese principio, bueno entonces encontraremos encuestas mayoritarias que digan que si es el día libre de los seleccionados y es su vida privada y por eso no les importa.
En nuestro país no podemos sentirnos ni ajenos ni extraños a esas reacciones ante un suceso parecido al mexicano. Es el caso de los escapistas de nuestra Selección antes del partido con Argentina, en la última fecha de las eliminatorias, cuando justificaron su inconducta diciendo que “ya no se jugaba nada importante”. Por coincidencia, muchos en nuestro país aceptaron como justificación que siendo humanos se podían equivocar, tanto que la FEF los suspendió, dejando la puerta abierta hasta que viniera un nuevo DT y analizara la necesidad que tenga para citarlos nuevamente.
Para entender estas reacciones societarias leía el artículo ‘La pérdida de valores éticos y morales’, de Antonio Guerra, que resume “que estos valores no deban ser perpetuos e inalterables ni que deban quedarse anclados en el pasado, en vista de que siendo vivos y dinámicos, deben adaptarse a la realidad social de cada tiempo”.
Y es verdad aquello, pero hay que mencionar que hay valores innegociables pese al tiempo y las condiciones. Sería irresponsable pensar lo contrario, porque si es así corremos el riesgo de que las sociedades organizadas sean corroídas en sus bases por el costumbrismo, por las tendencias de lo consuetudinario. Eso ha permitido confundir aquellos límites que contempla que el derecho de uno termina donde empieza el de los demás, sin poder diferenciar entre la libertad y libertinaje.
Hoy los seleccionados mexicanos con sus 24 horas de licor, mujeres y trencitos en pelotas en la piscina han puesto a discutir nuevamente el tema: ¿Cuáles son los límites del futbolista profesional? ¿Debe ser aceptada la postura de la Federación Mexicana y el del cuerpo técnico respecto de que los jugadores disfrutaban el día libre, lo cual los hace responsables de sus actos, por lo que no deben ser castigados los implicados? ¿Deben ser los resultados que consigan en el Mundial 2018 lo que determine cómo se los juzgue? O sea, ¿si juegan bien, el aplauso; y si juegan mal, la guillotina?
En fin, con el pasar de los tiempos nos vamos dando cuenta de que en esta era que vivimos, espontánea, aperturista, tolerante, los seres humanos están dando prioridad en sus relaciones comunitarias a ciertos valores. Desde ese punto de vista hasta nos hacen creer que es aceptable, pero conceptualmente aplicado creo que es una peligrosa falacia. (O)
No podemos sentirnos ni ajenos a un suceso parecido al mexicano. Es el caso de los escapistas de nuestra Selección antes del partido con Argentina, en la última fecha de la eliminatoria.