Yo me enteré de la Copa del Mundo gracias a mi amigo y luego compadre (hoy dolorosamente ausente) Nelson Cruz Cruz. Sus padres eran dueños de una despensa de nuestro barrio que él empapeló con las páginas de una revista llamada Mundial, destinada a glorificar el entonces reciente Maracanazo, aquella hazaña de julio de 1950 cuando Uruguay, encabezado por el gran Obdulio Varela, derrotó al inmenso favorito y anfitrión, Brasil, ante más de 200.000 espectadores y desató una tragedia que terminó en lágrimas y suicidios. Yo era muy niño, pero alcancé a entender la hazaña portentosa.
Por la admiración de Nelson –jugador de una zurda envidiable– hacia Uruguay conocí a Máspoli, Gambetta, Rodríguez Andrade, Tejera, Ghiggia, Julio Pérez, Míguez y Pepe Schiaffino. A varios de ellos los vi en Peñarol, cuando vino en 1956 al Capwell para enfrentar a Barcelona, al que venció con gol de Cotorra Míguez. A Tejera lo admiré en el Cúcuta Deportivo, de El Dorado colombiano, en el mismo Capwell.
No había televisión en nuestro país y era muy difícil ubicar las transmisiones radiales en onda corta. En 1958 escuché la final en una radio nueva que compró mi padre para seguir el Mundial. Toda mi familia era ya devota del balompié y al pié del flamante aparato no encontramos una estación en español, por lo que nos enteramos de los goles del jovencito Pelé y de las diabluras del inmenso Garrincha por una narración en portugués.
Dos años después Ecuador entró en el andarivel de los mundiales. En 1930 fue invitado a concurrir a Montevideo, pero el Gobierno negó ayuda a la Federación Deportiva Nacional del Ecuador (FDNE) para enviar una selección. En 1929 el deporte había sido puesto bajo la esfera del ministerio de Previsión Social y el ministro decidió enviar una delegación a un torneo sudamericano de atletismo. La acreditó con su firma pasando por sobre la autoridad de la Federación Nacional y entregó al presidente de la delegación, que era el jefe de la Sección Deportes del ministerio, la suma de 10.000 sucres para gastos. La Confederación Sudamericana de Atletismo no reconoció a la delegación por cuanto carecía del aval de su afiliada, la FDNE, y ni siquiera dejó entrar a los atletas y dirigentes al estadio. Cuando se pidió fondos para ir al primer Mundial, el ministro dijo que no había dinero.
En 1950 formamos una preselección y se contrató al técnico argentino Gregorio Esperón con un sueldo de 5 mil sucres
($ 300, aproximadamente). Tan ‘exorbitante’ remuneración generó algunas resistencias. La FIFA decidió formar un grupo con Uruguay, Perú y Ecuador, pero finalmente dejó la eliminatoria solo entre peruanos y ecuatorianos, la cual debía dilucidarse en un solo partido en Lima. Ecuador reclamó por tan poco equitativa decisión y pidió que haya partido de ida y vuelta. La FIFA negó la solicitud y la FDNE se excusó y disolvió la preselección.
En 1960 entramos de lleno al mundo de la copa Jules Rimet. La FIFA nos puso un único rival: Argentina, el equipo de Antonio Roma, Ramaccioti, Omar Corbatta, José Sanfilippo y otras estrellas para aspirar a jugar en Chile 1962. En ese tiempo la fase final de la Copa del Mundo se jugaba con solo 16 equipos. En 1982 se subió a 24 selecciones y en 1998 a 32. Todo iba siendo más fácil. Nuestra selección cayó en el estadio Modelo 6-3. Perdía 6-0 cuando, a los 82 minutos, Alberto Spencer anotó y luego lo hizo Carlos Raffo a los 84 y 86m. Luego nuestro combinado cayó por 5-0 en Buenos Aires.
Nuestro recuerdo más emotivo está en la eliminatoria para el Mundial de Inglaterra 1966. La selección que dirigió el Chema Rodríguez es, técnicamente, la mejor de la historia. Lo sostengo basado en 66 años de ver fútbol. Tenía un arquero muy superior a cualquier mundialista del siglo XXI (por encima de la arrogancia injustificada de uno de ellos, que hasta se pagó un libro y un apodo): Pablo Ansaldo. Ágil, seguro, bien ubicado tenía una ventaja que el autoelogiado nunca tuvo: sabía salir con elegancia y eficacia.
No ha aparecido hasta hoy una línea defensiva como la célebre Cortina de Hierro que formaban Alfonso Quijano, Vicente Lecaro, Luciano Macías y Miguel Bustamante. Jorge Bolaños era el volante de armado, un prodigio de inteligencia y creatividad, complementado por Clímaco Cañarte, a quien el Chema puso en el puesto para el que había nacido: manejador del equipo. Rómulo Gómez o Mario Zambrano Iturralde jugaban en la contención y adelante Wacho Muñoz, el más feroz artillero de la historia: Spencer, uno de los cien mejores futbolistas del mundo en toda la historia (los incrédulos y negadores de la historia deben consultar la Enciclopedia Océano del Fútbol) y el veloz e ingenioso Enrique Raymondi.
En aquellos tiempos no había cambios. No se jugaban 18 partidos. Todo se dilucidaba en dos semanas y no en dos años y no se usaba la altura como ventaja. La Conmebol dividía a los equipos sudamericanos en grupos de tres y una caída en el primer partido significaba casi la pérdida de la clasificación. No había fondos para jugar veinte o más partidos de preparación. Para la eliminatoria de 1965 nuestra selección jugó un solo encuentro preparatorio en el Capwell frente a Once Caldas, de Colombia.
Debimos clasificar por méritos y por victorias, pero la mala fe arbitral del brasileño Eunapio Queiroz se complotó con la actitud perversa de los jugadores chilenos. Carlos Campos embistió a Ansaldo y le provocó un neumotórax con riesgo de muerte. Sin opción a actuar, Ansaldo se quedó en el terreno. Ecuador jugaba sin arquero y aún así Chile no ganó. En Santiago un balonazo de Tito Larrea entró un metro en el arco chileno, pero el árbitro se hizo el desentendido. Un juego extra en Lima nos dejó fuera del Mundial.
En 2002 fui testigo del debut de Ecuador en la etapa final de una Copa del Mundo en cobertura para El Diario La Prensa (de Nueva York), en el que laboraba, y EL UNIVERSO. Desde Yokohama viajé en avión hasta la isla de Sapporo, donde nuestra selección jugaba con Italia. En el aeropuerto encontré a varios colegas y compatriotas. Me sorprendió ver al recordado Petronio Salazar con el pelo teñido en amarillo, azul y rojo. “Es una promesa que hice si Ecuador clasificaba”, me contó.
La Tricolor cayó ante los itálicos jugando para atrás, sin ningún atrevimiento ofensivo. Ante una defensa que integraban nada menos que Gianluigi Buffon, Christian Panucci, Fabio Cannavaro, Alessandro Nesta y Paolo Maldini el Bolillo Gómez mandó a batirse con ellos a Agustín Delgado mientras el resto del equipo tenía prohibido cruzar la media cancha. Igual ocurrió con México. Apenas Delgado hizo el gol ecuatoriano que abría el marcador Gómez saltó del banco y con gritos y ademanes ordenaba ¡todos atrás, todos atrás! En el área nacional había más gente que en la Bahía, pero un solo jugador mexicano, Gerardo Torrado, nos ganó todos los balones y el partido que terminó 2-1 favorable a los charros. (O)
En 2002 fui testigo del debut de Ecuador en un Mundial. La Tricolor cayó ante los itálicos jugando para atrás, sin ningún atrevimiento ofensivo. Bolillo mandó solo al ataque al Tin Delgado.