De disputar la final a recibir una de las derrotas más humillantes del torneo. En apenas cuatro meses, el Tottenham ha pasado de acariciar la gloria en la Champions League a padecer la crueldad de una competición en la que la falta de competitividad y tensión se castiga con total y absoluta severidad.
El durísimo varapalo ante el Bayern Múnich (2-7) escuece aún más porque uno de sus ejecutores fue, casualidades de la vida, un futbolista como Serge Gnabry, formado en la cantera de uno de sus eternos rivales, el Arsenal. El extremo, de 24 años, sacó un extraordinario partido a su velocidad y capacidad para conducir el balón y atormentó a una defensa de los spurs que nada pudo hacer para detener el vendaval. Sus cuatro goles no fueron más que el colofón de una noche soñada.
«Por supuesto, estoy muy feliz por esta noche (ayer). Feliz de haber marcado cuatro goles, mis primeros goles en la Champions League. Pero especialmente contento con la victoria del equipo. Es una gran victoria. Es una buena señal para nosotros. Sabíamos que nos dejarían mucho espacio detrás de su defensa porque nos presionaron mucho. Al final, creo que mantuvimos el balón muy bien en la segunda mitad y aprovechamos nuestras oportunidades», reconoció el atacante tras el choque.
Aunque el pasado curso ya logró instalarse definitivamente en el primer equipo del Bayern, este partido y las consecuencias que de él puedan derivarse refrendan que su decisión de abandonar el Emirates Stadium en 2016 fue todo un acierto. «Estaba seguro de poder jugar en el equipo, pero no quería esperar. No quería ser la cuarta o quinta opción. Dejar un club como el Arsenal fue la decisión más difícil que tuve que tomar. Pero en retrospectiva, fue la decisión correcta», reconoció.
Lógicamente, y ya que en el mundo del fútbol la distancia entre el éxito y el fracaso suele ser muy pequeña, Gnabry deberá aprovechar la ola para seguir creciendo y convertirse en uno de los nuevos líderes de una escuadra que poco a poco ha comenzado a regenerar su plantilla.