"¡Hola, Rafa!". Diez años atrás, Federer tocó a la puerta de la habitación 449 en un hotel de Basilea. Quería saludar a Nadal, hablar con él. El suizo ya no aguantaba más la curiosidad ante ese brioso "teenager" que en el último año y medio se había instalado como su principal rival en el circuito y con el que no había casi cambiado palabra. Federer le mostró su tobillo hinchado por una distensión de ligamentos, mientras Nadal le hablaba de Zinedine Zidane y del Real Madrid. La despedida fue amable. "¡Suerte!".
La tuvieron, qué duda cabe. La final de ayer mostró a dos jugadores que acumulan 155 títulos, 31 de ellos de Grand Slam. Su rivalidad marcó al tenis como muy pocas, aunque en los últimos tiempos estuviera difuminada. Un Nadal en crisis faltó a las citas en las que seguía esperando Federer. Casi dos años sin medirse, un bache sin precedentes resuelto en Basilea. Un reencuentro en el lugar justo.
¿Jugaron en su mejor nivel? No. ¿Importó eso? En absoluto. La clave pasa por otro lado. Por disfrutarlos, sin dudas, y sobre todo por preguntarse si la rivalidad aún tiene futuro.
Si hay que arriesgar, la respuesta es "sí": habrá más capítulos en 2016.
Nada indica que Federer vaya a perder el gran nivel que mostró esta temporada, y también hay señales en el sentido de una recomposición en el juego y la mentalidad del español. O más que señales.
"En unos meses va a volver a ser muy fuerte. Mi expectativa es que volvamos a la cima". La frase es de Toni Nadal en una entrevista que publica hoy el diario suizo Tages Anzeiger. El entrenador de toda la vida del nueve veces campeón de Roland Garros está convencido de que lo peor ya pasó. Incluso se atreve a decir que ve a su sobrino ganando algunos títulos más de Grand Slam.
Si el históricamente prudente tío Toni acierta, la carrera por la historia entre las dos "R" volverá a cobrar vida. Incluso con Novak Djokovic de por medio, imparable este año, pero falible como cualquier deportista.
Están Grigor Dimitrov y Milos Raonic, sí. Está Andy Murray, también Stanislas Wawrinka. Y hay más.
Todo muy lindo, pero pongan un Nadal-Federer y comprueben lo obvio: casi nada se le resiste.
jt.