La lucha libre es una pasión colectiva, una locura que se contagia de uno en uno. Una vez que uno tiene el virus luchístico no hay nada más que hacer que obedecerlo, seguirlo, buscarlo. Así cuenta la historia que un niño de nombre Virgilio Ariteo Amezcua Sánchez, y que con el tiempo sería conocido como Vick Amezcua e inmortalizado como Septiembre Negro.
Desde muy joven Virgilio comenzó a querer y crecer en el medio luchístico, en las páginas de SÚPER LUCHAS recordaba sus inicios en una entrevista que le concedió a nuestro compañero Humberto Gutierrez:
“Mi maestro fue Pablo Romero; inicié a los 15 años entrenando lucha libre con muchos sacrificios y rogándole durante todo un año, pero él me mandaba a mi casa diciéndome que estaba muy pequeño y que no tenía la edad para entrenar, porque en ese tiempo todos los elementos iniciaban ya maduros. Esto fue a principios de los cincuentas. Cansado de implorarle, una tarde lo agarré de buenas y creo que también ya lo había cansado con mi insistencia, así que le dijo a Luis González que me calara. Me subí descalzo al ring y Luis empezó a atacarme, tratando de agarrarme o derribarme. La verdad tenía buena condición física, pues siempre me gustó hacer ejercicio, correr, hacer lagartijas. Pasaron varios minutos sin hacerme nada y se desesperó, dándome un fuerte golpe en la quijada, descontrolándome pero sin tumbarme. Tal vez ésa fue mi salvación, porque mi maestro se subió al ring para ponerle una santa regañada. Por ese detalle le caí bien al maestro Romero y me dijo los horarios de los entrenamientos. Me apliqué, y en menos de un mes ya estaba haciendo punta en el tumbling.
“Asimilé todo en el transcurso de un año. Él hacía funciones en la antigua Arena Oblatos y me programó como Vick Amezcua. Él me puso así allá por el año del 53, si no mal recuerdo. Debuté contra El Osito de Peralvillo, un luchador que vino de México y aquí se quedó.
“Fue un domingo, pero desde el jueves no me sentía bien. No podía comer, no podía dormir… Me imaginaba arriba del ring, pero cuál fue mi sorpresa que a los primeros amarres le dije adiós a los nervios y de ahí en adelante me sentí perfectamente”.
Virgilio comenzó a luchar en las arenas de Empresa Mexicana de Lucha Libre, en lo que era conocida como la ruta del caballo blanco y que recorría toda la costa del Pacífico a finales de los 50’s y principios de los 60’s, de hecho participó en la segunda función de la Arena Coliseo de Occidente. Ya como Vick Amezcua (antes uso algunos otros nombres como Bobby Amezcua, de hecho alguna vez se medio tapó para luchar como Ostra Marina), en 1963 llega a la anhelada capital del país, su llegada fue para empezar desde abajo, a pesar del cartel que ya tenía en Guadalajara, donde ya era Campeón de Peso Welter de Occidente, y posteriormente también llegó a la división mediana como titular en la comarca. Sin embargo, de a poco se estancó. No pasaba mucho con él, ni con su carrera y se perdió durante algún tiempo.
Vick Amezcua tenía la inquietud de luchar enmascarado, era la moda, pero no lo dejaban, fue Ray Plata el que le sugirió el nombre de Septiembre Negro, acababa de surgir el atentado contra los deportistas olímpicos en Munich, y en honor a esos deportistas Vick se volvió en un rudo temible. De oscura vestimenta, sin rasgos que develaran su identidad y un cuerpo muy atlético a Septiembre Negro ya lo esperaban los aficionados de México, pues Valente Pérez había comenzado a hacer promoción del nuevo gladiador con lemas como “Ya viene Septiembre Negro”.
De hecho, el apoyo de Pérez, y las controversias sobre la creación del nombre, también lo comentó en la citada entrevista a nuestro compañero Humberto Gutiérrez:
“Hablando del señor Valente Pérez, él hizo a Mil Máscaras, a TNT, a Tinieblas, pero no a Septiembre Negro como muchos creen; sólo lo ayudó con la publicidad. El nombre es de Ray Plata y el diseño del equipo y la máscara es de Vick Amézcua. Todos nos hicimos famosos gracias a la publicidad, pero desde luego respondiendo arriba de un ring”.
Así las cosas, el rudo se volvió en un tremendo rival a vencer entre los coliseinos primero y posteriormente en el terreno independiente. Su carrera lo llevó lejos, donde la sobriedad de su personaje y lo peligroso de su accionar en el ring lo llevaron a conquistar el Campeonato del Mundo de Peso Medio, en Guatemala, también consiguió por esas tierras alzarse con el de parejas en Panamá, al lado de, ironía aparte, Dr. Wagner.
Y claro, hablamos de ironía, pues el destino quiso que un 19 de septiembre, ante Wagner y en el Palacio de los Deportes, el Septiembre Negro se volviera no sólo negro, sino triste, Wagner, su compañero de muchas batallas ahora se convertía en su enemigo, después de quedar eliminados en un torneo de final suicida. Tras diez años de incógnita la gente volvía ver el rostro del ya veterano Virgilio, el propio gladiador lo recordaba de la siguiente forma:
“Wagner y yo fuimos muy buenos amigos, compañeros deportistas. En ese torneo de la muerte que entramos lo hicimos de compañeros, pero a raíz de que íbamos enfrentando a otras parejas, perdíamos las luchas, y al final no había de otra más que enfrentarnos entre nosotros, y por cierto, acabábamos de llegar de la ciudad de Panamá, donde nos coronamos como campeones de parejas. Hay que reconocer que Septiembre Negro perdió con un gran luchador como lo fue Dr. Wagner Sr.
“Sentí una tristeza inenarrable. Pocos años la llevé (la máscara), pero para mí fue toda la vida. Perdí una parte mía”.
Tras esa fatídica noche, Septiembre Negro siguió luchando pero cada vez de a menos, después, poco a poco se retiraría:
“Lo que pasa es que al perder mi máscara tenía hambre de gozar a mi familia, ya que todo el tiempo anduve fuera. Me fui retirando sin avisar a nadie. Más o menos me retiré a la par del Rayo de Jalisco Sr., junto con quien tuve un accidente donde hubo hasta algunos muertos. Tanto el Rayo como yo quedamos con el vehículo volteado y golpeados, de ahí me hicieron varias operaciones, pero seguí luchando. Rayo de Jalisco y Septiembre Negro hicieron su última lucha en Manzanillo, Colima, así nos retiramos al mismo tiempo”.
Al que cariñosamente todos llamaban don Vick tal vez haya dejado los cuadriláteros, sin embargo no dejó a la lucha libre, pues aún después de retirado su presencia en las arenas de la Perla Tapatía fue constante. Siempre se podía uno sentar ahí, junto a él y preguntarle, o simplemente esperar a que la anécdota o el recuerdo brotara. Fungió también como Comisionado hasta la fecha de su muerte, la cual acaeció un día como hoy, hace cuatro años.
Descanse en paz el gran Septiembre Negro.