LOS ÁNGELES -- No es Clásico. Clásico es un título de nobleza. Es un certificado de alcurnia. Sin embargo, Tigres ante América engendra su propia rivalidad, rivalidad naciente, animadversión creciente. Y como juego de arranque en la Liguilla, es gratificante.
Dos entrenadores veteranos. Y la experiencia incluye astucia y sabiduría. Las diferencias entre Ricardo Ferretti y Miguel Herrera se reflejan en sus pizarrones, y yendo desde el trato directo al jugador, hasta la consistencia de resultados
Hay un solo cordón umbilical, esa exasperación e intolerancia ante lo inesperado. De mecha corta, el botón de alarma se les bota a la menos provocación, pero reflejan la astucia hasta saber controlar las repercusiones.
Ciertamente, las aristas de sus exigencias son distintas. Es reflejo de la diferencia evidente entre el equipo más odiado de México y el equipo más odiado sólo por medio Monterrey. Cotizan muy distinto en el termómetro del desprecio.
Sobre Miguel Herrera, aunque lo niegue Emilio Azcárraga Jean, se mece como péndulo trágico, un ultimátum con facha de guillotina. Y el sexto lugar en una Liguilla está maldito.
Con Ferretti es distinto. Está blindado. Puede quedar eliminado ipso facto, y al día siguiente se irá de vacaciones a bordo de su Ferrari perdiéndose en la lontananza de la indiferencia. {El no gobierna, pero sí manda.
Descartado pues de la jerarquía de Clásico, pero magnificado por su poderosa irrupción en la tertulia de los desafíos particulares, este América contra Tigres, podría llegar antes de lo deseado, pero es un buen aperitivo para una Liguilla en la que los más ganadores de títulos, excepto estos dos –u el León--, están ausentes.
Obligado, por su condición en la tabla, América está obligado a ladrar poco y a morder mucho. Además, el que bravuconea y escupe ácidamente a la humanidad ese #ÓdiameMás, no tiene más opción que sustentarlo con atrevimiento.
Ningún balandrón con espíritu de matasiete puede refugiarse en el fondo de su covacha. Las Águilas tienen la obligación, desde el Juego de Ida, de salir de cacería, y eso le agrada al Tuca Ferretti.
Para Tigres, es como ir ganando 1-0, cuando ejerce sobre el nerviosismo del adversario la urgencia de goles y del resultado. Y Ferretti se relame los bigotes espesos de malicia.
Es de sentido común que si Miguel Herrera empeña en un 0-0 su localía en el Estadio Azteca, podría ir derecho al matadero si se mete desnudo de armas al Volcán regiomontano.
Más allá de que los planteles parecen parejos en nombres, es evidente que el rompecabezas de Tigres parece mejor elaborado, sin rescoldos en sus líneas, mientras que Herrera ha ido armando, entre transferencias, lesiones y bajas de juego, la mejor versión posible.
Se decía hace años, de manera misógina y machista, que el futbol era como el embeleso hacia una dama: si se pierde la cintura se pierde todo el encanto. Eso decían los gañanes en el arquetipo de su futbol perfecto.
Con esa referencia, poco juiciosa y caballerosa, pero este choque entre Tigres y América ofrece una reminiscencia de ello.
Estarán frente a frente dos tipos que disputan no sólo ser el mejor medio escudo de la Liga Mx, sino para la selección argentina, como Guido Rodríguez y Guido Pizarro, aunque el esquema de recuperación es más estable y veterano en Tigres, pero es mucho más versátil en la transición en el América.
¿Talón de Aquiles? América tiene uno: Paul Aguilar. Tigres sólo sería la eventual ausencia de Nahuel Guzmán… y bueno la irascibilidad inoportuna en el vestidor del Tuca