Carlos Francisco Rocha es muy popular en el barrio San José, en la parroquia rural de Cutuglahua, del cantón Mejía (Pichincha). Ataviado con el uniforme de la selección de Pichincha, de Olimpiadas Especiales, sale a entrenar ciclismo -el deporte que le apasiona- y enseguida sus vecinos le saludan. Carlitos, como le conocen, con sus manos en alto y una sonrisa, muestra reciprocidad.
Saca la bicicleta al exterior de la casa donde habita con su padres, Walter Rocha y Mariana Alencastro. Son las 08:30 y el frío aún está presente, pero él luce ropa deportiva y no se inmuta. El cerro del Atacazo y el nevado Cotopaxi están despejados y se aprecia un excelente paisaje desde la transversal tres y Arturo Yánez, mientras el deportista muestra sus dotes: levanta el caballito de acero con una mano y luego asciende por una pendiente.
A sus 20 años, conoce muy bien esas calles. Ahí dio sus primeras aceleradas cuando eran polvorientas y tenía tres años de edad. Hoy, su esfuerzo se ve reflejado en las cerca de 12 medallas que ha ganado en eventos provinciales y nacionales, de los Juegos de Olimpiadas Especiales. Él las muestra orgulloso.
"Me gusta mucho el ciclismo", dice, y enseguida afirma: "Soy un campeón".
Cuando comenzó a montar, allá en el lejano 2002, "llevaba la comida a su perro Blanco subido en la bicicleta, y aunque por a lado pasaban los buses él sabía por dónde ir", cuenta su progenitor.
"Los vecinos y familiares tenían temor de que pueda ser atropellado, pero Carlitos era muy seguro. Ya mostraba condiciones de deportista", rememora don Walter.
Los sueños del chico son inmensos. No tiene límites. Y sus padres viven para él, su único hijo, quien nació con síndrome de Down, con una discapacidad intelectual del 75%.
"Cuando el médico nos informó de la situación de Carlitos, todo fue negatividad. Nos dijo que recién se iba a poder sentar a los tres años, pero él a esa edad ya 'volaba' con su bicicleta. Antes, aceleraba a toda en su carro de juguete. Estamos muy orgullosos de su superación", dice el papá, mientras se le quiebra la voz, y las lágrimas ruedan por sus mejillas.
Doña Mariana no escapa a esos recuerdos dolorosos, mientras su hijo le consuela con caricias. "Fue duro al inicio, pero él es un bendecido. Es un campeón de la vida, y a través del deporte ha demostrado que no hay imposibles para nadie", dice, y su rostro pasa de la pena a la felicidad al contar sobre sus múltiples éxitos.
Por su buen desempeño se vinculó a Olimpiadas Especiales en el 2010, ente del cual recibe algo de apoyo. No obstante, los padres cuentan que la inversión de la familia también tiene que darse para que Carlitos alcance un nivel más competitivo.
"La bicicleta que usa para las competencias nos costó $ 1.500, la cual compramos con un préstamo que aún estamos pagando", detalla doña Mariana, pero también agradece a instituciones públicas, privadas y personas de buen corazón que le han ayudado con una bicicleta estática y otra solo para los entrenamientos.
Carlitos cursaba el quinto año de educación básica, pero cuando la profesora de Matemáticas abordó operaciones más complicadas, don Walter optó por retirarle ya que no progresaba. "Fue cuando se metió de lleno al ciclismo y el deporte es su mayor estímulo. Se relaja, se divierte, es responsable y se traza objetivos", afirma, y el muchacho lo demuestra en sus entrenamientos y luego en las medallas que gana.
Carlos Rocha (i) con sus orgullosos padres, Mariana y Walter.
Los entrenamientos los cumple de lunes a sábado, ya sea en el velódromo José Luis Recalde o en el Parque Bicentenario, y el progenitor es su compañero perfecto. Don Walter trabaja de panadero durante la noche, y en el día se dedica a velar por la superación del ciclista. "Son uno solo. Inseparables", afirma doña Mariana.
Carlitos cierra la sesión de entrenamientos y enseguida muestra curiosidad por ver las fotografías que están registradas en la cámara. "Es muy inquieto y preguntón", cuenta la madre.
Pero, mientras los años avanzan, doña Mariana -muy creyente- hace una súplica a Dios: "Lo único que le pido es que se acuerde primero de él y se lo lleve antes que a nosotros. Sino quién va a velar por su bienestar. Me duele decir esto, pero es la realidad", comenta con resignación, mientras el campeón, otra vez, pedalea rumbo a la gloria.
Carlitos también realiza terapias equinoterapia, desde los dos años y medio, en la Unidad de Equitación de Remonta de la Policía Nacional, en Tambillo (Pichincha). Esta actividad le ayuda en la motricidad, explica don Walter.
"También soy un campeón en los caballos", dice emocionado el deportista, quien junto a su papá, además, pertenecen a un grupo de danza en San José de Cutuglahua. (D)
Un día me caí de un caballo y ya no quise regresar (a las terapias de equinoterapia), pero la profe me llamó y me dijo ‘vuelve, vuelve’, y volví. Ahora ya no tengo miedo
Carlos Rocha, deportista de Olimpiadas Especiales