En un país subdesarrollado se escuchan millones de peros cuando está por cristalizarse una obra o un acontecimiento y como ejemplo el bicentenario de la independencia de Guayaquil, nuestra siempre portaestandarte en todas las actividades, ejemplo de grandeza, que pese a haber recibido golpes fulminantes sigue en la cima sin ser dominada ni hoy ni mañana ni nunca.
En nuestro balompié está por arribar el nuevo técnico de la Selección, se menciona al holandés Jordi Cruyff (foto), quien a su edad de 45 años ha sido protagonista como jugador, gerente deportivo y hoy evangelizando el fútbol como entrenador.
Es una persona natural en su desenvolvimiento, de amplia cultura europea, llega a la hinchada por su humildad, receptivo en sus explicaciones tanto en la pizarra como en el terreno de juego ante sus discípulos; es un personaje que no busca elementos de suerte, sino más bien conseguir resultados positivos.
Por qué tantos nubarrones contra él, por qué tantos enfurecidos comentarios negativos, por qué tantos disentimientos errados, por qué centenares de críticas adversas a su persona/trabajo si aún no hemos observado ninguna práctica ante sus nuevos jugadores.
Si llegamos a fracasar en las eliminatorias no es responsabilidad de él. Una selección requiere en el fútbol total/moderno y asfixiante en marca los periodos preparatorios/genéricos, en busca de la forma física/técnica/emocional, y la puesta a punto como mínimo seis meses alternando con partidos y enfrentando a rivales de pergaminos, no de papel carbón.
De darse un fracaso, aspiramos a que no sea así, la culpay la sentencia deben serpara los dirigentes quehan demostrado ineptitud.
No más palabras... (O)