Debo suponer que a esta altura estarán reunidas las fuerzas vivas de todo Guayaquil buscando un escultor de prestigio. Quiero creerlo porque en la alucinante noche contra River Plate, ese muchacho Carlos Luis Morales se ganó largamente el derecho a la estatua.
Volando hacia un palo, hacia el otro, a los ángulos, Morales entró como un rayo en la historia del fútbol ecuatoriano, al que le dio, sin dudas, la alegría más linda de su existencia.
Porque sin quitarle mérito en absoluto a ninguno de los otros diez gladiadores del Barcelona, lo del arquero alcanzó niveles espectaculares. No menos de ocho o diez veces tuvo River el empate en su mira como quien tiene una humeante hamburguesa completa entre las manos y, cuando fue a darle el hambriento mordiscón, se le esfumó por obra y gracia de este Morales que terminó bajándole la moral.
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Metido en el partido, seguro de manos. Atlético, con grandes reflejos, Morales se convirtió en el malo de la película que les pasaron por televisión a los hinchas de River Plate el miércoles por la noche.
Y porque los que hoy son jóvenes se lo contarán a sus nietos dentro de muchos años, se merece el bronce. Y si no es la estatua, que se declare el 12 de septiembre como el día del arquero en el Ecuador. O si no el nombre de una calle.
Personajes populares
Siempre me pregunté por qué no les ponen a las calles y avenidas los nombres de aquellos personajes populares que hicieron feliz a la gente. ¿Por qué no una calle Gabriela Sabatini, otra Diego Maradona…? Se dice que no en nombre de la seriedad y entonces yo me pregunto: ¿es serio que las calles lleven nombres de militares y políticos de dudosa honestidad, de aquellos que escribieron la historia para ellos, de quienes se repartieron a piacere la torta de las riquezas dejando para la mayoría las migas del festín…?
Yo sueño con ir algún día con mi auto por la avenida Ricardo Bochini, un sujeto que hace dieciocho años nos viene regalando sonrisas a miles de argentinos. No pierdo la esperanza. Mientras tanto debo circular, por ejemplo, por la calle Bernardino Rivadavia, el pionero en ese triste oficio de entregar a la patria, quien firmó un empréstito con la Baring Brothers, de Londres. La plata nunca llegó a la pampa húmeda, pero devolver lo que nunca nos dieron llevó 90 años de pagos puntuales. También espero ir un día a Guayaquil y caminar por la vía Carlos Morales, el hombre que le dio una semana de felicidad a todo un país.
LO QUE SE VIO EN BUENOS AIRES
No sería serio efectuar un análisis de un partido que vimos por televisión porque si hay algo esencial de un encuentro de fútbol que la TV es incapaz de transmitir es el clima que impera en el estadio, en el campo de juego, algo que se siente únicamente estando allí.
River llegó a Buenos Aires efectuando una serie de denuncias de malos tratos, mal arbitraje e incluso de un supuesto soborno al peruano Carlos Montalbán (el juez), además de irregularidades como particulares en el campo de juego y proyectiles que se arrojaron desde las tribunas.
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Todas acusaciones difíciles de demostrar y que a través de la televisión no quedaron reflejadas. Hay que decir –con honestidad– que el penal que significó la victoria de Barcelona no existió. Tal vez lo haya sido una jugada anterior de Jorge Higuaín contra el uruguayo Luis Alberto Acosta.
Protestar el partido
Y que después de un bochornoso arremolinamiento de los 22 jugadores el juez no expulsó a ninguno. Fuera de ello, cada cual hizo su juego y ganó el que aprovechó mejor su momento. River Plate dispuso en el segundo tiempo de seis o siete situaciones claras para marcar. Si no lo hizo no fue porque “no estaban dadas las condiciones”, sino porque no supo o no pudo. Pero hablar de protestar el partido parece algo directamente fuera de lugar.
Yo prefiero rescatar lo otro, la fiesta que seguramente habrá desatado el triunfo de Barcelona Sporting Club, un histórico pase a la final de la anhelada Copa Libertadores.
El cuadro del Astillero tenía fama de ser grande del Ecuador, ahora sacó chapa de grande de América. (O)
Nota:
Esta columna de Jorge Barraza fue publicada por Diario El Universo el domingo 16 de septiembre de 1990, tras el partido Barcelona 1 - River Plate 0, en el estadio Monumental, que le dio por primera vez a Barcelona el pase a la final de la Copa Libertadores. Carlos Luis Morales la atesoraba como uno de sus mejores recuerdos del fútbol. Posteriormente, Barraza le dedicó otra columna, cuando Pestañita actuaba en Independiente, de Argentina y, en el balance de la Copa América Uruguay 1995, el periodista lo incluyó en el equipo ideal del torneo. Esta fu su elección de ese torneo: Carlos Morales (Ecuador); Javier Zanetti (Argentina), Alexi Lalas (Estados Unidos), Carlos Gamarra (Paraguay), Roberto Carlos (Brasil); Gustavo Poyet (Uruguay), Leonel Álvarez (Colombia), Marco Etcheverry (Bolivia), Roberto palacios (Prú); Abel Balbo (Argentina), Gabriel Batistuta (Argentina).
La publicación original, de 1990.