El actual torneo de la LigaPro y la Copa Libertadores retratan el penoso naufragio del fútbol guayaquileño al que ojalá le salga una boya. Emelec se encuentra en la parte baja de la tabla; Barcelona trata de sobrevivir en un campeonato signado por la mediocridad y Guayaquil City, que saca las garras solo cuando juega con los del Astillero, navega en la medianía sin ninguna aspiración de acercarse a los líderes.
Barcelona, perdonavidas en la etapa preliminar de la Libertadores, mostró en la fase de grupos que todo era mentira y sueño. Ha sido la peor actuación histórica de la que se tenga noticia. Perdió cinco encuentros y ganó solo uno. Las cifras marcan el índice del desastre: marcó 4 goles y le anotaron 12. El gol diferencia de menos es el tercero peor de toda la Copa, superado solamente por Tigre, de Buenos Aires, un equipo de la segunda división de Argentina que registró menos 14, y Binacional de Perú, con menos 22.
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Los toreros tienen uno de los planteles mejor pagados del país. Me atrevería a decir que es uno de los más caros del continente. ¿Cómo, si no, puede pagarle más de $ 70.000 mensuales a un jugador argentino a quien nadie conoce en su país? ¿O casi $ 50.000 a un pretendido ‘goleador’ uruguayo que hace rato se olvidó de gritar una anotación?
Lo que pasa en Emelec da para muchas interpretaciones. Primero, es un club administrado con seriedad. Pese a la pandemia y las cuantiosas pérdidas derivadas de ella, no tiene deudas que le provoquen pesadillas. Tiene un técnico que antes de llegar a las filas azules era exitoso. ¿Y su plantilla? Es la que genera dudas. Jugadores bien pagados, bien cuidados, satisfechos, no muestran el menor compromiso por la divisa. Juegan pidiendo que el reloj marche lo más rápido posible para tomar sus lujosos autos y regresar a sus cómodas residencias, eso sí sin sudar. Es la impresión que deja todo el plantel eléctrico.
Hay un aire de complot –no comprobado– que ronda la mente de muchos seguidores de Emelec. Nadie lo dice de frente, pero “algo huele a podrido en Dinamarca”.
Los hinchas creen que hay un problema de vestuario con el técnico. No es aceptable decir que los futbolistas no entienden aún el planteo del técnico, que ya tiene año y medio dirigiendo al club. En este caso hay dos soluciones. Los dirigentes pueden adoptar una de ellas o las dos a la vez: o echan al entrenador o rescinden contrato a todos los jugadores. O dejan limpio el camerino y empiezan otra vez de cero. Hay un aire de complot –no comprobado– que ronda la mente de muchos seguidores del club. Nadie lo dice de frente, pero “algo huele a podrido en Dinamarca”, como le decía Horacio, el buen amigo y consejero a un enojado Hamlet, en una de las más brillantes obras de William Shakespeare con respecto a la política de Dinamarca y en referencia a la actitud de sus entonces gobernantes. Aunque en la obra el autor pretendía con esa frase criticar la falta de valores de los que en aquel momento dirigían su país, curiosamente la frase se usa hoy coloquialmente para decir que algo raro está pasando en alguna parte.
Tiempos de oro
Los tiempos de oro del fútbol guayaquileño –cuando era inderrotable en el Capwell o en el Modelo– van siendo solo recuerdos. Emelec nos hizo revivir esos momentos felices con un tricampeonato, pero en adelante empezó a sufrir. Barcelona cayó en una etapa de derroche en las dos últimas administraciones, y hoy tiene sobre su espalda una losa que lo hunde cada día: $ 51 millones.
Una gran parte de la añorada grandeza del balompié porteño se asentaba en el papel promocional y descubridor de las desaparecidas Ligas de Novatos que nacieron en 1929 con Julio César Cueva Valarezo, quien fundó ese año la Liga Deportiva Independiente. Don Julio agrupó a todo un pueblo que amaba el fútbol y puso en funcionamiento las canchas de La Atarazana. Allí iba la gente en verdaderas excursiones familiares a ver jugar a los equipos de la Liga, entre los que reinaron por mucho tiempo el famoso Atlético Colón, River Amazonas, Luq San y Brasil. Las inauguraciones de los torneos eran lujosas: autoridades, desfiles, bandas, madrinas, discursos. Grandes fiestas populares en las que reinaba la más absoluta corrección implantada por ese paladín del deporte novato que fue Julio C. Cueva.
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A mediados de los años 40 nació la Liga Juan Díaz Salem. Por 1949 organizó el I Torneo de Indorfútbol que se jugó en la cancha de la Sociedad Hijos del Trabajo. Una final brillante protagonizaron los Tigres de Mendiburo de Santiago y Plutarco Osorio, con Los Cucos, de avenida del Ejército y Ballén, en el que jugaban Pancho Rengifo, Julio Agurto, Pancho Miranda y Luis Caliche Ibarra, del Chacarita Juniors. Los Tigres ganaron esa final por 3-2, con goles de Santiago Osorio.
En la Salem surgió en los años 50 el famoso equipo juvenil del C. D. Sagrario que dejó una huella muy profunda en el recuerdo. Era de Sucre y Chimborazo y lo formó Jorge Boloña. Todos eran cracks y la mayoría llegó a primera categoría: Jorge Bolaños, Jorge Mawyín, Galo Pulido, Milton Pérez, Teodoro Ruiz, Luis Sernaqué. Fue el antecedente del Brasil, el mejor equipo de la historia de las Ligas de Novatos, en el que formaban Manolo Ordeñana, Jorge Bolaños, Galo Pulido, Teodoro Ruiz, Milton Pérez, Luis Sernaqué y otros jóvenes que ya jugaban en los mejores clubes del puerto.
Otra Liga que hizo época fue la Unión Deportiva Guayaquil, que jugaba en el antiguo Jockey Club, donde está hoy el Centro Cívico. De allí surgieron Alfredo Bonnard, Carlos Pibe Sánchez, Juan Benítez, Enrique Flores, Víctor Venado Arteaga, Enrique y Jorge Cantos, Marcos y Jorge Izaguirre, Galo Solís, Raúl Pío de la Torre, Luis Patón Alvarado, Orlando Zambrano, Carlos y Víctor Garzón, Isidro Matute y otros grandes jugadores. También fue famosa la Liga Novatos del Norte, donde reinó por varias temporadas el Novel, club en el que jugaron Pedro Pilo Hernández, estrella del Patria; Raúl Montero, gran figura de Aduana y 9 de Octubre; Manuel Floril, que hizo pareja de volantes con Montero; César Jiménez, que estuvo en Barcelona y Norte América; Antonio Cholo Figueroa, que alcanzó brillo en Patria; Eduardo Niche Salcedo y muchas otras figuras.
Es complicado en los tiempos que corren tratar de resucitar las Ligas de Novatos que serían el mejor reconstituyente para nuestro anémico fútbol.
Los partidos de las Ligas de Novatos eran una fiesta futbolera, salpicada, a veces, por alguna bronca. Alrededor de las canchas del Jockey Club, el American Park y La Atarazana el lleno era completo para ver a auténticos cracks que brotaban como por generación espontánea. Guayaquil producía sus propios futbolistas. No había necesidad de importarlos al amparo de un periodismo comprometido en tareas de propaganda a favor de quienes luego resultan ser ‘paquetes’ y se van demandando al club, sin que ningún dirigente responda por lo invertido.
Es complicado en los tiempos que corren tratar de resucitar las Ligas de Novatos que serían el mejor reconstituyente para nuestro anémico fútbol. ¿Dónde encontrar dirigentes como Luis Salas Plúas, Roque Vallejo, Clímaco Murillo, Walter Aragón Lavayen o como Oswaldo Echeverría que formó el inolvidable Brasil? Los muchachos de hoy ya no sueñan con un balón de fútbol. Quieren un iPad. Ya no se levantan para juntarse en la esquina e ir a una cancha de fútbol como en los tiempos de La Atarazana. Despiertan para ir a un mall y pasar las horas frente al celular, cuya pantalla asesinó la pasión juvenil por el deporte. (O)