Cara y cruz. El fútbol sabe tanto de esto… El martes 20 de octubre de 2020 fue cruz para los hinchas de Defensa y Justicia, su noche triste. El pequeño clubcito del sur del Gran Buenos Aires estaba obteniendo un meritorio triunfo ante el Santos en Vila Belmiro y con ello pasaba como segundo a octavos de final de la Libertadores. Los muchachos, meta tesón y sudor a defender la conquista. Pero en un puñado de minutos se les derrumbó todo el castillo. A los ’78, Lucas Braga le clavó la primera estaca: 1 a 1. Aún así, seguía siendo segundo del grupo por más goles a favor. Pero a los ’91, cuando ya los muchachos del Halcón se abrazaban a la clasificación, un jovencísimo Marcos Leonardo les hundió un nuevo puñal: triunfo del Santos 2 a 1. Un mazazo cruel porque al mismo tiempo la TV informaba que en Asunción, el Delfín de Manta lograba una victoria inesperada sobre Olimpia por 1 a 0 y quien seguía en la Copa era el conjunto ecuatoriano. La eliminación determinó que Defensa, como tercero, se cruzara de andén y fuera a la Copa Sudamericana. Tres meses después dio una increíble vuelta olímpica. Ahí fue cara. Al destino le encantan estas travesuras.
Defensa y Justicia posiblemente sea el único club del mundo que no sufrió económicamente por la pandemia; tiene una fórmula de hierro: “Si entran diez pesos pueden salir dos, como mucho tres, no más”. Lo que sobra se invierte en crecimiento institucional. Es el credo que maneja José Lemme, presidente ”eterno” de Defensa, que el sábado último se coronó campeón de la Copa Sudamericana 2020. Y aunque las restricciones por el coronavirus redujeron dramáticamente los ingresos, Defensa cobró 9.575.000 de dólares por su participación internacional. Tres de ellos por jugar la fase de grupos de la Libertadores; el resto por ganar la Sudamericana.
El rédito es tan vasto que cuesta cuantificarlo. Primero está la alegría de los hinchas, eso no tiene precio; luego el crecimiento institucional, su resonancia en el continente; lo económico está mencionado; revalorizó a todos sus jugadores y a su joven entrenador Hernán Crespo, ya pretendido por la dirigencia de Chile para dirigir a su selección. Y está, también, el mensaje para todos los congéneres del continente: se puede luchar contra los grandes, es posible ser exitoso con bajo presupuesto, ¡se puede soñar…! Porque, vale dimensionar: Defensa y Justicia es muy pequeño, mucho. No es Tigre, no es Ferro, no es Chacarita, ni Platense o Atlanta, ni hablar de un Atlético Tucumán o un Belgrano de Córdoba, grandes de sus provincias, es notablemente más diminuto que todos ellos. Llegó sesenta o setenta años después al fútbol y ya logró un título internacional. Hasta no hace tanto militaba en Primera D. Emprendió un trabajo de hormiga y empezó a subir, modestamente, porque además pertenece a una zona humildísima, una barriada en que los más afortunados califican como clase trabajadora.
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Así como Estudiantes (que era mucho más pequeño que ahora) en 1967 cortó la hegemonía de los grandes en Argentina y en 1968 copó el cielo de América, como Argentinos Juniors sorprendió en la Libertadores de 1985, Once Caldas en la de 2004, Cienciano en la Sudamericana 2003 e Independiente del Valle en la 2019, Defensa profiere un grito a todo el proletariado del continente: sí se puede.
Y atención: no ganó de cualquier modo, ni tirando el balón a la tribuna, fue campeón invicto, jugando un fútbol ofensivo, vistoso, atildado, de pelota al ras. Justamente esta idea de juego preside la elección de técnicos y jugadores en Defensa. Primero se busca el perfil del entrenador, que coincida con el lineamiento del club, y luego los intérpretes adecuados, de buen pie. Así impuso una superioridad total sobre Lanús en la final copera. El 3-0 fue un reflejo perfecto de ello.
Defensa tiene un presupuesto bajísimo, no gasta en pases de jugadores, promueve algunos juveniles de las inferiores, aunque mayormente se nutre de futbolistas prestados, con preferencia de clubes grandes, siempre tiene dos o tres elementos de River, Boca, Independiente, San Lorenzo, jugadores con mentalidad ganadora, ofensiva, pero que no son tenidos en cuenta en sus equipos y les ofrece revancha, vidriera, minutos en cancha. Pero, como siempre, toda buena inquietud depende del acierto con que se ejecute. Y el club está asociado al máximo empresario futbolístico del país, Christian Bragarnik, un pulpo con decenas de representados entre futbolistas, entrenadores y clubes. Es dueño del Elche en España y maneja también equipos en Chile y México. Lemme confía en el buen ojo de Bragarnik y este utiliza a Defensa como trampolín para sus profesionales. La sociedad es muy exitosa. Defensa llegó a Primera División recién en 2014, pero no ha dado un paso atrás, fue subiendo peldaños hasta terminar como subcampeón en 2019.
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El club apunta siempre a técnicos jóvenes con ideas modernas y estilo ofensivo. Y jugadores afines a ese gusto. “Luego, cuando empiezan a trabajar, tienen todo lo que necesitan: buenos campos de juego y todas las herramientas para los preparadores físicos. Así, las cosas salen más fácil”, define el presidente Lemme, quien destaca que “el club siempre estuvo ordenado económicamente”. Pero, como toda idea futbolística, por atractiva que fuera, para fructificar depende de la sabiduría para elegir los actores. Se necesita alguien que sepa de fútbol. En el caso del sorprendente ganador de la Sudamericana, es Bragarnik, en otras instituciones deberá ser el secretario técnico o director deportivo, una figura ya imprescindible en el organigrama del fútbol. Que debe ser una persona de suma confianza del presidente y buen ojeador.
No es necesario tener el presupuesto más alto, sí saber buscar. La catástrofe financiera y deportiva del FC Barcelona no se debe al Covid sino a las pavorosas y ultramillonarias contrataciones, que desmejoran al equipo y ponen al club al borde del precipicio. Defensa es la contrafigura total de ese modelo. (O)