—Le queda el sentimiento de que se podía haber hecho mejor en este Mundial?
—Yo tengo la sensación de que llegué verde al primer partido, sobre todo de sensaciones porque llevaba un mes sin competir. El primer partido no fue muy bueno y nos hubiera ayudado para mejorar esas sensaciones haber jugado amistosos.
—Aseguran que les ha fallado la preparación, ¿en qué aspectos?
—No haber jugado amistosos y que algunas llegáramos a un partido tan vital como el de Costa Rica tras un mes sin competir. Es cierto que no hemos ganado los partidos por detalles, pero a veces los detalles vienen por otros detalles anteriores. Además, llegamos con un tiempo justito a Canadá. Alguna todavía tenía problemas para dormir por la noche cuando ya teníamos que jugar.
—¿Si se hubiera pasado a octavos, estaríamos hablando de esto?
—Igual la situación sería diferente, no me lo planteo. Aunque digan que no ha habido autocrítica, sí que la hemos hecho. Somos responsables de los resultados, pero hay otras cosas que nosotras no podemos controlar y que se podían haber hecho mejor.
—¿Hablaron con el seleccionador antes del comunicado?
—Tras la eliminación decidimos hablar con él, exponerle nuestros pensamientos y su reacción fue de “conmigo o contra mí”. Entonces decidimos aprovechar el momento del eco del Mundial. No ha sido una decisión en caliente.
—¿Estas quejas son algo puntual o vienen de lejos?
—Al final la dinámica viene de lejos. En el fútbol cuando las cosas no salen suelen haber cambios. Es ley de vida. Es muy difícil que un entrenador lleve tantos años y siga transmitiendo. La evolución es más complicada. El ciclo ha terminado y tenemos que seguir mirando hacia adelante. Hay un montón de detalles. Hay jugadoras que llegan el primer día, les ponen el peto de suplente y parece que ya no cuentan para nada, ni para hacerles correcciones. Estas cosas merman a un grupo tan unido como el nuestro.
—También hablan del trato.
—El trato puede ser determinante porque te puede hacer salir al campo confiando en tus posibilidades o sentirte en el punto de mira. Hay jugadoras que no se sienten libres para hacer su juego y se ven señaladas y en el punto de mira cuando cometen errores. Con esa carga es muy difícil competir a tu máximo nivel. No vamos a decir que un entrenador que grite no es válido. No es eso. Es el mensaje. No es que nos estemos quejando, ‘Ay, es que nos grita’. Hay detalles que pueden llegar a minar la moral de una jugadora.
—Aseguran que hacen todo esto para crecer. ¿Hay algo más?
—Probablemente eso también tenga repercusiones para mí como jugadora y me estoy arriesgando, igual que mis compañeras, a que haya una repercusión deportiva. Nadie hace esto por gusto. No es agradable, pero creo que es necesario para el avance del fútbol femenino. Llevamos muchos años luchando y yo me quiero ir tranquila, cuando me retire, sabiendo que he hecho lo posible para dejar lo mejor para las que vienen detrás.