Hola, soy Víctor Reyes, ‘Vitito’ para todo el mundo. Nunca fui goleador en mi carrera profesional, en el fútbol peruano. Eso sí, cuando anoté en la ‘selva de cemento’ me sacaron en andas. Historias, me sobran. Relatos, abundan. Hechos reales que parecen mitos, leyendas.
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Es que, cuando calentaba la pólvora, ‘mojaba’ más que Paolo Guerrero y Gianluca Lapadula juntos. La historia de hoy en los ‘Expedientes V’ ocurrió cuando jugué en Sport Boys.
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Guardad celosamente el secreto. Que la noche os sea propicia. Ese era el mensaje final de la ‘Serie rosa’. Clásica serie que daban al promediar la medianoche, luego de ‘Goles en Acción’, canal 13, y que muchos escolares de esa época veían sin ser descubiertos por los papás.
Son secretos que uno se lleva a la tumba. Hay casas con puertas que nunca se abren. Cofres que nadie revisa. Cajas fuertes donde se esconden papeles amarillentos que pocos han leído.
Yo y mi familia somos una tumba. Pero hoy les contaré una historia que después de muchos años no les aconsejo que la hagan. Yo me equivoqué y pagué, como dijo Diego Maradona.
CUANDO PARTÍ A MI SANGRE
En 1996 vestía la camiseta del Sport Boys y mi técnico era Miguel Ángel Arrué. El chileno era fanático de que nos programen a jugar los sábados. El domingo, a las 8 de la mañana, entrenaban los que no salían en lista y los expulsados. A mí me botaron en una ocasión y en la noche, me entró la tentación de viajar a Chincha para vacilarme.
Prometí que regresaría de madrugada para laburar con mis compañeros. Pero el ‘gusano’ me ganó.
Patrullé por la Plaza de Armas y las blancas de Lima se lucían pegaditas con mis paisanos de color serio. Era verano y la rumba y música a todo volumen en cada rincón.
Campeonaban los que bailaban, pero no los que tienen dos pies izquierdos como yo. Me paré en un córner y no me quedó otra que ‘liquidar’ solo. Veía cómo los mujerones se movían como serpentinas. Y yo, en un metro cuadrado, con mis pasitos laterales que se me salían los ojos.
NI UNA ME MIRABA
Compré caja, tras caja, como pocas veces, aunque por gusto. Cuando una chica me miraba que estaba tomando con ‘mi soledad’, les guiñaba el ojo, pero ninguna se fijó en mí.
Cerca de las 4 de la madrugada apareció mi primo con una ‘muñequita’. Pasó ganador, sentí que me sacaba ‘pica’ y se botó: “Me la llevo a la casa a descansar”. Lo aplaudí mentalmente. No me quedó otra, no era mi día.
Con la moral baja, me fui a mi Nissan de ese tiempo y con una chata de ‘ronie walker’ me puse a ‘continuarla’ solito. Estaba secando la botella y se cruza otra vez mi primo con su ‘material’.
Le toqué el claxon. Se acercó y lagrimeando se quejó: “Vitito, la abuela no me ha dejado entrar a mi cuarto con ella”. Les ofrecí mi nave para descansar.
A él, como estaba bien ‘zampado’ lo mandé atrás, a ella la senté adelante. Cuando mi primo se durmió, prendí el auto y me fui a un depósito a comprar un par de cervecitas. La flaca aceptó un brindis y, al quinto vaso, la besé.
Mi primo roncaba y yo seguía ‘chapándola’. Me calenté y sintió mi ‘encomienda’. En ese instante no pensé en nada más que disfrutar el momento.
MI PRIMO SE SINTIÓ TRAICIONADO
Caminamos a la chacra y en el algodonal ella disfrutó de la vida, del campo. Y encima con repeticua para dejar mi sobrenombre con mayúsculas. Cuando nos vestimos, ya era de día, y mi primo estaba parado en la puerta del carro.
La muchacha ni se inmutó. Nada le importó, porque me agarró de la mano y yo tampoco le di explicaciones a mi sangre que asumió su derrota. Me miró serio y me susurró: “Entre la misma raza, color y sangre, eso no se hace”.
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Me la traje a Lima, fue mi mujer siete meses hasta que se enteró que era casado y me botó. “Oiga, señor. No estoy para esto, vuelva con su señora”. Más clarita que el agua. Práctica. Segura. Con menos sentimiento que una ‘ojitos hechiceros’ a la hora de adornar a un ‘gato’.
Ocho meses después, volví a Chincha a desbandarme al ‘Guayabo’. Allí encontré a otro primo rumbeando con una ricura y cuando volteó a saludarme, estaba con mi ex. No lo podía creer. Ni me acerqué. Preferí alejarme de la tentación.
Se casaron, tuvieron un hijo y viven en Lima. No asistí al matrimonio, nadie reclamó por mi ausencia y años de años que no veo a mis dos primos. Cuando voy a mi tierra ellos me evitan y sus mujeres también.
Los que no saben de la historia no me la mencionan. Todo queda en familia. Yo soy una tumba, pierdo la memoria. Sobre todo cuando choqué con mi sangre. Soy partidor, lo admito. Nos vemos el próximo jueves...
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