A mis nerviosos 22 años estaba ahí, sentado, con las piernas temblando y rodeado de periodistas de todas partes del mundo. En mis manos tenía un cuaderno con la pregunta que tenía pensada para él y me la venía repitiendo en mi cabeza todo el día. De pronto llega el silencio más imponente que recuerdo. Roger Federer había ingresado a la sala de prensa, con la elegancia de siempre y con la sonrisa rutinaria de haber vuelto a ganar su partido de primera ronda en Roland Garros por decimosexta vez consecutiva.
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El siguiente paso fue levantar tímidamente la mano para que el Jefe de Prensa me asigne un turno para hablar con Su Majestad, evidentemente después de los medios televisivos presentes y de las cadenas informativas más importantes del mundo.
Llegó mi turno y pude hacer mi intervención a menos de dos metros del suizo. Estar en ese lugar era como estar en Disney y estar al frente de él era equivalente a estar delante de un ser superior.
Ese día reafirmé mi compromiso de hacerme un camino en este complicado – pero gratificante – mundo del periodismo especializado en tenis. Y ese día supe que, venga lo que venga en el futuro, nada me va a generar una emoción similar a la que sentí en ese momento.
Este jueves nos levantamos con una carta que, aunque era inevitable que llegara, nos dejó absolutamente desconcertados. Roger Federer, a sus 41 años, decidió ponerle fin a su carrera como tenista profesional. La Laver Cup, torneo creado por él mismo y su agencia Team 8, será su última presentación oficial.
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