22/11/2024

Roger Federer: el fin de una época de fantasía

Sábado 17 de Septiembre del 2022

Roger Federer: el fin de una época de fantasía

A los 41 años y tras 24 temporadas, el tenista suizo deja un vacío imposible de ocupar. | Tenis | ElTiempo.com

A los 41 años y tras 24 temporadas, el tenista suizo deja un vacío imposible de ocupar. | Tenis | ElTiempo.com

Roger Federer anunció lo que nadie quería escuchar: dejará el tenis profesional dentro de unos días, después de la Laver Cup, el torneo exhibición que organiza su compañía y que este año se jugará en Londres.

Vaya paradoja: ajeno a las lesiones durante la mayoría de su carrera, los maltrechos meniscos de la rodilla derecha ya no le permiten impulsarse como superhéroe. Sin él se termina una era, se muere una época de fantasía. Su adiós, verdaderamente, deja un vacío imposible de ocupar.

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A los 41 años y tras 24 temporadas de su debut en el tour (en Gstaad 1998, caída ante el argentino Lucas Arnold Ker), el suizo se marcha sin el récord de títulos de grand slam (20, contra los 22 de Rafa Nadal y los 21 de Novak Djokovic), ni con la mayor cantidad de semanas en la cima del ranking (310, contra las 373 de Nole), ni tampoco con la superioridad de títulos totales (103, seis menos que Jimmy Connors), pero su legado va mucho más allá de los registros. Su carisma, su elegancia dentro del court y, decencia.

En definitiva, su obra es mucho más poderosa e influyente que cualquier otra, y eterna.


En Basilea, la porción suiza fronteriza con Francia y Alemania en la que Roger nació, crecieron matemáticos e intelectuales, químicos y arquitectos, cineastas y banqueros. Pero él, hijo de Robert Federer (nativo de Berneck, Suiza) y Lynette Durand (nacida en Johannesburgo), trascendió en el deporte.

Se convirtió en leyenda a partir de su capacidad corporal para someter a sus rivales, de sus (únicos) elegantes desplazamientos y del sentido de la anticipación. Su música corporal fue clave para no padecer desgaste y lesiones.

Su quirúrgica certeza para impactar la pelota de drive (con su mirada permaneciendo en el punto de contacto después de que la esfera amarilla se fuera) y su sabiduría mental hicieron el resto. También se encumbró en lo que finalmente todos disfrutaron, sobre todo, por su amor por el deporte. La pasión por el tenis y por las aventuras en el circuito fue su combustible. Eso explica, en buena medida, por qué se mantuvo fresco de mente y su caso fue uno de los ejemplos de longevidad más extraordinarios.

Roger Federer, bailarín y violinista

Federer fue un bailarín del Bolshoi, un violinista con raqueta. El suizo, irascible de chico, un caballero de adulto, construyó su historia en el deporte con un cuerpo en armonía y atravesando generaciones. Se enfrentó con Andre Agassi y Pete Sampras.

Batalló contra raquetas de su camada como Lleyton Hewitt, Andy Roddick y David Nalbandian. Luchó por los mismos objetivos con más jóvenes como Nadal, Djokovic, Andy Murray, Stan Wawrinka y Juan Martín del Potro y desafío, uno tras otro, a los que siguieron llegando.

En su último partido, en los cuartos de final de Wimbledon 2021, cayó ante un rival de 24 años: el polaco Hubert Hurkacz. Con 1.526 partidos en su carrera (1.251 triunfos y 275 derrotas; 82,0 por ciento de efectividad) y sin ningún retiro en el court, jugó en puntas de pie, con flexibilidad y simpatía. Cambió el deporte de las raquetas para siempre.

Fue, por amplio margen, el tenista más venerado por el público del tenis (quedó demostrado en el último Wimbledon, con la ovación que recibió al pisar el césped durante la ceremonia del centenario del court central). El año pasado, incluso habiendo jugado solo 14 partidos en la temporada, fue elegido como el “Favorito de los Aficionados” en los Premios de la ATP por 19.ª vez consecutiva.

No se le conocieron escándalos ni manchas por dopaje, arreglos de partidos u otras enfermedades del tenis. En 2011, un estudio realizado entre más de 50.000 personas de 25 países determinó que solo Nelson Mandela (Nobel de la Paz en 1993) tenía mejor reputación que Federer. A través de su fundación, se potenció como filántropo e intenta mejorar el acceso escolar de los niños en África.

Roger Federer en Wimbledon 2021

Roger Federer en Wimbledon 2021

Foto:

EFE


Rompió todas las marcas vinculadas a la atracción del público y el marketing, con su logo ‘RF’. Roger y el alemán Alexander Zverev fueron protagonistas de un partido (de exhibición) que marcó el récord de convocatoria: 42.571 espectadores. Fue el 23 de noviembre de 2019, en la Plaza de Toros Monumental de Ciudad de México.

El juego, correspondiente a la gira de Federer por distintos puntos de Latinoamérica, superó la marca que ostentaban la belga Kim Clijsters y Serena Williams en una exhibición jugada en 2010, en Bruselas, en la que convocaron a 35.681 espectadores.

Dominó el césped de Wimbledon ganándolo ocho veces. En 2019, siendo tres del ranking, estuvo muy cerca de lograrlo una vez más: llegó a la final y tuvo dos match points —con su saque— contra Djokovic, que era el uno, pero triunfó el serbio. Roger lloró como casi nunca y no ocultó su angustia: esas reacciones lo volvieron una estrella terrenal, de carne y hueso.

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Federer construyó una obra de arte (su carrera) provocando una sensación de perpetuidad, de desarrollo sin fecha de vencimiento.

El día después del retiro de Federer


Para el mundo (y el mercado) del tenis será todo un desafío convivir sin el imán de Federer. Jugó con gracia y creatividad, compitió con voracidad y fervor. Recibió varios reveses, claro, pero los asumió con respeto y deportividad. Siempre buscó perfeccionar su juego, incluso ya siendo más que un número 1 (su impacto de revés, su juego en la red, cambiando el tamaño del aro de su raqueta).

En pocos días, del 23 al 25 de este mes, en el O2 Arena de Londres, donde ganó dos de los seis torneos de Maestros que tiene, Federer obsequiará sus últimas pinceladas. Es difícil aventurarse al momento, pero los ojos se humedecerán y la voz se quebrará. Aparecerá una sensación compleja de desanudar. Luego llegará una etapa nueva para Roger y su familia (su esposa, Mirka, una pieza clave durante su carrera, y los dos pares de mellizos, Charlene Riva y Myla Rose, Leo y Lenny), ya sin las exigencias del alto rendimiento.

Más tarde aparecerán todo tipo de galardones y el ingreso al Salón de la Fama, en Newport. Federer representó la belleza del deporte, como Michael Jordan, como Mohamed Alí. El mundo seguirá girando. Pero la llama, tan viva durante más de dos décadas, finalmente se consumió. Vendrán otros incentivos, pero ya nada será igual. El tenis pierde a un superhéroe. Ahora sí se siente lo que se presumía: no estábamos preparados para semejante despedida.

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A los 41 años y tras 24 temporadas de su debut en el tour (en Gstaad 1998, caída ante el argentino Lucas Arnold Ker), el suizo se marcha sin el récord de títulos de grand slam (20, contra los 22 de Rafa Nadal y los 21 de Novak Djokovic), ni con la mayor cantidad de semanas en la cima del ranking (310, contra las 373 de Nole), ni tampoco con la superioridad de títulos totales (103, seis menos que Jimmy Connors), pero su legado va mucho más allá de los registros. Su carisma, su elegancia dentro del court y, decencia.

En definitiva, su obra es mucho más poderosa e influyente que cualquier otra, y eterna.


En Basilea, la porción suiza fronteriza con Francia y Alemania en la que Roger nació, crecieron matemáticos e intelectuales, químicos y arquitectos, cineastas y banqueros. Pero él, hijo de Robert Federer (nativo de Berneck, Suiza) y Lynette Durand (nacida en Johannesburgo), trascendió en el deporte.

Se convirtió en leyenda a partir de su capacidad corporal para someter a sus rivales, de sus (únicos) elegantes desplazamientos y del sentido de la anticipación. Su música corporal fue clave para no padecer desgaste y lesiones.

Su quirúrgica certeza para impactar la pelota de drive (con su mirada permaneciendo en el punto de contacto después de que la esfera amarilla se fuera) y su sabiduría mental hicieron el resto. También se encumbró en lo que finalmente todos disfrutaron, sobre todo, por su amor por el deporte. La pasión por el tenis y por las aventuras en el circuito fue su combustible. Eso explica, en buena medida, por qué se mantuvo fresco de mente y su caso fue uno de los ejemplos de longevidad más extraordinarios.

Roger Federer, bailarín y violinista

Federer fue un bailarín del Bolshoi, un violinista con raqueta. El suizo, irascible de chico, un caballero de adulto, construyó su historia en el deporte con un cuerpo en armonía y atravesando generaciones. Se enfrentó con Andre Agassi y Pete Sampras.

Batalló contra raquetas de su camada como Lleyton Hewitt, Andy Roddick y David Nalbandian. Luchó por los mismos objetivos con más jóvenes como Nadal, Djokovic, Andy Murray, Stan Wawrinka y Juan Martín del Potro y desafío, uno tras otro, a los que siguieron llegando.

En su último partido, en los cuartos de final de Wimbledon 2021, cayó ante un rival de 24 años: el polaco Hubert Hurkacz. Con 1.526 partidos en su carrera (1.251 triunfos y 275 derrotas; 82,0 por ciento de efectividad) y sin ningún retiro en el court, jugó en puntas de pie, con flexibilidad y simpatía. Cambió el deporte de las raquetas para siempre.

Fue, por amplio margen, el tenista más venerado por el público del tenis (quedó demostrado en el último Wimbledon, con la ovación que recibió al pisar el césped durante la ceremonia del centenario del court central). El año pasado, incluso habiendo jugado solo 14 partidos en la temporada, fue elegido como el “Favorito de los Aficionados” en los Premios de la ATP por 19.ª vez consecutiva.

No se le conocieron escándalos ni manchas por dopaje, arreglos de partidos u otras enfermedades del tenis. En 2011, un estudio realizado entre más de 50.000 personas de 25 países determinó que solo Nelson Mandela (Nobel de la Paz en 1993) tenía mejor reputación que Federer. A través de su fundación, se potenció como filántropo e intenta mejorar el acceso escolar de los niños en África.

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Foto:

EFE


Rompió todas las marcas vinculadas a la atracción del público y el marketing, con su logo ‘RF’. Roger y el alemán Alexander Zverev fueron protagonistas de un partido (de exhibición) que marcó el récord de convocatoria: 42.571 espectadores. Fue el 23 de noviembre de 2019, en la Plaza de Toros Monumental de Ciudad de México.

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En pocos días, del 23 al 25 de este mes, en el O2 Arena de Londres, donde ganó dos de los seis torneos de Maestros que tiene, Federer obsequiará sus últimas pinceladas. Es difícil aventurarse al momento, pero los ojos se humedecerán y la voz se quebrará. Aparecerá una sensación compleja de desanudar. Luego llegará una etapa nueva para Roger y su familia (su esposa, Mirka, una pieza clave durante su carrera, y los dos pares de mellizos, Charlene Riva y Myla Rose, Leo y Lenny), ya sin las exigencias del alto rendimiento.

Más tarde aparecerán todo tipo de galardones y el ingreso al Salón de la Fama, en Newport. Federer representó la belleza del deporte, como Michael Jordan, como Mohamed Alí. El mundo seguirá girando. Pero la llama, tan viva durante más de dos décadas, finalmente se consumió. Vendrán otros incentivos, pero ya nada será igual. El tenis pierde a un superhéroe. Ahora sí se siente lo que se presumía: no estábamos preparados para semejante despedida.

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