Cuando la Maryory Sánchez de 15 años le dijo a sus padres que quería ser futbolista, que ya estaba cansada de ser la “jugadora camotito” en las pichangas familiares, fue porque en su inocencia soñaba con una noche como la del último jueves en el estadio Alejandro Villanueva. Porque quizá inconscientemente anhelaba ser una futbolista reconocida, que muchos hinchas coreen su nombre y ganar un título nacional. Por eso, levantar el trofeo de la Liga Femenina -el segundo de manera consecutiva para Alianza Lima Femenino tras derrotar a Carlos A. Mannucci- fue para ella como tocar el cielo.
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