La rabia de Rabiot: el héroe insospechado de Francia

Francia inició la Copa como el más desafortunado de todos los favoritos. Una ola de lesiones dejó fuera a Paul Pogba, N’Golo Kanté, Presnel Kimpembe, Christopher Nkunku y, finalmente, a Karim Benzema, el Balón de Oro vigente. Si una de las virtudes de esta escuadra era la diversidad de sus posibles convocados, el azar hizo que pronto se ponga a prueba. Y vaya que ha salido airoso.

El gol tempranero de Australia tensó pronto el partido y promovió la idea de un martes de sorpresas, como lo sugirió la temprana derrota argentina ante los saudíes.

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Pase largo, control orientado (lesión de Lucas Hernández), centro al ras, Pavard no llega al cierre y los canguros facturan. Pocas veces la efectividad fue tan australiana, lo que produjo un extraño alivio para el hincha peruano: al menos estos son los que nos eliminaron.

No duró mucho el bálsamo. Francia despejó toda duda y a la media hora le había dado vuelta al encuentro. Por un lado es el problema típico del equipo chico que anota pronto al grande: el partido se va haciendo cada vez más largo, los minutos se hacen interminables. Es muy difícil tener como único camino apretar los dientes y aguantar. Por otro, los azules entendieron que el gol madrugador era también una opción de despabilar. Lo que quedaba pendiente era saber quiénes serían los ejecutantes de la reacción. Y fue ahí que empezó a brillar Adrien Rabiot.

Los mundiales tienen héroes insospechados y Rabiot es uno de ellos. Se perdió Rusia 2018 por sobreabundancia de talento y pasó del PSG a Juventus sin fanfarria ni bulla. Ahora, ante las bajas forzosas, obtuvo el titularato y respondió primero con un gol de cabeza y luego con una jugada de carácter: forzó la recuperación arriba y asistió a Giroud para el segundo. En los últimos 45 hizo un despliegue de oficio: manejó tiempos, distribuyó, marcó, desbordó, centró. Las virtudes clásicas que se esperan en un volante maduro, en dominio. Será sin duda la primera ficha revalorada de la experiencia catarí.

Mal haríamos, sin embargo, en reducir el triunfo francés a un tema individual. Deschamps ha forjado un equipo laborioso en el que las estrellas están obligadas a sudar para tener un puesto. En términos de despliegue Griezmann es el caso paradigmático, pero con él Giroud, los Hernández, Tchuaméni, Dembélé e incluso Mbappé. Los movimientos sincrónicos crean la idea de un equipo pétreo, con líneas muy juntas y definidas, pero a la vez hacen inevitable el ataque, donde cuentan, incluso disminuidos, con dos goleadores fantásticos: el anotador histórico de su selección y quien quizás sea hoy el mejor ariete del mundo. Si es con desbordes o centros importa poco. A Deschamps no le gusta el fantasismo, sino la contundencia. Quienes lo recuerdan como jugador entienden por qué.

Frente a ello, los australianos se fueron desdibujando y mostraron grietas, digamos, las debilidades que Perú no supo identificar en el repechaje. La dupla Mooy-Irvine fue continuamente superada, los laterales estuvieron imposibilitados de detener los amagues de los extremos del PSG y el Barcelona, los pases entrelíneas fueron cada vez más repetidos; en resumen, los galos consiguieron crear más de 20 situaciones de gol que pusieron en aprietos al buen arquero Ryan, quien respondió a veces con acierto y otras con resignación. Hacia la mitad del segundo tiempo la duda no era ya quién ganaría sino por cuánto.

Ningún país ha podido ganar dos mundiales seguidos desde que lo hiciera Brasil en 1962. Aunque una goleada ante Australia no es suficiente como para prometer un torneo victorioso, resulta claro que Francia ha llegado a Catar con ánimo y plantel como para hacer historia, sin las dudas que mostró en Corea-Japón o en Sudáfrica, donde fracasó al momento de revalidar su condición de favorito. Viendo la banca, las ilusiones se confirman: si ante tantas bajas quienes quedan en la suplencia son Varane, Guendouzi, Saliba, Camavinga o Fofana, ¿cuál es la mella? Ellos podrían ser titulares en casi cualquier selección que disputa este torneo. Les Bleus, desde lo alto de su grupo, tienen razones para sonreír en el desierto.