En la base aérea Las Palmas, el viento no soplaba: azotaba, nos golpeaba directo a la cara y había que gritar para hacerse oír. Pero una vez enfilados, el “I will” (yo puedo) de cada uno de nosotros pasó de un suspiro a volverse un coro resonante, que impera, abre sus tentáculos y se apodera del ambiente, gobernándolo.
En ese momento, y durante la competencia que estaba por venir, éramos máquinas. Así nos llamaban los entrenadores, con el fin de impulsarnos, a las 90 personas que fuimos convocadas por la marca Under Armour –que tiene a Michael Phelps y a Andy Murray como sus máximos embajadores– para disputar el Armour Challenge Perú, como parte de la campaña Rule Yourself.
Fue una prueba de resistencia que combinó diversos tipos de entrenamientos funcionales, donde había y valía de todo, excepto decir “no puedo”. Los elegidos fuimos personas que llevamos una vida basada en la disciplina deportiva. Entrenamos semana a semana y mantenemos un régimen alimenticio ideal para soportar retos exigentes como este.
Cada gota de sudor nos nublaba la vista y amenazaba con hacer lo mismo con la mente, pero la motivación de los coaches no nos dejaba bajar los brazos. El director de ellos, el jefe de la masacre, era ‘Leónidas el Espartano’ (Guido van Hemelryck), quien dirigía el calentamiento necesario para lo que estábamos a punto de afrontar. La rutina: seis ejercicios diferentes con sogas y cuerdas TRX; levantamiento de llantas y trabajo de piernas con planchas y saltos. El Entrenamiento Espartano le decían. Una ronda completa con pequeños intervalos de tiempo para recuperar el aliento y encarar la siguiente.
El cansancio empezaba a calar, pero después de 10 minutos de hidratación lo bueno recién estaba por llegar. Descansamos. Nos mentalizamos para competir. Para las eliminatorias, Leónidas escogió el desafío de ‘tabla parada’: resistir la mayor cantidad de tiempo en una posición difícil de sostener el cuerpo. Brazos, piernas, abdominales y la mente, sobre todo, jugaron un papel determinante.
Solo diez clasificaban, y los guerreros en pie (cinco hombres y cinco mujeres) tuvieron que repetir algunos de los ejercicios más exigentes del calentamiento. No había lugar para el arrepentimiento. Estaba en juego la gloria. Después de varios minutos de resistencia y repeticiones, sin ningún tipo de tregua ni pausa, el ganador de la categoría varones fue Giuliano Balleta (241 repeticiones), y Macarena Baumann en la de damas. Luego de dejarlo todo, exigirse al máximo y nunca rendirse, merecen con motivos de sobra el apelativo de máquinas.
Rodrigo Etchegaray
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